La necesidad de guardar información, no solo en las empresas, sino también a nivel privado (nuestras fotografías, documentos, vídeos) ha llevado al ser humano a la investigación continua para crear soportes con una capacidad de almacenamiento digital cada vez mayor, más ligeros y económicos.
Sobre Bill Gates recae la autoría de esta frase: “640 Kb (of computer memory) ought to be enough for anybody – 640 Kb (de memoria) debería de ser suficiente para todos”, que él ha desmentido una y otra vez. Atribuida erróneamente o no, lo cierto es que 640 Kilobytes en nuestros días son insuficientes hasta para un recién nacido: una sola fotografía de cierta calidad pesa mucho más.
Si pensamos en el primer disco duro comercial de la historia, desarrollado en 1956 por IBM, el RAMAC I 350, que se alojaba en un armario transportado con maquinaria pesada, con una capacidad de almacenamiento de 5 Megabytes (Mb) y que costaba la friolera de 10.000 dólares por megabyte, podríamos pensar que se ha avanzado enormemente hasta nuestros días. Pero desde entonces hasta ahora han transcurrido casi 60 años…

Dos décadas después de la creación del RAMAC, en 1979, los discos duros continuaban siendo sistemas de alta tecnología de gran peso con escasa capacidad de almacenamiento (250 Mb) e inasequibles para la mayoría de los bolsillos: seguían costando decenas de miles de dólares. Sólo se pensaba en almacenamiento para empresas. El individuo como posible consumidor apenas contaba.
Por aquellos tiempos, IBM era el gigante informático indiscutible y nuevamente fue esta multinacional estadounidense quien logró superar en 1980 la barrera del Gigabyte (Gb, equivalente a 1024 Mb) con el modelo IBM 3380.

No obstante, hubo que esperar al año 2007, para que esta vez la japonesa Hitachi – que en 2003 compró a IBM su división de discos duros – batiera el récord con la creación de un disco de un Terabyte (1 millón de Mb). Y a esta unidad de almacenamiento de información le siguieron otras: Petabyte, Exabyte, Zettabyte y Yottabyte.
Pero los avances más vertiginosos se han producido en la última década, en la que se ha logrado reducir considerablemente el tamaño, el peso y el precio de los sistemas de almacenamiento digital. Hoy en día, ya no se habla solo de discos duros, sino también de dispositivos basados en memoria flash. ¿Quién no dispone en sus cámaras fotográficas o teléfonos móviles de una tarjeta de memoria micro SD del tamaño de una uña, con capacidad de almacenamiento de, por ejemplo, 32 Gb y un precio que ronda los 20 euros?
Si echamos la vista atrás, algunos recordarán con nostalgia diversos soportes que quedaron definitivamente en el pasado, como los disquetes (floppy disks), de 5 ¼ y 3 ½ , lanzados al mercado en los años 70 por IBM y que se dejaron de usar en los 90, o los CD-ROM, todos ellos sustituidos por otros soportes como los DVD (cada vez más residuales), los pendrives o llaves USB, que desde su creación en 1995 han ganado capacidad hasta alcanzar los 512 Gb, o por los discos duros portátiles USB de hasta 2 Tb, que se han convertido en los dispositivos de almacenamiento y transporte personal de datos más utilizados.
Pero como la realidad supera siempre a la ficción, todos estos sistemas previsiblemente quedarán también anclados en el pasado, abatidos por los avances científicos y tecnológicos.
Recientemente leí que 4 gramos de ADN bastarían para almacenar la información del planeta. La campanada la dio un grupo de científicos británicos del European Bioinformatics Institute EMBL-EBI, quienes aseguraron que habían logrado almacenar una versión MP3 del discurso de Martin Luther King, “I have a dream”, una imagen del logotipo de la institución y algunos archivos de texto dentro de una cadena sencilla de ADN. Aunque son solo estudios preliminares, quizás estemos nuevamente ante "un pequeño paso para el hombre y un gran salto para la Humanidad”.

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