Michael Porter, considerado padre de la estrategia corporativa, dice que una empresa tiene tres posibles estrategias para conseguir una ventaja competitiva o, lo que es lo mismo, tres maneras de generar un valor mayor para sus clientes que sus competidores. Una de ellas es la formación continua, pero veámoslo:
- Liderazgo en costes: capacidad de ofrecer los mismos productos que los competidores pero a un precio menor para los clientes.
- Diferenciación de producto: capacidad de ofrecer a los clientes productos con beneficios únicos.
- Foco en segmento: capacidad de identificar y conocer perfectamente las necesidades de un nicho significativo de clientes para ofrecerles el producto o servicio más adecuado para sus necesidades.
Plan de formación continua
Por tanto, si una empresa forma a sus empleados para que sean más eficientes, capaces de innovar y de pensar de una manera diferente y que conozcan perfectamente las necesidades de sus clientes, estará consiguiendo una enorme ventaja competitiva en el mercado.
Es cierto que la formación en las empresas tiene un coste, muchas veces bastante elevado, pero como decía Henry Ford “solo hay una cosa más cara que formar a un trabajador y que se vaya: no formarlo y que se quede”. La frase resume perfectamente una evidencia: cualquier empresa quiere contar con los mejores y para ello -y más aun en un entorno tan volátil y complejo como el actual donde lo que aprendemos hoy se queda obsoleto mañana por la mañana- es necesaria la formación continua.
Sin embargo, la formación no siempre es la panacea porque en ocasiones hay problemas que no pueden resolverse simplemente con empleados más formados. Por ejemplo, en empresas en las que la alta dirección toma las decisiones de manera muy centralizada o a través de procesos ineficientes o poco claros es inútil pretender que los empleados puedan tomar mejores decisiones mejorando su formación porque el problema que impide a esas organizaciones ser ágiles y tomar decisiones acertadas no tiene nada que ver con la falta de capacitación de sus empleados.
Por tanto, es importante que la formación que se imparta en las compañías esté alineada con su estrategia y sirva para proporcionar a los empleados las capacidades necesarias para desarrollar dicha estrategia. Si la formación no tiene un propósito claro, probablemente acabará en fracaso. Porque los fracasos de muchas compañías no se deben a que tuvieran una estrategia errónea o mal construida, sino a una mala ejecución de la misma. También es importante acompañar la formación con las herramientas necesarias para que los empleados puedan poner en práctica lo aprendido. Obviamente no sirve de nada enseñar a un empleado a ser un experto en un programa informático que luego no va a tener a su alcance en su día a día.
La formación continua del personal de la empresa
En la actualidad son pocas las compañías en las que lo digital no constituye parte fundamental de su estrategia, de ahí que las empresas demanden cada vez más nuevos perfiles adaptados al entorno digital. Por ello, ya no vale con dotar a los empleados de una buena formación cuando se incorporan a la empresa, sino que es imprescindible la idea de formación continua como elemento diferenciador. Se buscan sobre todo perfiles con capacidad de adaptación para seguir estando a la última en un entorno en permanente cambio. Por eso, además de conocimientos, es imprescindible adquirir habilidades de comunicación, flexibilidad o trabajo colaborativo para trabajar en equipos cada vez más diversos y heterogéneos. Disponer de personas con formación técnica sólida junto con habilidades de relación y aptitudes abiertas al cambio es una gran ventaja competitiva para las empresas, que orientan la formación de sus empleados en ese sentido.
La formación de las empresas en colaboración con la universidad
En esta línea se encuadra el auge de las llamadas universidades corporativas, como la que tiene Telefónica en su propio centro formativo en La Roca del Vallés (Barcelona). En ellas se apuesta por que los empleados vayan dos pasos por delante de la competencia, de modo que la propia empresa ofrece una formación continua dentro de las últimas tendencias profesionales y, además, esto permite moldear los contenidos de la formación a las necesidades concretas de la empresa, fuera de los cursos impartidos en los centros tradicionales.
Como dice Simon Sinek, “nuestros mayores competidores revelan nuestras mayores debilidades”. Es decir, no se trata de derrotar al competidor, sino de mejorar uno mismo. Y qué mejor manera de hacerlo que con formación y aprendizaje continuo por parte de todos los miembros de la organización. De ahí que la formación de los empleados se considere una de las palancas más estratégicas que cualquier organización tiene a su alcance.
Imagen: Antonio Guerra

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