¿Vendemos naranjas o zumo de naranja? Esta cuestión en torno al fenómeno creciente de la “servitización” ha estado muy presente en Genera 2019, la feria internacional de energía y medioambiente, que se celebró a finales del mes pasado. En esta ocasión, a los tradicionales invitados de ediciones anteriores (empresas de cogeneración, gas, petróleo, carbón, geotérmica, eficiencia energética, hidráulica, eólica, solar, biomasa, etc.) se han sumado las empresas de servicios energéticos, entre ellas Telefónica Empresas con una propuesta de valor clara ante la imparable digitalización del sector.
El encuentro se convirtió en el mejor escaparate para mostrar el momento clave que vivimos en la expansión de las fuentes de energía renovables, un ámbito en el que la nueva normativa parece que finalmente juega a favor. Me refiero al autoconsumo y al tristemente famoso “impuesto al sol” que, junto con la falta de seguridad jurídica, ha lastrado al sector en los últimos años. El nuevo horizonte que se abre con la reciente aprobación del Real Decreto Ley 15/2018 permitirá relanzar el autoconsumo y abrirá nuevas vías para el desarrollo del sector de las energías limpias en España, además de contribuir a reducir el impacto medioambiental.
En este marco, participé en representación de Telefónica Empresas en la jornada técnica “Servicios energéticos y tecnologías eficientes para habilitar la transición energética”, organizado por ANESE (Asociación Nacional de Empresas de Servicios Energéticos), de la que Telefónica es miembro destacado.
La sesión arrancó con una revisión de las últimas novedades de la industria, en especial el envío por parte del consejo de ministros a la Comisión Europea del borrador del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030 (PNIEC). Este texto define los objetivos nacionales de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), la incorporación de energías renovables, la descarbonización de la demanda (electrificación) y medidas de eficiencia energética.
Los objetivos de dicho plan se pueden resumir en tres grandes cifras: la reducción del 21 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero respecto a 1990, la consecución de un 42 por ciento de uso de energías renovables sobre el uso de energía final y, en tercer lugar, una mejora de un 39,6 por ciento de la eficiencia energética del país. Sin duda, se trata de unos objetivos muy ambiciosos que deben ir acompañados de fuertes inversiones: en concreto, se estima que el proceso de modernización hacia una economía descarbonizada requerirá 236.000 millones de euros hasta 2030. Lo relevante es que, a diferencia de otras ocasiones, parece que por fin pasaremos de voluntades a números.
Una buena parte de estas inversiones deberá recaer en partidas de tecnologías de la información; de hecho, el común denominador de todas las ponencias durante Genera 2019 fue la digitalización del sector, como aspecto clave de la transición energética junto a la descarbonización, la electrificación de la demanda, la generación distribuida y la urbanización (cada vez más vivimos en ciudades).
Ejemplos de esta transformación digital son el uso de la las herramientas de big data y la inteligencia artificial, claves en la gestión de activos inmobiliarios. Las empresas se preguntan si sus inmuebles son eficientes, si gastan más o menos que los de la competencia, cómo pueden optimizar su consumo o en qué orden deben acometer las inversiones para esta transformación. O algo que a Telefónica Empresas le es muy cercano: ¿cómo afectan los nuevos tipos de conectividad IoT al modelo tradicional de las empresas de servicios energéticos? Y es que la irrupción de las tecnologías LTE-M o NB-IoT tiene un impacto mucho mayor de lo que podríamos pensar a priori. Al estar especialmente pensadas para un consumo de datos mínimo en el que la vida de la batería se mide en años se abre multitud de posibilidades en entornos descartados hasta la fecha.
Me refiero, por ejemplo, a contadores aislados, medidores en zonas de baja cobertura (sótanos, aparcamientos, arquetas con tapa metálica), alumbrado público punto a punto, entornos rurales, dispositivos sin acceso a la red eléctrica susceptibles de ataques de vandalismo, y todo ello con un coste unitario muy reducido que permite su implantación masiva. Este despliegue de sensores y contadores mucho más capilar supondrá, además, un cambio radical en la prestación de los servicios. Ya no será necesario ir a revisar un activo cada equis tiempo, sino acudir cuando el sensor indique que es necesario. Este paso de servicios reactivos a proactivos impacta en los modelos de negocio -sobre todo cuando los clientes tendrán acceso a la información, que es suya- y empieza a ser un requisito ineludible la existencia de un cuadro de mando común entre el cliente y la empresa de servicios energéticos. Todo ello redundará en un mejor servicio pero también en nuevos retos. La principal palanca de la gestión energética deja de ser el ahorro en exclusiva, y pasa a ser el mayor control sobre los procesos, que deriva en una mayor eficiencia y políticas óptimas de RSC (Responsabilidad Social Corporativa).
Desde luego jugamos sobre seguro si apostamos a que el próximo año en Genera 2020 la digitalización y las renovables tendrán cada vez más peso, y que los clientes cada vez querrán menos naranjas y más zumo de naranja.
Imagen: Mariely Hernández

Soluciones y Sectores
Te puede interesar
-
Kanto integra una nueva forma de pago en su Living App de Movistar Plus+
La Living App de Kanto es una de las experiencias digitales disponible en la sección "Apps" de Movistar Plus+. ...
-
"La transformación digital va de personas, no de algoritmos”
El “70 por ciento de los procesos de transformación digital fracasan” porque “el arte de transformar, inherente al ser ...
-
Futures Thinking: pensar futuros para transformar el presente
Aún recuerdo mi primera cámara fotográfica. Era una Kodak compacta, de bolsillo, que trajo mi tía de Alemania. Yo ...