En 1982 se estrenaba una serie de televisión inolvidable para quienes éramos niños en aquella época: El coche fantástico, en la que Michael Knight, personaje interpretado por un entonces desconocido David Hasselhoff, defendía a los más débiles con la ayuda de un coche inteligente llamado KITT.
KITT tenía una serie de características alucinantes en ese momento nacidas de la imaginación del creador de la serie, Glen Larson que, como si fuera Julio Verne, imaginó tecnologías que hoy, 35 años después, ya incorporan nuestros coches. La mejor de todas es que KITT conducía solo, como los coches autónomos que varios fabricantes prueban en este momento. Aunque lo que más me gustaba a mí eran los “ojos” de KITT, esas luces rojas que tenía en la parte delantera que le servían para “ver” a través de rayos X, habilidad no muy diferente a los sensores que ya incorporan algunos coches actuales y que escanean la carretera para preparar con anticipación amortiguadores y suspensiones y hacer más confortable la conducción. KITT también era híbrido (nada demasiado especial hoy en día) y tenía otro escáner que le permitía evitar choques durante una persecución, igual que los sistemas anticolisión de los vehículos actuales que te avisan si te acercas demasiado a otro objeto. Por último, KITT era capaz de vigilar las constantes vitales de Michael y hasta sabía si su conductor estaba enamorado. De momento nuestros coches no llegan a tanto, pero sí son capaces de avisar al conductor si, por ejemplo, se está quedando dormido al volante.
Cualquier vehículo que compramos hoy es un pequeño KITT que tiene en su interior un software con unos cien millones de líneas de código, procesa varios gigas de datos cada hora y dispone de un procesador con capacidad equivalente a la de veinte ordenadores personales. Hasta ahora toda esa capacidad se dirigía a optimizar las funciones internas del vehículo, a detectar fallos del motor y a hacer más cómoda la conducción. La novedad, que KITT ni siquiera era capaz de imaginar, es que el objetivo es cada vez más conectar el coche con el mundo exterior a través de Internet.
El automóvil, hasta ahora un sistema totalmente cerrado, está empezando a considerarse un dispositivo más al que conectarse, una especie de smartphone con ruedas, con el que se puede intercambiar información o sobre el que es posible instalar aplicaciones. Varios fabricantes de automóviles están abriendo las APIs de los sistemas que controlan todos los datos del vehículo, de manera que cualquier desarrollador podrá crear aplicaciones para presentar y utilizar esos datos de infinitas formas y así integrar los dispositivos móviles (smartphones o tabletas) y sus aplicaciones con la conectividad del vehículo. Esas aplicaciones, que pueden gestionarse desde el teléfono o desde una pantalla del coche, ya permiten escuchar música en streaming descargada directamente de la nube, consultar el correo mientras se conduce, recibir información del estado del tráfico o geolocalizar el vehículo para disponer de asistencia técnica personalizada o publicidad de ofertas cercanas al sitio por donde se circula.
Por otra parte, pronto llegará el momento en el que nuestras calles se llenarán de “coches fantásticos” que circularán sin conductor. La mayoría de los fabricantes estima que los primeros modelos de coches totalmente autónomos estarán disponibles en torno a 2020, mientras que la consultora IHS Automotive cifra que habrá un total de 600.000 coches autónomos en 2025 y 21 millones diez años después. Estas cifras son muy llamativas, pero el coche autónomo no es más que una parte del coche conectado. La verdadera revolución llegará cuando unos coches puedan comunicarse con otros, lo que permitirá obtener información muy precisa sobre el estado del tráfico, accidentes en la vía para reaccionar a tiempo y no verse involucrados en los mismos, situaciones inesperadas, etc., en aras de una conducción mucho más segura.
Además, los coches podrán comunicarse no solo entre sí sino también con otros elementos de su entorno: así, se podrá pagar en el aparcamiento o en la gasolinera sin salir del vehículo porque él solo se conectará con el parquímetro o con el surtidor y su matrícula estará vinculada con la tarjeta a la que hacer el cargo. El vehículo también podrá leer automáticamente las señales de tráfico para adaptar a ellas la conducción, o recibir del propio parking el número de la plaza libre más cercana para ir a tiro hecho. Todo ello sin intervención humana.
En definitiva, igual que ya tenemos frigoríficos o termostatos conectados, pronto tendremos coches conectados, con la particularidad de que el coche se mueve, mientras los otros objetos no, con lo que la seguridad se convierte en un aspecto clave para el desarrollo de esta nueva realidad. Y no solo la seguridad física, sino también la seguridad informática. Cualquier objeto conectado a Internet tiene el riesgo de ser hackeado, como demostraron recientemente dos ingenieros expertos en seguridad que fueron capaces de tomar el control del coche de un periodista que circulaba a varios kilómetros de distancia, y poner a toda potencia el aire acondicionado, el volumen de la radio y hasta bloquear el volante y los frenos. Afortunadamente, solo era una demostración de lo que puede ocurrir.
El coche conectado está provocando una revolución sin precedentes en la industria automovilística, que va mucho más allá (industria del seguro, fisonomía de las ciudades, nuevos modelos de negocio…). El hecho de que ya haya conductores que priorizan las funciones de conectividad de su coche frente a algunas características técnicas de rendimiento provoca que las empresas tecnológicas y de telecomunicaciones estén entrando como nuevos competidores en la industria automovilística, lo que obliga a que los fabricantes tradicionales de vehículos se conviertan también en desarrolladores de software. Esta misma semana Telefónica y Ericsson han hecho en el MWC la primera demo mundial de conducción remota 5G. El futuro del coche conectado se presenta tan interesante que, muy pronto, adelantaremos a El coche fantástico por la derecha.
Imagen: Tom Hodgkinson

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