¿Habéis visto “Los siete magníficos”? No, esa no, la otra. La de 1960 que protagonizaba Yul Brunner y tiene la mejor banda sonora de cine de todos los tiempos, sin exagerar.
¿Os la cuento? Siete hombres que viven al filo de la ley se unen para ayudar a unos pobres campesinos que son acosados por unos forajidos. Los malos, liderados por el pérfido Calvera, van a regresar cuando termine la cosecha para explotar el pueblo como hacen año tras año. Los campesinos, hartos de vivir esta situación, contratan a estos siete magníficos para que los defiendan.
Ya sabemos que los argumentos de cine no tienen por qué ser del todo verosímiles, ¿verdad? Porque si los campesinos ni siquiera tienen dinero para contratar a estos siete… ¿por qué no se buscan al Séptimo de Caballería, a los Cien Mil Hijos de San Luis o al Orfeón Burgalés?
Pues muy sencillo: porque para que una misión sea verdaderamente heroica debe ser obra de unos pocos. En los grupos numerosos siempre hay quienes se escudan en el "esto no es lo mío", en el "espera que se lo paso a otro" o, peor, empiezan a surgir grupitos de interés o, más grave aún, la estructura organizativa introduce una enorme burocracia en el proceso operativo.
Los equipos pequeños son más sencillos y directos: si alguien no hace todo lo que puede, el resto del equipo lo advierte y puede corregirlo. Y si uno de los componentes sufre, es muy sencillo que los demás empaticen con él. Por eso los equipos pequeños funcionan mejor que los grandes.
¿Y sabéis en qué modelo de trabajo se habla de equipos pequeños?, ¿lo habéis adivinado? Pues efectivamente, en DevOps. Y es que, igual que en Los siete magníficos, con independencia de que uno sea más hábil con el rifle o que otro lo sea preparando emboscadas, lo que verdaderamente es enriquecedor y mejora el resultado es la colaboración de todos los miembros para alcanzar el objetivo. Y lo que conocemos como compromiso deja de ser una meta para convertirse en un elemento más del día a día del trabajo.
Podría parecer fácil ¿no es cierto? Pero los más avispados ya os habréis dado cuenta de que esto no resulta sencillo para una gran organización: ¿Cómo una gran compañía con compartimentos estancos se convierte en un conjunto de pequeños equipos colaboradores?
La clave está en dos factores fundamentales:
- Actitud: como suele ocurrir, la actitud con “c” es mucho más necesaria que la aptitud con “p”. Y no solo en los individuos, sino especialmente en la organización, que debe aceptar cierta pérdida de control para permitir una responsabilidad autónoma por parte de estos grupos de trabajo.
- Carga de trabajo: como una imagen vale más que mil palabras, os invito a recordar el dibujo de la vaca que hay en las carnicerías. Eso que el carnicero llama “despiece” es lo que tenemos que hacer con el software. Con un nuevo desarrollo es más fácil. Pero, en cualquier caso, es necesario encontrar qué pieza (o piezas) del software va a necesitar mayor frecuencia de cambios que el resto. Por ahí debe comenzar el despiece.
Y… una cosa más. No es que el remake de “Los siete magníficos” de 2016 sea una mala película. Es que no es lo mismo que la antigua… Así que, si queréis ver la misma historia contada de una manera diferente, permitidme que os recomiende en su lugar la genial "Bichos, una aventura en miniatura" (A Bug’s Life, 1998) de Pixar o, para los iniciados, la versión original de Akira Kurosawa “Los siete samuráis” (Shichinin no Samurai, 1954).
Imagen: duncan c

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