Esta vacuna es el paradigma del progreso científico-técnico del siglo XXI. Si hacemos memoria, el coronavirus fue identificado genéticamente en Wuhan hace apenas un año, a finales de 2019. Poco después, en marzo, la OMS declaraba la pandemia. En este momento ya está en marcha la vacunación del COVID.
Lo habitual sería haber tenido que esperar no menos de 36 meses hasta disponer de alguna opción idónea. Pero nos encontramos ya con más de 73 proyectos de vacunas en diversas fases de ensayos clínicos, y varias vacunas aprobadas. Hay una estrategia común en la Unión Europea, que se declina en España, con el objetivo de conseguir una inmunidad de rebaño a mediados de 2021.
Las mejores mentes han trabajado incansablemente para ofrecernos la vacuna a pie de laboratorio. Ahora nos enfrentamos con el tramo final. El reto no es menos ambicioso: que todos, cuando llegue nuestro turno, seamos pinchados dos veces en menos de un mes, con un seguimiento posterior, en caso necesario. Es importante contar con una estrategia de vacunación.
Tecnología para la administración de la vacuna
Por ello, quisiera explicar que la vacunación del COVID debería acompañarse de una tecnología digital en su administración. Y no es puro marketing: nuestra salud y la economía del país dependen de ello.
De la misma manera que vivimos en un mundo conectado de objetos -nuestro smart watch cuenta los pasos o se localizan los vehículos de Uber y tenemos contadores inteligentes en nuestras casas-, deberíamos pensar en una "smart vacuna". Su gran relevancia lo requiere.
Trazabilidad extremo a extremo
Se trata de una vacuna que deberá recorrer miles de kilómetros y pasar por distintas manos, lo que requiere garantía de que se mantienen las condiciones ambientales durante todo el trayecto en rango y que, en caso de fallo, seamos capaces de detectarlo a tiempo y actuar.
Existe una necesidad de trazabilidad extremo a extremo a la hora de garantizar las condiciones de almacenamiento desde el momento en que abandona el laboratorio hasta el de su entrega en neveras en el punto de administración.
Calendario digital de vacunación
Pero no solo es clave la trazabilidad física, sino también establecer el momento preciso de su administración: asignar el cuándo y el dónde a cada persona que vaya a ser vacunada. De esta forma se garantiza un proceso ordenado, priorizado, automatizado y multicanal de contacto con los colectivos de vacunación. Así, se evita el colapso de los teléfonos de atención sanitaria, que se desperdicien dosis o, peor aún, que los vacunados no reciban a tiempo el segundo pinchazo. Debería generarse este calendario digital que nos informe de cuándo seremos previsiblemente vacunados.
No es algo baladí.. Habrá, además, colectivos que precisen de un seguimiento pormenorizado tras su administración, en previsión de reacciones adversas. En la vacunación del COVID se dice que el retraso es dejadez o inoperancia de unos y otros y que se podría vacunar a miles de personas en un mismo lugar y día. Pero no es tan fácil… ¡hay que conseguir que miles de los candidatos idóneos se pongan en la cola de una hipotética lista virtual!
Herramientas digitales para los sanitarios
Tampoco podemos olvidarnos del sanitario que administra la vacuna. En la estrategia actual se habla de Centros de Atención Primaria, pero lo cierto es que las primeras administraciones ya tuvieron lugar fuera, en residencias.
Igual que no querríamos que a ningún técnico le faltara el apoyo de un terminal para realizar su trabajo, lo mismo debería ocurrir en este caso. Los sanitarios deben disponer de una herramienta de productividad. Pienso en un dispositivo, seguramente móvil, conectado con los sistemas de información hospitalaria (HIS) regionales.
Certificado inmutable del proceso
Éste proporcionaría la información -y formación- suficiente sobre cómo debe ser el proceso de vacunación e identificaría a la persona que debe recibir la inyección. En última instancia podría generarse un certificado inmutable del proceso para entregar al paciente.
Concienciación de la opinión pública
Y, para terminar, no podemos olvidar a la opinión pública. Detrás de todo el proceso de vacunación del COVID no puede haber un simple sitio web o una serie de cuentas en redes sociales a favor. Requiere toda una estrategia de contenidos cuyo objetivo final sea desactivar y contrabalancear los bulos e informaciones interesadas o maliciosas de terceros respecto a la vacuna.
La población necesita píldoras informativas a través de medios digitales, pero también en espacios comunes como las escuelas.
Nunca es tarde para hacer las cosas mejor
Os preguntaréis por qué escribo esto ahora… si no es demasiado tarde. ¿Nos podemos conformar con las herramientas habituales de vacunación y el uso de los actuales sistemas sanitarios? ¿No llevamos ya casi un millón de vacunas administradas? Yo diría que no. Las herramientas digitales descritas pueden ser total o parcialmente incorporadas al plan, ya que no son excluyentes entre sí.
Porque puede que podamos comenzar sin ellas… pero no podremos terminar a tiempo si se ignoran. Y quizá, más todavía, porque se ciernen riesgos adicionales, muchos de ellos aún desconocidos. Pensemos en errores de almacenamiento en lotes, nuevas mutaciones que obliguen a generar vacunas adicionales y tal vez desechar dosis de las antiguas, revacunaciones que compliquen el calendario previsto o la necesidad de trabajar con cualificaciones masivas de colectivos alternativos bien formados que complementen a los sanitarios.
En definitiva, hay un largo etcétera de razones que justifican que paremos un instante, recapacitemos y complementemos nuestra estrategia de vacunación con el apoyo del mundo digital.
Imagen: geralt/pixabay

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