Afortunadamente no va a ser tan rápido, pero puede pasar antes de lo que esperas. Lo dice un estudio de la Universidad de Oxford, que indica que el 47 por ciento de los empleos podría ser ocupado por robots dentro de veinte años. ¿Os imagináis llegar a casa y contar: “Cari, me han cambiado por un robot; se veía venir, el tipo arreglaba la máquina de café, el ordenador y terminaba el informe al mismo tiempo, desayunaba a solas con la fotocopiadora y me miraba raro…"?
Bromas aparte, esto empieza a ser preocupante, pero lo es más culpabilizar al robot o a “la tecnología” de lo que pueda suceder con nuestro empleo o con el futuro de la humanidad. Intentaré explicarlo.
Geeks futuristas y tecnófobos
Desde hace años, me encuentro en medio de un debate entre los optimistas digitales y los tecnófobos. Y empiezo a estar aburrido de sus peleas infantiles y sus argumentos pacatos.
Los primeros, “los modernos”, los geeks, me recuerdan cada día más a los futuristas de principios del siglo XX (del XX, sí) que con su manifiesto nos querían hacer creer que lo moderno y las “nuevas” tecnologías eran todo bondad. Se equivocaron por un par de guerras mundiales de nada…
Y los segundos, mecanofóbicos perdidos, con sus miedos al cambio, sus resistencias y su demonización de cualquier avance o tecnología que les altere su profunda siesta resultan cansinos.
Buda decía que "el camino intermedio abre los ojos, produce conocimiento y conduce a la paz” pero, en este caso, ambos se equivocan desde el origen porque ceden el poder a algo que no tiene entidad propia: la tecnología.
En los últimos años, he tenido la oportunidad de poder entrevistar a muchos emprendedores tecnológicos. En todos ellos encontré un denominador común, un impulso especial para desarrollar sus proyectos, una necesidad de compartir algo que ayudara a otros usando como herramienta la tecnología. Me acuerdo de una app que permitía localizar y rescatar a alguien en peligro; de un sofware para el entorno de personas con alzheimer o de otro para ahorrar energía cuidando el planeta como si de un juego se tratase.
Hace falta una profunda motivación para dedicar tantas horas, en ocasiones no sólo a a tiempo completo, sino una vida entera a investigar y luchar por un proyecto. Y la razón final que he encontrado es la de ayudar a otros a mejorar sus vidas -en grandes o pequeños aspectos – o conseguir que sufran menos. Y claro que se dedica también un montón de dinero y recursos para desarrollar tecnología que permita perpetuar o lograr más poder e incluso que mate mejor pero no es el fundamento que mueve a la mayoría de las personas.
“La tecnología” arrastra mala fama desde la antigua Grecia y su mito de la Atlántida: parece que por culpa de ella los seres humanos se echaron a perder y que ahora estamos en una situación parecida. Pero no era un problema de tecnología, sino de personas y del mal uso que supuestamente hicieron de ella.
Aún así, para muchos sigue siendo la mala de la película, como responsable de incontables males: algunos dicen que nos hace idiotas, otros que las máquinas controlan y manipulan la maltrecha economía, los hay convencidos de que los drones nos vigilan sigilosamente o de que los hackers nos espían sin conciencia ninguna. Menudo panorama…
Pero la clave es la intención con la que se utiliza la tecnología: ¿es usada para construir o para destruir? Y ésa es una elección que hacemos siempre nosotros, las personas, incluso como usuarios o consumidores. Pero darle entidad propia a “la tecnología” nos facilita uno de los deportes preferidos por los seres humanos –Olímpico en España-: no asumir la responsabilidad cuando la tecnología muestra su peor cara: así, “la tecnología” es la que mata, la que ataca sistemas, las máquinas son las que nos llevan a las crisis o el Whatsapp es el que rompe parejas… Dejemos de engañarnos: la tecnología no tiene ese poder, somos las personas, al menos de momento.
Un robot se ha comido mi sopa
La sopa no creo, porque lo cortocircuitaría, pero la amenaza está ahí, no sólo por el estudio de la Universidad de Oxford: también nos cuenta Gartner que para 2014 tendremos un boom de las smart machines (robots de los listos para entendernos). Mirad lo que pronostican:
“Las máquinas inteligentes incorporan sistemas cognitivos y de conocimiento que permiten sustituir al ser humano no sólo en procesos manuales, sino en la toma de ciertas decisiones. Una smart machine tiene cinco características: incorpora conocimiento social colaborativo para mejorar su toma de decisiones; está basada en algoritmos de inteligencia artificial que incorporan aprendizaje, entendimiento del lenguaje natural y se adaptan al contexto; incorpora escala y es capaz de soportar miles de nodos interconectados; toma decisiones en base a múltiples contenidos como video, contexto, social etc. y tiene unas características hardware muy especiales como sensores, memorias ultrarrápidas o procesadores especiales. La gran revolución para el año 2014 es que este tipo de sistemas está ya aquí y a un coste asequible.”
Ups, da miedo… Puede que en menos tiempo del previsto sean de verdad las máquinas las que empiecen a controlarlo todo como nos anticipó Matrix, pero hasta que alguien me demuestre que quienes toman esas decisiones son extraterrestres, la responsabilidad de lo que pase con nuestra sopa es todavía cosa nuestra.
Imagínatelo
Aunque tampoco es bueno engañarse por más tiempo y no hace falta que te tomes la pastilla roja para poder verlo. Da gusto ver cómo funciona la fábrica que produce hoy los mejores coches del mundo: Tesla, aunque muchos ya han perdido su empleo. Otros pronostican que la hibridación será una realidad en diez años -y no estamos hablando de las GoogleGlass-, hoy es posible fabricar un genoma humano sintético desde cero, y algo muy repetido es que el futuro será controlado por las máquinas.
Pero dejémonos de profecías o amenazas y pongámonos manos a la obra sobre la parte que podemos manejar, que es casi toda. Sin duda, muchos trabajos mecánicos van a ser sustituidos progresivamente por robots, pero al mismo tiempo va a ser una oportunidad de desarrollo para todos. Y, claro, un día llegará el temido sustituto robot… Menos mal que las baterías no le durarán mucho y podremos recuperar el puesto mientras se recarga, los días que se ponga pesado le podremos pegar un resfriado con un pen drive, y hasta le llamaremos ¡enchufado! sin que parezca un insulto.
¿Lo veis? Un robot nunca sería capaz de decir tantas tontunas seguidas… Como conclusión, entender que la tecnología somos las personas, simplifica mucho las cosas. Einstein decía que las dos únicas cosas infinitas son el universo y la estupidez humana, pero él mismo nos demostró que hay una tercera: el ingenio. La tecnología no existe, es sólo un lenguaje más que nos permite a los humanos expresarnos y que, si somos capaces de ponerle buena intención, nos permitirá evolucionar hacia un mundo mucho más interesante, que estará, exclusivamente, al servicio de nuestra imaginación.
Imagen: Fotolia

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