Lunes 7 de diciembre de 2015, 7 de la tarde, Beijing, China.
Volvemos a nuestro hotel después de estar durante todo el día visitando los grandes monumentos de la ciudad como La Ciudad Prohibida y El Templo del Cielo. Me encuentro de vacaciones junto a unos amigos en la capital del país más poblado del mundo. Al llegar a nuestras habitaciones encendemos la televisión para saber qué está ocurriendo en el mundo. Estar de vacaciones te aleja de “tu mundo”… es el propósito de las mismas, ¿no? En el canal CNN World la realidad nos golpea de lleno.
Alarma roja. La calidad del aire es muy insalubre para su respiración por el ser humano. El aire caliente cuya presencia está a mayor altura actúa como una tapa atrapando por debajo los tóxicos gases contaminantes. Todo ello origina una niebla que reduce considerablemente la visión y genera la extraña sensación de no saber lo que realmente está respirando uno. Tras oír la noticia, como un acto reflejo, accedo a través de mi móvil a la aplicación Aire ICA. Obtengo resultados que veis en el pantallazo inferior, incluso peores para todo el área metropolitana de Beijing, que alcanzan valores por encima de 400 puntos, en el último escalafón de la escala de calidad del aire (el dato máximo de la escala es de 500 ).
Nos vamos a dormir. Al día siguiente nos despertamos con cientos de mensajes de amigos y familiares alertándonos de la noticia difundida por los medios en España. Les hacemos entender que la situación está controlada, al menos por nuestra parte, pues disponemos de toda la información necesaria en caso de emergencia (gracias, entre otras cosas, al servicio “España Contigo”, promovido por el Ministerio de Asuntos Exteriores del Gobierno de España y Telefónica). Ese mismo día, por primera vez en la historia, el Gobierno Municipal de Beijing declara el nivel de alerta roja por la contaminación, la más alta posible.
Ha sido una anécdota personal pero debemos tener presente que es una realidad que se repite hoy en día en muchos lugares de nuestro planeta. Por ello es necesario combatir esta lacra del desarrollo.
En el pasado (espero retomarlo algún día), fui estudiante de Doctorado en Económicas en la Universidad de Zaragoza, y mis estudios se fundamentaban en el análisis de las repercusiones de los desastres naturales sobre la economía. Según los expertos, la frecuencia y el daño de estos eventos naturales aumentarán lentamente como consecuencia del continuo e inevitable cambio climático. Según la literatura económica, existen unos determinantes que amortiguan o agravan el daño inicial provocado por el desastre: los denominados factores de vulnerabilidad ex-ante que son también aquéllos sobre los que resulta más efectivo actuar para reducir dicho impacto. Mis investigaciones determinaron que uno de ellos es el desarrollo técnico de las ciudades. Es decir, la mejora tecnológica en las urbes podrá reducir la contaminación ocasionada por el desenfrenado desarrollo económico, y minimizar el cambio climático y, a posteriori, los, “atípicos” desastres naturales (entrecomillo lo de atípicos dado que cada vez se están generalizando más su aparición e impacto).
Por tanto, y dado que además estamos siendo testigos de un acelerado crecimiento demográfico sin parangón en la historia de la humanidad y, en concreto, en los grandes núcleos urbanos, la solución pasa por las ciudades.
Es el momento de aportar soluciones. Telefónica, comprometida siempre con la transformación, tiene una oportunidad inmejorable como líder, según la consultora Gartner Inc.’s, en servicios máquina a máquina (M2M). Entre otros, con todos los servicios asociados a las smart cities: desde la telegestión de servicios urbanos a la integración del open data en la sociedad civil, pasando por el gobierno abierto o plataformas de atención ciudadana multicanal.
Las ciudades del futuro deberán estar apalancadas en un desarrollo urbano sostenible y nuestro objetivo a medio plazo debe ser que que no se repitan imágenes de ciudades envueltas en una permanente niebla compuesta de no sé sabe que gases contaminantes. Esperemos poder estar todavía estamos a tiempo de solucionar las cosas y seguir viendo el sol.
Imagen: Jesús Lucindo

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