Desde siempre, los residuos generados en cualquier proceso productivo han supuesto un problema. Muchas veces son contaminantes y perjudican nuestro medioambiente, otras simplemente estorban porque ocupan un valioso espacio físico y, siempre, su tratamiento supone un coste que hasta ahora se pensaba que no retornaba en ningún beneficio. Entonces, hacia 1980 se empezó a hablar de la economía circular, que se basa en transformar el actual flujo lineal de los materiales (recursos – productos – residuos) en un flujo circular. El objetivo es, como explica el presidente de la Fundación para la economía circular, que “los recursos se conviertan en productos, los productos en residuos y los residuos, una vez reciclados, otra vez en recursos”.
La economía circular no solo conlleva beneficios ecológicos, sino que puede ser también una gran fuente de rentabilidad para las empresas, como escribía en este blog un compañero. Hasta el año 2000, los precios de las materias primas y los recursos naturales descendieron a medida que su demanda crecía, ya que eran abundantes y relativamente fáciles de extraer. Pero entre los años 2000 y 2015, los precios de esos recursos naturales subieron un 0,6 por ciento por cada 1 por ciento de incremento del PIB mundial. Éste y otros datos llevan a Accenture a afirmar que la economía circular podría aportar a la economía mundial algo más de cuatro billones y medio de dólares en 2030, cuatro veces el tamaño de la economía española.
En la implantación de la economía circular, la tecnología juega un papel fundamental. En el proceso tradicional de “coger, hacer, desechar” las TIC se encargaban de mejorar la eficiencia, se trataba de aumentar las unidades de saliente respecto a las de entrante. Sin abandonar ese planteamiento, el verdadero reto tecnológico ahora es facilitar la aparición de modelos de producción y negocio rentables económicamente basados en los principios de la economía circular. Algunos ejemplos de esos nuevos modelos son:
– Suministros circulares. Consiste en utilizar los residuos generados por la propia actividad de la empresa para generar energía renovable o biomasa que sustituya a los combustibles tradicionales. Por ejemplo, McDonalds posee una flota de camiones movidos con el biodiesel obtenido del aceite de sus cocinas o, más cerca de nosotros, la comarca vitivinícola de Cariñena (Zaragoza) tiene un proyecto que permite convertir los residuos de la vid en biomasa, lo que ahorrará a los viticultores de la zona unos 700.000 euros al año.
– Recuperación de los recursos para obtener recursos útiles a partir de productos de desecho. Muchas grandes compañías están viendo la oportunidad de negocio que esta posibilidad supone, como IKEA, que ha presentado recientemente una cocina con armarios fabricados a partir de madera y botellas recicladas, o Ecoalf, que tiene prendas con redes de pesca recicladas. Adidas también ha lanzado una línea confeccionada con recursos del fondo del mar y tanto el Bayern de Munich como el Real Madrid han jugado partidos con esas camisetas recicladas. También se crean nuevas empresas cuya actividad se basa principalmente en el reciclado, como SEA2SEE, las gafas de sol para salvar el océano, o las que recogen móviles usados para reutilizar sus componentes u obtener los materiales que los forman.
En este sentido, se hace necesaria también la cooperación y colaboración entre compañías, ya que los residuos de unos son los recursos de otros. En Kalundborg (Dinamarca) se ha creado un ecosistema industrial en el que nueve empresas realizan intercambios de materiales y recursos, de forma que los residuos de la central eléctrica de carbón de allí sirven de materia prima para una cementera y una productora de cartón, mientras que el calor residual que genera sirve para calentar la piscifactoría de la zona.
– Producto como servicio: La clave también es pasar de la adquisición de bienes al uso de servicios. En lugar de vender un objeto en una única transacción, se trata de vender un servicio y establecer una relación con el usuario, en la que se vele por su experiencia de cliente en el tiempo. Un ejemplo curioso es el de la empresa Mud Jeans, que alquila pantalones vaqueros hechos de algodón ecológico, aunque quizá la mejor muestra de estos nuevos modelos es el cloud computing, en el que se paga por uso un servicio completo, no piezas sueltas de hardware o software. Está comprobado que las empresas que suben a la nube ahorran hasta un 30 por ciento en su factura eléctrica. Además de por su apuesta clara por esta tecnología, Telefónica hace años que demuestra su compromiso con la economía circular.
La economía circular, lejos de ser una propuesta utópica e idealista, se presenta como una solución alternativa a un modelo de producción y consumo que tiene fecha de caducidad. Ya hay instituciones como el Parlamento europeo que, con la aprobación de la resolución Hacia una economía circular: un programa de cero residuos para Europa, se ha comprometido a legislar sobre el tema. Según las estimaciones de la Comisión Europea, si se aplica toda la normativa vigente en materia de residuos se crearían más de 400.000 empleos en la Unión Europea, de los cuales 52.000 se localizarían en España. Así pues, la transición hacia una economía circular representa una gran oportunidad para el crecimiento económico y para la creación de puestos de trabajo, además de un claro impacto positivo sobre el medioambiente. Ojalá pronto lo veamos.
Imagen: BsWei/shutterstock

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