En mis dos últimos posts os transmitía la importancia de la educación como herramienta para cambiar el mundo y la importante labor que realizan, en ese sentido, proyectos como la Red de Cátedras Telefónica y ProFuturo. En los tiempos que corren es más necesario que nunca poder avanzar en un proceso de mejora continua y, en este sentido, vivimos también una transformación de la formación. Hoy voy a hablaros del libro de David Barreda, “El formador 5.0”, de LID Editorial, cuya intención es proporcionar “una serie de pautas que puedan servir de referencia y apoyo a la hora de preparar e impartir una formación”.
El papel de los formadores es fundamental en todas las sociedades. Todos tenemos en nuestra memoria a alguien que nos ha enseñado, inspirado o descubierto una pasión de la que luego hemos hecho nuestra profesión o afición. Como diría el poeta William Butler Yeats “la educación no es llenar un cubo sino encender un fuego”. Por otro lado, no hay mejor forma de aprender que ser formador.
Un nuevo paradigma educativo con mayor potencial
Está claro que la tecnología ha modificado la forma en la que nos relacionamos: cómo vivimos, nos comunicamos y también la manera en la que aprendemos.
Por otro lado, la vida útil del conocimiento, desde que se adquiere hasta que resulta obsoleto, se ha acortado. Ha pasado de durar prácticamente toda la vida a estimarse actualmente en meses. Incluso hay predicciones que señalan que el conocimiento se duplicará en 2030 cada 12 horas. Esta disponibilidad exponencial de información circulante y conocimiento disponible permite a las organizaciones y personas que logren optimizarlo obtener una ventaja competitiva.
En ese contexto, el aprendizaje es el combustible de los procesos de cambio, adaptación y supervivencia. Es preciso adaptar los modelos formativos a las distintas modalidades de aprendizaje: presencial, a través de eLearning e híbrido. Difieren en su implementación y en el desarrollo de la metodología.
Para ello son necesarios profesionales que faciliten la traslación de procesos formativos a las personas, que las ayuden a mejorar sus competencias y su capacidad de respuesta ante los nuevos tiempos, aprovechando las posibilidades que ofrecen los entornos presenciales y virtuales.

Retrato robot del formador 5.0
Ante la velocidad del cambio, se necesitan, por tanto, formadores 5.0. Este es su retrato robot que se dibuja en el libro:
- Son agentes de cambio. Facilitan los procesos de aprendizaje para que las personas puedan responder con agilidad y efectividad a las demandas del entorno y del mercado laboral.
- Diseñan y facilitan experiencias de aprendizaje. Se aprende lo que se vive. Es importante experimentar, descubrir, sentir y comprobar.
- Poseen una competencia profesional híbrida. Son capaces de generar sinergias entre el mundo físico y digital y obtener lo mejor de cada uno de ellos, con las personas como protagonistas.
- Son empáticos, asertivos, creativos y flexibles, es decir, reúnen valiosas habilidades blandas.
- Generan autonomía y responsabilidad. Favorecen en las personas el dinamismo, la proactividad y la transferencia del aprendizaje a sus vidas.
- Están conectados y en proceso constante de aprendizaje. Mantienen su entorno y red profesional de aprendizaje abierto y en desarrollo continuo.
En los tiempos que corren ser educador exige ser un “knowmad: tener competencias digitales, estar conectado, seguir preparándose siempre y compartir el conocimiento.
Como decía J.P. Grappin, el perfil del formador requiere cabeza, corazón y estómago. Esto es, conocimiento de la materia y capacidad para hacerla accesible a otros. También empatía para trabajar con personas con diferentes perfiles y saber sacar lo mejor de cada una. Y, por último, capacidad de conducir el grupo hacia un objetivo común, dejando margen de maniobra para los casos particulares y alinear los intereses colectivos con los individuales.
El formador 5.0 tiene que ser también un líder para conseguir la involucración y el compromiso de los alumnos con su propio aprendizaje, como protagonistas del proceso. La estrategia metodológica debe facilitar una buena experiencia de aprendizaje.
Una formación no es más que un proceso de comunicación, diseñado y estructurado para facilitar la consecución del objetivo de aprendizaje.
Experiencias de aprendizaje inolvidables
La propuesta de valor docente del formador 5.0 debe ser capaz de conseguir que el alumno pueda aplicar lo aprendido para mejorar sus capacidades y habilidades en su dinámica diaria. Deben ser unos facilitadores.
A semejanza del branding en las empresas, los formadores 5.0 deben tener su marca propia, dejar una huella inspiradora, establecer una relación “win to win”, como veíamos en el caso de los líderes humanistas.
Para ello, los contenidos deben configurarse de forma adecuada, en función de las necesidades (entorno, contexto y personas implicadas). Y, una vez definidos, transformarlos en una experiencia de aprendizaje, sin olvidar que tiene que ser algo vivo, dinámico, suficientemente flexible y con entidad propia.
La metodología aplicada debe ser también la adecuada: funcional, participativa y variada para que la experiencia resulte multimodal e inmersiva. Respecto a este último punto, hay diferentes opciones como la clase invertida o flipped classroom , la “gamificación”, el design thinking, los proyectos, las simulaciones o las prácticas reales en entorno profesionales. Se trata de llevar la imaginación al poder. Para ello resultan muy útiles los materiales didácticos digitales (MDD), que facilitan la interacción y la ubicuidad.
Y no voy a desentrañar más. Os animo a bucear en el libro de David Barreda para descubrir las herramientas que propone, hacer autocrítica, evaluación e interiorizarlas para poder desarrollar experiencias docentes inolvidables, que impacten en quienes las vivan.
Recientemente escuchaba a Maribel Verdú hablar de lo importante que es disfrutar de los proyectos en los que uno se embarca y me gustaría extrapolarlo: “pasadlo bien y disfrutad de vuestros proyectos formativos”.
Imagen: Tim Ellis

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