Este verano pasé unos maravillosos días en el “pueblo”, como muchos de nosotros, y allí experimenté lo necesario que es estar siempre comunicado. Comprobé que ya no podemos irnos fuera sin estar “online”. Impávido, fui testigo y miembro de la procesión de urbanitas que por unas semanas ocupamos estos lugares, yendo y viniendo tablet-smartphone en mano, mendigando cualquier tipo de cobertura 3G/Wifi.
Y ahora, de vuelta a casa, lo tengo claro, puesto que este es un síntoma manifiesto de los nuevos tiempos. Justamente éste será el factor que diferencie unas comunidades rurales del resto. La prosperidad de lo digital y de la comunicación permanente. La información cuando fluye arrastra consigo la riqueza de las naciones . Porque igual que entendemos que los lugares deben tener carreteras o agua corriente, la red deberá llegar también a todos ellos.
Menos mal que los granjeros ya lo saben, que no son tontos. Quedan ya lejanos los tiempos bucólicos donde uno se imaginaba al agricultor como alguien ajeno a todo este mar de progreso. Se decía “porque el pueblo tiene ritmo propio y es un mundo aparte”, algo oscuro que los de ciudad no entendíamos muy bien. Y quizás sea así, aunque no en el aspecto del “campo digital”.
Uno debiera asimilar primero: la mirada y el sentir del medio rural, sin olvidar que sus habitantes entienden sus tierras y sus animales como un activo a explotar de la manera más rentable posible. Son empresarios en el sentido más puro, instintivo e intenso, empresarios que trabajan siempre a jornada completa, todos los días de la semana y del año. Allí no hay espacio para burócratas u oficinistas. Toda la familia está implicada en este acto empresarial. Por eso hay que entender varios puntos que modelan nuestro medio rural y su actividad económica:
- La despoblación y la elevada edad media de sus habitantes. El 75% de los municipios españoles (más de 6.000) tienen menos de 2.000 habitantes. Sólo vive allí el 7% de la población.
- Menor nivel formación relativo, comparado con la ciudad, lo cual lleva consigo una resistencia al cambio, que se manifiesta especialmente en aquellos municipios menos prósperos y decadentes.
- La baja rentabilidad de muchas explotaciones, debido a precios mantenidos durante años y años (tienen, por ejemplo, el mismo precio de la leche y de la cebada que hace 25 años)
- Un sector económico aparentemente poco importante, en términos de empleo, (5% del empleo en el sector primario), muchas veces subvencionado por las AAPP. Aunque si hablamos del sector agroalimentario nos sorprenderíamos al encontramos con el 10% del PIB.
En veinte años muchos de nuestros pueblos habrán muerto o se habrán transformado. En términos darwinistas habrán sobrevivido los mejores. Es decir:
- Habrá menos productores, y estos serán más concentrados y/o poderosos. Será el caldillo de las multinacionales super-tecnológicas tipo Monsanto
- Los negocios rurales serán más autosostenibles, negocios rentables en sentido de mercado. Las subvenciones al campo tienen limitado su recorrido, la política agraria comunitaria se enfoca hacia requisitos de seguridad alimentaria, trazabilidad, protección medioambiental y bienestar de los animales. Ya no se paga por producir menos, por arrancar o por sembrar ni por abandonar los cultivos en los campos.
- Existe una afluencia de población emigrante y de grupos mucho mejor formados (los llamados “neo rurales”), muchos de ellos nativos digitales. O quizás, ¿por qué no?, el campo se gestione directamente desde la ciudad.
- Aparecerán productos agrícolas más implicados en la cadena de suministro de las grandes distribuidoras, con nuevos modelos de distribución basados en Internet (de la huerta a la casa), o productos de calidad garantizada (etiquetas ecológicas o garantes de origen), y productos extendidos y ligados a los aspiracionales del medio rural (como el enoturismo)
En España, además, tenemos el ejemplo de nuestros productos internacionales: vinos, aceites y en general los productos de la huerta. Aquí nuestras pequeñas empresas agrícolas tienen más huella global que las mayores supercompañías hispanas. El comercio exterior agroalimentario ha aumentado un 50% en 10 años.
¿Pero cómo seguir siendo competitivos bajo un mercado internacional cada vez con menos barreras arancelarias? ¿Cómo diferenciarnos del mercado asiático con productores que disponen de costes de mano infinitamente menores?
La respuesta, habrán de imaginársela por el lugar donde escribo: las TIC son la herramienta de innovación y diferenciación. De los nuevos empleos y del futuro de lo rural, en términos económico y social. Y yo creo que los proyectos están sobre las mesas, y muchos de ellos en avanzada fase comercial e implantación.
- Etiquetas en animales
- Sistemas integrales de gestión de las explotaciones
- Control sanitario del ganado
- Control de plagas y residuos
- Producción intensiva en invernaderos, etc
- Herramienta de marketing y de comercio electrónico para productos de alto valor
Pongamos, por ejemplo, lo que ahora se denomina Agricultura de Precisión . En este momento las TICs se aplican a los sectores más rentables (viticultura y frutales) donde se busca aumentar la producción, manteniendo no obstante la mejor calidad. Asociado al riego y a las grandes extensiones, a través de las medidas fenológicas (temperatura y humedad del suelo, humedad ambiental, iluminación y medidas anemométricas). Este modelo de agricultura de precisión empleará maquinaria fija y móvil que se geolocaliza a través de GPS.
Los sensores proporcionarán información del rendimiento de una cosecha, al mismo tiempo que miden las variables climáticas del terreno. La Agricultura de Precisión facilita el seguimiento y evolución de los cultivos, la ubicación en las parcelas de cultivo y el control de los costes del proceso. Además existe la posibilidad de la optimización de los fertilizantes y demás productos fitosanitarios. Con estos sistemas los agricultores podrán decidir, según las necesidades del suelo y otros parámetros utilizados en la agricultura, en qué momento, en qué cantidad y qué lugar exacto debe el agricultor aplicar insumos agrícolas. Así conseguimos una agricultura más ecológica y una importante reducción en los costes.
La integración entre todos estos actores agrarios puede llegar a ser sorprendente: los tractores son autoguiados por la información recogida. Algo así como una gestión de flotas pero ahora del campo.
Y para finalizar, ahora se habla con intensidad de las “Smart Cities” donde hay mucha literatura y esperanzas puestas. Yo reivindico aquí y ahora los “Smart Pueblos”. No se molesten en buscar el término en Google, es cosecha propia. Es el campo digital y conectado. Donde la densidad de población es baja, pero el conocimiento no. No es un mundo ideal, todo lo contrario. Si en el siglo XX fue el tractor y el estabulado de los animales las grandes innovaciones, ahora será la red móvil, los sensores y la aplicación informática, que te dice qué hay que hacer para que la cosecha sea propicia. Es la herramienta que soporta la memoria del agricultor. Que ayuda a tomar decisiones de negocio, que desarrolla nuevos servicios. Que conecta la ciudad con el mundo agrícola. Que nos hará llegar el mejor de los productos a nuestra mesa.
Así pues, nos vemos aquí, en el campo.

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