Aunque este titular resulte algo aventurado no es más que un reflejo de lo que puede suceder en los próximos años. Hace muy poco surgía una noticia que trataba este tema a raíz de un informe de Gartner.
Es indiscutible que una de las bases para el éxito empresarial es el grado de colaboración y comunicación que tengan los empleados de la organización, tanto hacia dentro como recibiendo fuentes de innovación desde fuera. Las empresas están formadas por personas que, en la gran mayoría de los casos, apenas utilizan una pequeña parte de su capacidad intelectual en el desarrollo de su trabajo, simplemente porque su trabajo no les demanda más.
Imaginemos que una empresa fuera como un gran cerebro lleno de conocimientos y experiencias en todas las áreas. Si se coordinan adecuadamente estas áreas, ese organismo evoluciona y aprende nuevos conocimientos. Si por el contrario, cuando se enfrenta a un nuevo problema no es capaz de utilizar lo ya aprendido, es como volver al mismo punto de partida y el organismo no evoluciona.
Este concepto no es nuevo y ya desde la década de los ochenta, a través de grandes gurús de la estrategia empresarial como Michael Porter, se comenzó a identificar las nuevas posibilidades que surgían de ese flujo de información. Sin embargo, las limitaciones tecnológicas concentradas en el uso corporativo del fax y del teléfono y la ausencia de una cultura colaborativa y muy enfocada a las funciones por puesto convertían este nuevo modelo en inalcanzable.
En la década de los noventa los que entrábamos a formar parte de una organización traíamos una cuenta de correo de la universidad o de un portal de Internet y se nos hacía ciertamente complicado tratar con los sistemas y redes obsoletas de la organización. Llegábamos nuevos y nos encontrábamos un ordenador, un teléfono y un fax para toda la planta o sección. Aún así, esa ‘cultura’ nueva fue integrándose poco a poco y ahora parece imposible pensar que una organización no haga uso intensivo del correo electrónico. Sin embargo, el e-mail, aunque mucho más eficiente que el fax, adolecía de la agilidad y la rapidez de una conversación y puesto que solía estar escrito sobre la firma personal y se podía poner en copia o copia oculta a un tercero, le otorgaba un cierto toque ‘formal’. Muchas veces hemos utilizado la expresión “Mándame un e-mail” con el único objeto de comprobación de la identidad de la persona, por ejemplo, para tramitar un pedido.
Este mismo efecto está pasando en nuestros días con las redes sociales. Los que llegan nuevos y los que ya participamos del mundo 2.0 estamos incorporando nuestros perfiles de las redes sociales ‘personales’ a nuestro perfil de empresa. Las empresas por su parte, hacen pequeñas incursiones estas plataformas, pero la fuerte cultura consolidada del e-mail, hace que estas incursiones no tengan prácticamente éxito o se limiten a pequeñas comunidades de early adopters.
Como es lógico, en los próximos años esta barrera desaparecerá. Los programas de correo electrónico más tradicionales comienzan ya a incorporar widgets de publicación en redes sociales, la mensajería instantánea es ya una realidad en muchas empresas, los programas ofimáticos comienzan a tener integradas las comunicaciones, los smartphones añaden a los contactos todos los perfiles de Facebook, Twitter, LinkedIn… Los operadores, por su parte, también se han puesto manos a la obra y comienzan a ofrecer sus servicios más tradicionales integrándolos con las redes sociales a través de las suites de comunicaciones colaborativas. Por ejemplo, la iniciativa multioperador RCS (Rich Communication Suite), en definitiva, trata de esto, enriquece las comunicaciones con una multitud de servicios de valor añadido, incluyendo por supuesto servicios 2.0.
A medida que vaya penetrando la cultura 2.0, las redes sociales irán estableciéndose como principal canal de comunicación entre empleados y de la empresa con el exterior, dejando el correo electrónico al mismo nivel de lo que hoy hacemos con el fax; es decir, cuando queramos darle algún tipo de formalismo a esa comunicación.
El éxito radicará en aquellas empresas, que como un cerebro, sean capaces de utilizar todas esas capacidades y medios para ser más eficientes y desarrollar nuevos negocios. Es decir, para aprender, pensar y crecer. Es donde las redes sociales, con su gran agilidad, su frescura, su inmediatez, hacen desinhibir a sus propios empleados y sacan a aflorar los conocimientos que pueden poner al servicio de la empresa. Si lo conseguimos los resultados no tardarán en llegar.
© Ilustraciones: Dilbert por Scott Thomas

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