¿Quién no reconoce hoy en día a Manet, Monet, Brazille, Degas o Renoir? Cuando estos intrépidos artistas aparecieron en escena a mediados del siglo XIX, la evolución de la pintura se encontraba en un punto muerto. La comunidad artística había aceptado que no se podía superar el realismo que el gran pintor español Velázquez había llevado a la máxima expresión con Las Meninas, una obra mayúscula de la que Salvador Dalí dijo que lo que más le impresionaba era cómo el genial sevillano había pintado el aire de la sala…
Pero una apacible tarde otoñal, uno de los más inquietos del grupo, Manet, tomó una decisión que ayudó a transformar la pintura para siempre: “Estoy cansado de hacer retratos clásicos, religiosos y de la elite política. Además, por mucho que lo intento, no puedo mejorar a los grandes pintores del Barroco. ¿Y si me dedico a pintar otras escenas con brochazos más gruesos que reflejen la primera impresión que me produce un día de mercado o la campiña francesa, por ejemplo?”
Desde aquel momento el Impresionismo escribió una de las páginas de la pintura más bellas y prolíficas de la Historia del Arte.
Algo similar, salvando las abismales distancias, parece ocurrir desde el inicio de esta década con los ciberagresores. Durante muchos años sus ataques a empresas y administraciones a través de los ordenadores de sus empleados se han sofisticado: han perfeccionado los métodos para controlar cientos de miles de ordenadores de particulares y enviar ataques masivos de denegación del servicio o pueden robar los datos de millones de clientes para perjudicar a la empresa que les presta los servicios on line. Pero como cada vez las compañías blindan mejor sus redes y sistemas, como los impresionistas, han empezado a buscar nuevas vías y han pensado: “¿por qué no atacar otros dispositivos conectados a redes menos protegidas? ” La respuesta es obvia: Los defensores del Internet de las cosas venden las numerosas aplicaciones y ventajas que tiene para mejorar la vida de los consumidores, como manejar en remoto la calefacción o la alarma de sus hogares. Estos beneficios resultan aún más claros para los millones de consumidores que tienen una smart TV o un frigorífico inteligente, capaz de proponer varias recetas saludables en función de los alimentos que tiene almacenados en cada momento e incluso de avisar cuando la leche está a punto de terminarse
La experiencia del usuario de una smart TV o televisión inteligente es de mayor calidad: puede ver el capítulo de Mad Men o el partido del domingo cuando quiera, conectarse a sus redes sociales, descargar aplicaciones y permitir que los niños se entretengan con múltiples juegos, entre otras posibilidades.
Ahora bien, en el momento en que conectamos un aparato a la red wifi de casa, estamos abriendo la puerta a que cualquier desaprensivo capaz de reventar redes mucho más protegidas, entre “como Pedro por su casa” y nos amargue la existencia. Hasta ahora, los ataques de estos “angelitos” se limitaban a grabar videos a través de las webcam del PC del usuario. Es legendario el video de Chema Alonso que nos dice que la solución más fácil para erradicar la intrusión es poner un esparadrapo en la cámara del PC. Lo que empieza a ser más preocupante es que el frigorífico inteligente se convierta en un robot autómata (bot) para proporcionar munición spam al ciberagresor mediante el robo del directorio de correos electrónicos que almacena.
¿Cómo lo podemos evitar? Hay quienes como Patxi Echeveste fundador de Wattio, una empresa de domótica, abogan por no conectar todos los aparatos a la red wifi, una afirmación paradójica para alguien cuyo núcleo de su negocio es la red.
En el caso de las smart TV, los ataques son aún más frecuentes. Para un ciberagresor veterano es tan fácil acceder a través de la wifi de casa como robarle un caramelo a un niño. Pero no tiene nada de gracia que un desconocido proyecte nuestra imagen sentados en el sillón en la pantalla, o que robe las películas de nuestra memoria multimedia conectada al televisor o las cookies que tenemos almacenadas en el navegador.
Pero claro, dado que esta tele tiene las mismas ventajas que un PC, es decir, permite navegar, descargar y ejecutar aplicaciones y almacenar archivos de todo tipo, ¿cuál es la ventaja de tener una smart TV si no estamos conectados?
Los expertos de la industria de la seguridad consultados aseguran que las vulnerabilidades de un electrodoméstico smart, se generan de dentro hacia afuera. “Si nos pinchan la Red de Área Local (LAN), perdemos toda protección contra agresiones pero el mero hecho de estar conectado no significa ser vulnerable. La debilidad aparece cuando se navega por páginas infectadas a través de las que se pueden obtener datos de acceso a nuestra wifi”. Por eso, recomiendan el sentido común a la hora de navegar por Internet con la smart TV; si deseamos navegar libremente, entonces es mejor usar el PC, mucho más blindado contra ataques e intrusiones.
¿Y si aún así queremos proteger nuestra wifi? Entonces hay que cambiar las claves WPS (Wifi Protected Setup) o WPA (Wifi Protected Access). Pero con un handshake (significa apretón de manos, pero en seguridad se refiere al “saludo” que hace un router wifi a un equipo que le pide conexión e incluye la clave) se puede atacar el diccionario que se utiliza para el algoritmo que genera estas claves.
En conclusión, comparar la belleza de un cuadro como “La Calle Mosnier con Banderas” pintado en 1878 por el genial Eduard Manet, con uno de estos nuevos smart ciberataques no deja de ser paradójico pero, sin embargo, ambos reflejan la continua ruptura de moldes y patrones del espíritu humano en pos de la excelencia, sea por la causa que sea.
Imagen: David Bercowitz

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