Me ha parecido curioso: un estudio ha utilizado la inteligencia artificial para analizar el estado de ánimo de las personas que suben fotos a Instagram. Según el mismo, Toledo es la ciudad más feliz de nuestra geografía. La relación entre las ciudades e Instagram tiene su aquel.
Hay también listados de las quince ciudades europeas más populares en esta red social o de las diez metrópolis del mundo con más presencia en ella. Y otro reservado a las urbes que más likes generan.
Existe, además, un ranking de las ciudades españolas más “instagrameables”. Lo entrecomillo porque es un neologismo que -de momento, hay que decir- no aparece en el diccionario de la RAE, pero el marketing ha puesto de moda. El adjetivo se refiere a algo a lo que se le presupone éxito en Instagram, lo cual es una aspiración para muchos en estos tiempos. Tanto que ya hay negocios -parques temáticos, hoteles o restaurantes- que nacen o se reinventan con este objetivo. Se persigue que los clientes vayan y se hagan una foto para compartirla porque eso equivale a publicidad gratuita en el escaparate de una de las redes sociales con mayor número de usuarios.
La campaña de Nueva Zelanda contra los influencers
Pero ¿qué connotación tiene esto sobre los espacios o el turismo? Todos hemos leído en los últimos tiempos titulares del tipo "Viaje al pueblo que triunfa en Instagram" y el reclamo para los ávidos de likes de un rincón con 600 macetas o un mural. Como plantean algunos: ¿están mutando las grandes ciudades por redes sociales como Instagram? No solo su apariencia, sino también las costumbres, las rutas…
En este sentido, Nueva Zelanda lanzaba hace unos meses una campaña contra los influencers. Un vídeo irónico asegura que el país está tomando “medidas drásticas” contra ellos.
"Hay muchísimas cosas increíbles que se pueden hacer en Nueva Zelanda, más allá de las tendencias sociales", es el mensaje.
Para acabar con colas interminables en los mismos sitios, idénticos enfoques y filtros y poses repetidas hasta la saciedad, la campaña “Do something new” (“Haz algo nuevo”) anima a los viajeros a descubrir lugares diferentes en vez de peregrinar en masa a los habituales. En la mayoría de las ocasiones se trata solo de hacerse la foto para mostrar que han estado ahí.
¿Están mutando las grandes ciudades por las redes sociales?
¿Vivimos acaso una “instagramización” -otro palabro- del mundo? Héctor G. Barnes escribía en un artículo fantástico sobre cómo Instagram está creando “una urbe superpuesta a la real”.
“Cada ciudad tiene su identidad pero Instagram unifica, homogeneiza. Lo cool de cada ciudad se parece cada vez más”, se dice en el texto.
Frente a las ciudades como decorado, como fondo o atrezo, tras un mes de agosto en Madrid quiero reivindicar que nos paremos a recorrer sus costuras y sentir su auténtico latido.
A aquellos a los que no les convenza, que piensen que las fotos además se han convertido en una moda peligrosa… La búsqueda del selfie impactante es ya causa frecuente de muerte. De hecho, algunos países empiezan a señalizar zonas prohibidas para hacérselos por el riesgo que conllevan. Quizá por eso empieza a haber espacios en los que todo está pensado para hacerse la foto perfecta.
Yo me quedo con el “This is not a photo opportunity”, de Banksy, cuyas obras, por cierto, pertenecen al espacio público y a las ciudades… y ante las que nadie perdería la oportunidad de salir retratado. Contradicciones y paradojas de nuestro tiempo.
Imagen: Henry Burrows

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