En el empleado de 2018 se busca la interiorización de los nuevos valores digitales

Somos testigos de profundos cambios. La tecnología avanza cada vez más rápido y aspectos que casi hasta ayer nos parecían ciencia ficción pasan pronto a engrosar el pasado. La sociedad evoluciona y las empresas cambian sus procesos y modelos de negocio para adaptarse al nuevo modo de entender el valor y las relaciones. Y, como no podía ser de otra forma, nuestra forma de trabajar también está cambiando; dejamos definitivamente atrás los usos propios de una era industrial para adentrarnos en un modelo más abierto y eficiente, más acorde al reto actual.

La tecnología creará nuevos empleos… y destruirá otros

Robots, realidad virtual, inteligencia artificial… son para muchos sinónimos de amenazas para el empleo. Como C3P0, ese entrañable mayordomo experto en protocolo intergaláctico, en 2018 veremos decenas de robots que usurparán con más gracia y efectividad las funciones tradicionalmente reservadas a los humanos. Sin embargo, las máquinas no se crean solas. Detrás de cada actividad que realiza una máquina hay cientos de profesionales que diseñan y programan para conseguir que eso suceda. El miedo al cambio es tan antiguo como el hombre y en cada generación hay quien ha visto “al diablo” en cada nuevo invento.

Es evidente que muchos empleos desaparecerán y no es difícil aventurar cuáles van a ser. Pero habrá nuevas oportunidades para quienes sepan escuchar y reconocer las demandas del mercado. En el informe Un Futuro que funciona: automatización, empleo y productividad, McKinsey sugiere que unos 375 millones de trabajadores en todo el mundo tendrán que cambiar de ocupación y aprender nuevas habilidades porque un 60 por ciento del trabajo es susceptible de ser automatizado, si bien asegura que solo el 5 por ciento de ellos se podrá eliminar por completo.

Debemos estar dispuestos a ciertos cambios así que, en 2018, más que con escasez de empleos, puede que nos encontremos con escasez de habilidades para cubrir los puestos de trabajo. Habrá que formarse para poder responder a ellas. La buena noticia es que las oportunidades de formación en la era digital son infinitas.

Se impone un nuevo modelo de relación basado en otros valores

En la era digital la experiencia cobra fuerza por oposición a la posesión y a la compra. La emoción y el trato personalizado se erigen en las claves del nuevo modelo de relación. Y no solo entre consumidores y marcas, también entre empresas y empleados.

Las empresas están comprendiendo que las personas son estratégicas y no un simple recurso. Y que para retener el talento, básico en tiempos de incertidumbre, tienen que ser más flexibles, más generosas y menos “transaccionales”. Se impone una relación construida sobre valores como la emoción, la transparencia y la sinceridad. Pero también sobre la colaboración con mayúsculas, con gestiones por objetivos que premian no solo al individuo sino también al grupo. Diversidad, responsabilidad social corporativa (RSC) y conciliación son hoy palabras de uso frecuente y lo serán aún más en 2018.

Por su parte, el empleado deberá aportar talento y creatividad, llevar las riendas de su actividad y de su actualización profesional para encontrar y potenciar aquellas competencias y habilidades que lo hacen más competitivo. Asimismo, tendrá que conocer y fomentar el desarrollo de redes profesionales que permitan crear relaciones de valor para él y para su empresa. Yo diría que, para un profesional que se precie, compartir en las redes lo que es, lo que hace y lo que aprende, en 2018 será casi obligatorio.

Y todos, empresa y empleados, tendrán que ser cada vez más flexibles. No solo para trabajar en cualquier lugar, sino en cualquier formato de relación laboral. El teletrabajo y el smart working van en aumento, al igual que el número de trabajadores por cuenta propia, los autónomos o freelances. En EE. UU. los autónomos ya representan el 36 por ciento de la población activa y se prevé que serán mayoría en 2027. Las grandes empresas comienzan a hacer uso de profesionales independientes para llenar vacíos de talento. De hecho, lo hicieron un 26 por ciento más en 2017.

Quien no aprenda a aprender no podrá trabajar

En 2018 oiremos hablar con más intensidad de learnability y empleabilidad indistintamente, porque la capacidad de aprender de todo y de todos es ya una de las capacidades más valoradas por las compañías. Hasta ahora la probabilidad de acceder a un buen empleo dependía de los conocimientos y competencias; hoy somos conscientes de que casi nada de lo que sabemos hacer en este momento será suficiente mañana. Por eso cobra valor no solo la capacidad de aprender, sino de hacerlo activa y constantemente.

Continuar siendo valioso en el mercado en años venideros pasa por tener una gran vocación autodidacta porque se trata de “hacer camino al andar”. La clave consiste en establecer como hábito el aprendizaje continuo y ser capaces de sacar el máximo conocimiento de la interacción con jefes, compañeros, clientes, proveedores y competencia en cada experiencia diaria. Las empresas comienzan a incorporar learning advisors para cambiar el paradigma de formación desde el modelo “catálogo de cursos” hacia un escenario más amplio de situaciones formativas. Y habrá que dar la talla.

Disfrutar de lo que se hace, un salvoconducto del futuro profesional

Las empresas están nerviosas por un consumidor exigente que busca relacionarse con ellas desde la emoción y al que no pueden responderle con “profesionales correctos” sin más. Y resulta que una de las causas más directas de un rendimiento ni fu ni fa es la falta de pasión en lo que se hace, fruto muchas veces de la falta de valoración del proyecto que los trabajadores se traen entre manos.

Cuando una ocupación satisface a quien la realiza, el resultado se nota y mucho. Quienes saben enamorarse de sus tareas, quienes saben disfrutar del proceso tanto o más que del resultado, quienes priorizan el valor aportado y relegan a un segundo plano otras cuestiones son quienes dan el salto a la excelencia. Ellos siempre tendrán hueco allá donde lo busquen.

Surge una nueva economía centrada en las necesidades de los demás, en hacer más fácil la vida de compañeros, jefes y clientes. Quienes no estén comprometidos con esta filosofía comenzarán sin duda a pasarlo mal. Como bien afirma Victor Kuppers, hay personas bombilla, que iluminan todo y otras que van apagadas por la vida. La actitud es un factor multiplicador de resultados.

Por muchas capacidades y habilidades que alguien posea, el factor que marca la diferencias es, sin duda, la actitud. Y, en un contexto en el que todo está por aprender, cada vez tienen menos peso estudios, currículums, experiencias previas y honores. Cada vez importa más cuántos watios luce cada uno.

Imagen: Andu02/pixabay

Ingeniera de Telecomunicaciones y especialista en Transformación Digital en Telefónica Empresas. Ayuda a las pymes a incorporar con rentabilidad la tecnología. Comparte lo que aprende como blogger, profesora y conferenciante.

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