Lecturas “líquidas” para un tiempo de transición

Este fin de semana termina la Feria del libro de Madrid que, a sus 77 años, tiene el mérito de ser única en su género, a un tiempo cosmopolita y castiza, cita obligada para visitantes de variopinto origen y “maravillosamente pueblerina”, como la define la escritora Rosa Montero. Acogedora y contradictoria, aspira a ser “inteligente, digital y sostenible”, aunque los sellos exclusivamente digitales no tienen cabida en el evento y uno de los invitados estrella este año, Mike Shatzkin, reconocido experto en el sector editorial, asegura que dentro de veinte años ya no existirá este tipo de ferias. El lector en la era digital tiene la clave.

Cierto es que quienes hace décadas auguraron el inminente final del libro en papel no acertaron. La mayoría de los lectores sigue confesando su preferencia por el libro tradicional, tal y como recoge el último informe sobre la Sociedad digital en España de Fundación Telefónica, con un 77 por ciento de usuarios frente al 27,3 por ciento que utiliza el libro digital. También las editoriales siguen mayoritariamente centradas en el formato físico al que dedican casi el 70 por ciento de la producción editorial. Sin ir más lejos, en su pasada edición, la Feria de Madrid facturó 8,8 millones de euros con la venta de 600.000 ejemplares.

Sin embargo, el soporte digital va ganando adeptos y, aunque su evolución no ha sido la esperada, ya hoy tres de cada diez libros editados en España pertenecen a este formato. Más aún, si analizamos las estadísticas en detalle, encontramos un perfil de lector digital más voraz que su homólogo analógico, al menos en lo que se refiere a número de títulos consumidos anualmente. Destaca, según el informe anual del libro digital 2017 de Libranda, la consolidación de las plataformas de suscripción de libros electrónicos, que el año pasado crecieron un 46 por ciento y ya generan más del 5 por ciento del negocio. Estas plataformas (Nubico, Kindle Unlimited, 24Symbols, Scribd, Skoobe, etc.) retoman una práctica muy popular en los años sesenta, cuyo éxito se ha hecho patente en otros ámbitos de la cultura digital, como la música (Spotify) y el sector audiovisual, con el consumo de películas o series (Netflix). En este modelo los usuarios pagan una cuota mensual para acceder a la lectura de un amplio catálogo de libros digitales que, en el caso de Nubico (uno de los principales servicios de suscripción en lengua española) supera los 30.000 libros y más de 50 revistas.

Desde una perspectiva más cultural que bibliófila, quizá habría que preguntarse qué entendemos por “libro” y a qué nos referimos cuando hablamos de “lectura digital”. Al menos ésta fue la propuesta del evento organizado por Espacio Fundación Telefónica que tuvo lugar el pasado mes de abril, con motivo de la presentación del Anuario AC/E de Cultura Digital, un documento de referencia para el seguimiento de la transformación del sector bajo el impacto de Internet.

Bajo el lema “Cultura inteligente, transformación digital en el sector cultural” la jornada se inauguró con una reflexión sobre “El lector en la era digital”, seguida por un panel de expertos que repasó bondades y limitaciones de nuevas fórmulas para contar historias en una época bautizada por los asistentes como “edad de oro” para la creación de contenidos. No se trata tanto de un duelo de formatos, como de la aparición de nuevos espacios de lectura que convierten al ciudadano en un “lector de transición” entre el mundo analógico y digital. Y es que aunque haya a quien tal vez no le interese adquirir un eReader es difícil que no hojee a diario la prensa en el móvil.

En este contexto se dan algunas paradojas particularmente curiosas. ¿Sabíais que en las bibliotecas el servicio estrella es el de préstamo de libros pero el menos popular es precisamente su homólogo digital? ¿O que el acceso a los eBooks se realiza principalmente a través de tabletas que han ganado la partida a los dispositivos de lectura especializados? Por otra parte, nuestro país se encuentra a la cabeza en el número de terminales móviles por habitante, pero vamos a la zaga de nuestros vecinos europeos en cuanto a competencias digitales, lo que nos hace especialmente vulnerables frente a la información tendenciosa que pulula por la Red.

Al margen de ello, en un ámbito en el que la experiencia de lectura se relaciona directamente con las características de la edición, la redefinición del concepto de “libro” viene auspiciada principalmente por actores ajenos al sector editorial y se diluyen los límites entre información y entretenimiento, en un elenco de productos culturales de lo más variopinto.

Es aquí donde cabe preguntarse si entendemos por “libro” y estamos dispuestos a considerar “lectura” las siguientes prácticas:

  • Lecturas enriquecidas: junto al texto se presentan archivos de audio y vídeo con elementos interactivos en un contexto de juego, especialmente dirigido al público juvenil e infantil. Éste es el segmento al que también se dirigen las historias con realidad aumentada en las que los personajes cobran vida y se desdibuja la frontera entre lectura y videojuego, al estilo de la colección "Cuentos para emocionarse”, publicada en 2017 por Parramon, junto a propuestas sobre textos clásicos como “Alicia en el país de las maravillas”. La estela de los “game-books” se completa con las denominadas narrativas interactivas que importan del mundo de los videojuegos la posibilidad de participar en la historia en distintos grados, según la destreza (y la edad) de los pequeños lectores.
  • Narrativas transmedia y crossmedia: el relato vive más allá del texto y es asumido por los lectores o esparcido por el autor a través de distintos formatos, canales y plataformas, lo que da lugar a múltiples obras derivadas o incluso a una historia paralela. "El silencio se mueve” de Fernando Marías fue el primer ensayo español crossmedia, mientras que “El ministerio del tiempo” es un ejemplo típico de narrativa transmedia.
  • Lecturas geolocalizadas: la historia creada por el autor varía en función de la ubicación del lector, detectada por el sensor GPS de un eBook preparado para servir distintos contenidos a cada usuario. En esta línea hay varias experiencias que buscan poner en contacto a libros y lectores a través de la ubicación del relato. No podían faltar propuestas colaborativas como la de la plataforma Bookcities, que permite buscar obras ambientadas en determinadas ciudades y recomendar títulos a otros lectores asociados a su localización.
  • Lecturas vivas en las que es el libro y no el lector quien se ocupa de hacer realidad aquello de que para una misma obra hay tantas lecturas como lectores. En este caso es la propia historia quien cambia para adaptarse a las circunstancias del usuario (hora, tiempo de lectura, avance…). Este nivel de personalización lo llevan al extremo experimentos como el desarrollado por estudiantes del MIT que busca trasladar al lector las emociones de los personajes a través de un chaleco.
  • Audiolibros cuyo resurgir viene aupado por el éxito de los podcasts, y cuentan en la actualidad con la friolera de 4000 títulos. Probablemente éste es el ejemplo más claro de reinvención sobre experiencias pasadas al calor de nuevos hábitos que añoran la compañía de una voz que nos cuente una historia mientras realizamos cualquier otra actividad. Un formato que nació con la radio y que retorna ahora en versión digital.

Todas ellas son fórmulas que por el momento compiten a distancia con el tradicional libro en papel. Sin embargo, son propuestas que se ajustan mejor a los hábitos de consumo de un ciudadano obligado a desterrar de su vida cotidiana la estampa del sillón de orejas y la lectura lineal pausada. Como contrapartida, han surgido nuevos espacios de lectura que trastocan los hábitos de consumo tradicionales y explican el éxito de géneros como el del microrrelato o las historias difundidas vía chat que permiten disfrutar de la trama a golpe de mensaje mientras nos trasladamos en transporte público.

En definitiva, en todos los ámbitos de nuestra vida prima lo efímero y lo instantáneo y, por ello, somos lectores promiscuos y multimodales. La lectoescritura que nos ha acompañado con distintas variantes desde el inicio de nuestra civilización, una vez más, se transforma con nosotros. Porque si, como decía Z. Bauman, la sociedad moderna es “líquida”, por fuerza nuestras lecturas también han de serlo.

Imagen: Kitty.eden

Actualmente trabajo en Sistemas de Información en el desarrollo de soluciones ECM y colaboro con la UCM como docente. He publicado algunos artículos sobre el sector editorial, un tema que comenzó a llamarme la atención en los cursos de doctorado e hizo que me licenciara años después en Ciencias de la Documentación. Éste es el ámbito en el que he desarrollado mi actividad profesional en distintas empresas públicas y privadas durante las últimas décadas Me interesa todo lo relacionado con cultura digital además de viajar, algún deporte y, sobre todo, disfrutar del máximo tiempo posible con mi gente.

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