cortoplacismo

Explotar y explorar: el corto y el largo plazo como receta de las empresas con futuro

En un artículo reciente Xavier Marcet reflexionaba sobre el cortoplacismo; es decir, sobre el hecho de no tener más perímetro de visión que el del contexto actual.

Las empresas -decía- deben gestionar bien el corto plazo pero huir del cortoplacismo. Aunque para los negocios no haya más horizonte que el de la próxima operación, las empresas tienen que pensar más allá como forma de expresar su ansia de perdurar y la voluntad de hacerlo en una sociedad que también tenga futuro.

Ver más allá del día a día y velar por el bienestar de los empleados

Por ello, gestionar una organización implica trabajar el largo plazo mientras se van consiguiendo resultados en el presente. Y un aspecto muy relevante que destaca Marcet es que ha de hacerse cuidando a la gente que hará posible ese futuro. Las empresas, por tanto, tienen que ser capaces de ver más allá del día a día y velar por el bienestar de sus empleados.

Un trabajador que haya perdido la motivación y sienta que ya no tiene nada que aportar a la compañía o que esta le limita su desarrollo terminará marchándose. Y otro ejemplo es el de aquellas compañías que descartan el talento senior para tratar de solventar una coyuntura económica complicada, sin tener en cuenta las consecuencias que la pérdida de esos profesionales les ocasionará en el futuro. Mirar para otro lado ante estas situaciones acabará perjudicando a las compañías. Lo que ocurre es que no todas las empresas están dispuestas a sacrificar cosas a corto plazo para ganar en el largo plazo. Implica valentía como contaba un compañero.

Cortoplacismo como sinónimo de mediocridad y falta de innovación

Según Marcet, el cortoplacismo lleva el gen de la mediocridad. Y mediocre, según la RAE, es aquello de calidad media, de poco mérito, tirando a malo. Si hacemos una analogía con la denominada ‘sociedad del sándwich mixto’, de la que escribía Rodrigo Terrasa, el cortoplacismo conlleva el riesgo de las ‘compañías del sándwich mixto’. Es decir, compañías capaces de salir del paso, que cumplen su función pero que no son brillantes, sino del montón. Y es que el cortoplacismo también es el gran enemigo de la innovación.

La bloquea porque para innovar hay que pensar en el mañana y en muchas empresas el hoy se come al mañana, al no tener capacidad ni presupuesto para enfocarse en algo que dará resultados en tres o cinco años. Saber combinar esa búsqueda de oportunidades a largo plazo con iniciativas a corto es la clave de la innovación. Porque, como afirma Marcet, no hay innovación sin riesgo, pero quizá el riesgo mayor es no innovar.

La importancia del propósito

Y el puente ideal entre el presente y el futuro es el propósito. Saber por qué y para qué se hacen las cosas es el antídoto contra el cortoplacismo. El propósito define el rumbo de un negocio: la empresa hace lo que hace porque tiene claro adónde va.

Además, ahora que las empresas apuestan tanto por la sostenibilidad, uno se pregunta cómo va a casar el cortoplacismo con la sostenibilidad, que no es otra cosa que la cualidad de aquello que se puede mantener durante largo tiempo.

La pandemia y la primacía de lo urgente sobre lo importante

Desafortunadamente son muchas las que caen en el cortoplacismo. Muchos factores contribuyen a ello; la presión de accionistas e inversores, la facilidad que existe en este momento para conocer los resultados de una acción nada más ejecutarla e incluso la propia cultura de la inmediatez en la que vivimos inmersos.

Esta necesidad de vivir el presente y dejar de planificar el futuro se ha visto acentuada por la pandemia. Sea cual sea la causa, la realidad es que tras ella las empresas operan con un sentimiento de urgencia constante. Y en una cultura cortoplacista lo urgente prima sobre lo importante pero si todo es urgente también deja de serlo…

Es cierto que a veces, ante situaciones sobrevenidas, es necesario actuar de manera rápida, tomando decisiones a corto plazo para solventarlas. Pero esa no puede ser la tónica general porque, de lo contrario, tendremos pan para hoy y hambre para mañana.

Para evitarlo, los objetivos a corto plazo deberían enmarcarse en otros a largo plazo. El objetivo a largo plazo vendría a ser la meta y los objetivos a corto plazo los distintos hitos del camino hasta alcanzarla. En palabras de Alexander Osterwalder, uno de los expertos en innovación más influyentes, “para construir una empresa invencible necesitas crear, gestionar y armonizar dos culturas completamente antagónicas bajo un mismo techo, y ambas tienen un papel importante que jugar. Necesitas explorar y explotar simultáneamente”.

Como explicaba Raúl Salgado, se trata de explotar adecuadamente los modelos de negocio actuales y, a la vez, seguir explorando otros nuevos que permitan a la empresa diferenciarse de la competencia. Porque los modelos de negocio no pueden ser universales ni atemporales, sino que han de estar sometidos a un proceso de revisión continua. Y, para ello, las empresas tienen que aprender, desaprender, pensar, ejecutar y, en definitiva, “reinventarse para ser eternamente jóvenes”.

Imagen: Chris Bloom

 

Soy abogada en Asesoría Jurídica de Telecomunicaciones y colaboro en el equipo de Alianzas, Patrocinios y Entretenimiento (eSports y gaming) en Telefónica España. Apasionada de la comunicación, el cine y la literatura. Siempre en busca de una buena historia. No concibo la vida sin escribir, leer y viajar.

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