Habitualmente comprábamos un coche basándonos en sus prestaciones: potencia, autonomía, opciones de conectividad… y también por su estética, además de por la red de concesionarios y mantenimiento, para disfrutar de la mayor capilaridad posible. Pero puede que vayamos hacia coches definidos por software.
Es decir, ¿y si eligiésemos un coche por su capacidad de cambiar, de tener nuevas prestaciones, de actualizarse en definitiva? La idea me viene a la cabeza a raíz de una noticia reciente que recogía que Tesla lo ha hecho en la costa este de EE.UU. con los vehículos de su marca que estaban en el radio de acción del huracán Florence.
El fabricante hizo una mejora en sus coches próximos al tifón, dotándolos de opciones adicionales, entre ellas mayor autonomía, potenciación del motor en los modelos antiguos y ayuda para establecer un plan de evacuación, todo ello sin pagar más y de forma temporal claro.
Con esta medida no solo ha conseguido una publicidad tremenda, como ya logró en su día con el ciclón Irma (era la segunda vez que lo hacía), sino que ha demostrado que un coche también es algo que se puede adaptar, modificar, actualizar, etc.
Esto me ha hecho pensar, y mucho. Estamos en un mundo tecnológico en el que el prefijo SD (Software Defined o definido por software) cobra cada vez más fuerza en todos los ámbitos (no nos olvidemos que la mentadísima inteligencia artificial también es software…). Nos hemos familiarizado con SDLAN, SD-WAN, SD data center… y ahora mi apuesta es que lo siguiente que veremos es la virtualización de los coches.
Tesla no solo ha proporcionado a sus usuarios una capacidad extendida para tranquilizarlos y ayudarlos, sino que es posible que haya salvado algunas vidas. La segunda derivada es la posible monetización de este paradigma de los coches definidos por software a medio plazo. Imaginad por ejemplo que tengo un Tesla (u otra marca) normalito, pero quiero ir a correr a un circuito y hacerlo sin complejos junto a un Lamborghini. Podría decidir pagar la actualización del paquete y, durante unas horas, disfrutar de las prestaciones de Ferrari (la discusión entre Ferrari y Lamborghini es eterna y no la vamos a zanjar aquí, aviso).
Otro ejemplo: pensad que tenéis un Tesla y vais a hacer un viaje más largo de lo normal y necesitáis mayor autonomía porque no tenéis claro si habrá cargadores hasta el destino. Podrías pagar para que vuestro coche incrementara sus prestaciones de foma puntual y tuviera 80 kilómetros más de autonomía.
Y así hasta el infinito: imaginad a alguien que quiere tener una configuración óptima para arrastrar una caravana o probar una funcionalidad concreta durante un día…
Evidentemente los upgrades para cambiar las características del coche de forma radical tendrían que ser controlados o existir motivos justificados para ello pero desde luego la de los coches definidos por software es tanto una vía de negocio como una forma de cambiar de coche sin hacerlo realmente, que redunda en una mejor experiencia de cliente.
Por otro lado, no nos olvidemos de que Tesla ya avanzó adónde podía llegar esto cuando en 2016 actualizó todos sus coches en respuesta a una vulnerabilidad descubierta por hackers chinos: Jeep se vio en una situación similar, pero ellos optaron por “llamar a taller a todos sus vehículos”. Son estrategias distintas pero la segunda no garantiza que todos los coches circulen con la versión correcta. La de Tesla sí.
Os aseguro que no tengo acciones de Tesla -ya me gustaría-, pero no cabe duda de que está siendo disruptivo una y otra vez en el mercado automovilístico y el resto hará bien en aprender de este “new kid in the block”.
Imagen: mangopulp2018

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