El hábito no hace al monje, ni la terminología tecnológica de moda garantiza la transformación

Quiero tratar un asunto delicado y debo confesar que no sé muy bien cómo hacerlo, así que lo voy a intentar con ayuda de John Wayne. En la película “Los comancheros” (la última de Michael Curtiz, el director de “Casablanca", en 1961), “El Duque” interpreta a un capitán de los Rangers de Texas que se hace pasar por otro hombre para descubrir a la banda que está vendiendo armas de fuego a los comanches. Y no solo se mete en la boca del lobo, sino que tardan muy poco en descubrir su verdadera identidad.

En el mundo de las Tecnologías de la Información (TI) aparecen constantemente iniciativas y tecnologías que se ponen de moda, hasta el punto de que parece que una organización o un departamento “no es nadie” si no se sube al nuevo carro. Ahora mismo, los términos más en boga son DevOps y agile, pero no hace mucho era cloud y hubo otros antes de ellos. La finalidad de adoptar estas novedades es obtener beneficios pero es necesario un trabajo de análisis previo e intenso sobre la conveniencia de su incorporación, así como una planificación de pilotos y prototipos sobre los que la compañía pueda ajustar sus procesos operativos y herramientas, su sistema de métricas y, si es necesario, también su organización.

El problema surge cuando se antepone el interés por beneficiarse de la visibilidad y atractivo que aporta utilizar los términos de moda, por encima de la idoneidad de su incorporación a la estrategia de la organización. Nos encontramos, así, algunas empresas de tecnología que ofrecen productos o servicios que actúan como una varita mágica para convertirlo todo al momento en DevOps, agile o cloud, cuando la realidad es que cualquiera de estos términos requiere de una transformación que no se lleva a cabo tan fácilmente, ni puede limitarse a la adquisición de tal o cual producto o servicio, aunque estos puedan ser de gran ayuda.

Pero lo más preocupante no es lo que puedan proponer de fuera; el riesgo real está dentro de las propias organizaciones, cuando tratan de obtener beneficios cortoplacistas de estas iniciativas. Por ejemplo, cuando tratan de limitar la adopción de agile o DevOps a la instalación de algunas herramientas, sin abordar siquiera la transformación de los procedimientos operativos. En esos casos, suele ocurrir que las unidades que adoptan las tecnologías o metodologías de moda consiguen una rápida aprobación del presupuesto y ganan notoriedad con su puesta en marcha. Como en las grandes organizaciones es imposible muchas veces conocer los detalles de lo que está haciendo el departamento de al lado, si un responsable afirma que tiene un proyecto en marcha bajo tal o cual marca de moda, difícilmente se lo pueden rebatir, al menos hasta que comiencen a mostrarse los resultados, con lo que los objetivos de aprobación y notoriedad ya habrán sido superados y la atención de la organización habrá pasado a otro asunto.

En la película que mencionaba al principio, John Wayne se hace pasar por un comanchero y consigue engañar a la tribu comanche que lo conduce a la guarida de la banda. Pero el jefe de los forajidos no es tan incauto y tendrá que ingeniárselas para escapar de comancheros y comanches y, en este proceso, asumir mayores riesgos para escapar que los que asumió en primer lugar.

En las organizaciones puede suceder lo mismo al utilizar una “terminología de moda” para disfrazar un proyecto: puede dar buenos resultados al principio porque a todo el mundo le sonará bien la novedad, pero en el medio y largo plazo este engaño resultará un estorbo para las necesidades de transformación real.

Pero, como casi todo tiene remedio, desde el liderazgo de la organización se pueden evitar estas situaciones vigilando bien los planteamientos. Si se detecta una de estas situaciones, será necesario realizar un análisis de qué partes del proyecto ejecutado o en curso pueden aprovecharse para alinearlos con la iniciativa de transformación realmente necesaria. Habrá que volver sobre el camino recorrido y reevaluar por qué DevOps era un modelo operativo válido para la organización. ¡Ojo! siempre además de a los “por qué” a los “cómo”. Puede sonar pesado pero es la clave de la mejora continua que, a su vez, es la base de la metodología agile sin la que DevOps difícilmente podría existir.

Imagen: Cartel de la película "The Comancheros"

Llevo 26 años en este mundo de las TI, con lo que me ha dado tiempo a conocer una gran variedad de tecnologías, metodologías operativas y buenas prácticas. Por suerte (y por ganas) he podido también realizar casi todo tipo de funciones: desarrollo software, gestión de la calidad, despliegues, operaciones, infraestructura, planes técnicos y estratégicos… Los temas más recientes en los que me he visto envuelto han sido cloud computing y DevOps. En mi tiempo libre formo parte del Coro Gospel de Boadilla del Monte, y he dado unos primeros pasos en el complejo mundo del modelismo espacial…

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