Este mes comienza el curso académico y miles de chavales inician sus estudios en alguno de los más de 2.500 grados ofertados por las universidades españolas. Solo en Madrid, de los casi 28.000 alumnos que se presentaron a las pruebas de acceso (PAU) en junio, 11.692 lo hicieron por la rama de Humanidades y Ciencias Sociales, junto a menos de 700 estudiantes que procedían del bachillerato de Artes. Cualquiera de los padres de estos chicos (y por supuesto ellos mismos) no pueden dejar de preguntarse por el futuro profesional que les espera cuando finalicen esos estudios que ahora comienzan con tanta ilusión.
Y es que las humanidades, en una sociedad como la nuestra, tan pragmática y tecnologizada, parecen estar desprestigiadas. Un ejemplo es que el gobernador republicano de Kentucky, Matt Bervin, planteara a principios de año la posibilidad de retirar la concesión de becas a alumnos de literatura francesa ya que, en su opinión, los grados de letras no contribuyen al crecimiento de la economía y, en consecuencia, no deben ser apoyados por las arcas públicas.
Sin embargo, el señor Bervin no había escudriñado la prensa de su país antes de hacer tales declaraciones o, si lo hizo, demuestra algún tipo de problema de comprensión lectora. Si no, habría entendido la apuesta de una institución de tanto prestigio como el MIT (Massachussets Institute of Tecnology) por la formación de sus alumnos en estas disciplinas. Les obliga a dedicar nada menos que una cuarta parte del horario lectivo al aprendizaje de materias relacionadas con el ámbito de las humanidades, consciente de la necesidad de acortar la brecha existente entre solución tecnológica y contexto cultural. Dicho de otro modo: la tecnología es útil sólo si se aplica a un problema relacionado con la realidad del hombre y ésta hay que conocerla.
Por eso hace años que cobran protagonismo corrientes que abogan tanto por una tecnología humanizada como por las humanidades digitales, dos caras de una misma moneda que invitan a acortar distancias, desde la orilla de la ingeniería o desde las propias humanidades, para eliminar la disyuntiva “ingeniería versus ciencias sociales” que tan poco aporta a las necesidades reales de la sociedad y el mercado. El mismísimo Pitágoras, padre de las matemáticas y uno de los más célebres filósofos de la antigua Grecia, habría tenido serios problemas para adscribirse a cualquiera de nuestros programas educativos: ¿qué escoger, “ciencias” o “letras”? Es sólo un ejemplo de que en los albores del pensamiento occidental no se planteaban nuestras modernas dicotomías.
Por otra parte, un importante porcentaje de los alumnos que ahora ingresan en la universidad terminará incorporándose al mercado laboral en profesiones que aún no existen, ocho de cada diez dentro del ámbito de la economía digital. Incluso aquéllos que se dediquen a profesiones “clásicas” (médicos, abogados, profesores) ejercerán su oficio de una forma muy distinta a como lo hicieron sus padres. Por ello urge ampliar y no restringir el bagaje cultural de los jóvenes y dotarlos de una formación multidisciplinar que no solo les inyecte conocimientos, sino que los entrene en habilidades que, como la comunicación o la creatividad, ampliarán sus horizontes profesionales en distintos ámbitos, y no siempre directamente relacionados con su especialidad.
La universidad española comienza a hacerse eco de esta necesidad con la inauguración de nuevos grados que aúnan un fuerte componente científico y tecnológico con disciplinas como economía, historia, geografía o literatura para completar el currículum académico de sus alumnos. IE Business es otra institución de renombre convencida de la importancia de las humanidades. Y es que estas disciplinas y sus especialistas tienen mucho que aportar en el campo de la innovación en un doble sentido:
- Conocimientos. Nuestro patrimonio cultural es una fuente inagotable de inspiración para múltiples proyectos en cualquier ámbito, por ejemplo, startups relacionadas con el sector turístico o la propia industria de contenidos, sedienta de materiales e historias que contar. Múltiples servicios requieren conocer el contexto sociológico para atender las necesidades de los ciudadanos en su día a día, y no sólo en el sector del ocio y el entretenimiento.
- Habilidades. La creatividad bebe de técnicas que requieren el entrenamiento en un pensamiento deductivo, natural en perfiles acostumbrados a bregar en el campo de lo abstracto, que aplican máximas genéricas a casos concretos y establecen analogías, mucho más inspiradas cuanto más amplias sean las experiencias y conocimientos del sujeto. Por no mencionar la importancia de la comunicación o de la sociología y la psicología, por ejemplo, para el conocimiento del cliente.
En definitiva, el mercado requiere tanto una formación interdisciplinar de los profesionales como equipos multidisciplinares en los proyectos TI. Si no me creéis, recordad que en 2012 el propio Google anunció que tenía intención de contratar en los próximos años a más de 4.000 licenciados en Humanidades para apuntalar el despliegue de servicios de la compañía. ¿Simple promesa? Parece que no. ¿Sabías que John Hanke, hombre de moda por ser el padre del archifamoso Pokémon Go, se graduó en Humanidades por la Universidad de Austin (Texas)?
Este hombre revolucionó en su momento el mundo de los videojuegos, al ser primero en utilizar gráficos 3D y potenciar el concepto de juego social online. Fue un visionario al comprender que el hombre es un animal eminentemente social que necesitaba relacionarse con otros individuos fuera de su entorno. Tras finalizar sus estudios universitarios se dedicó a innovar y ha sido la apuesta más fuerte de Google, cuyas expectativas no se vieron defraudadas. Hablamos del creador de Google Earth que en la división GEO de Google ha sacado al mercado Google Maps o StreetView y toda la tecnología de geolocalización cuya proyección apenas ha comenzado a consolidarse en toda una nueva generación de aplicaciones y servicios.
Así que si en vuestro entorno cercano algún joven ha salido “de letras”, no es ninguna mala noticia, pero invitadle a formarse también en el campo de la tecnología; lo necesitará. Y si va a ser ingeniero, por favor, sugeridle lecturas adicionales al manual de instrucciones de su consola. Tal vez así logremos evitar que en el futuro fallen tantos proyectos de ingeniería por implementar soluciones técnicamente impecables, pero funcionalmente inútiles. ¿No os parece?
Imagen: delio

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