Según el diccionario de la RAE la principal acepción de la palabra ferro, que proviene del latín ferrum es ancla de nave. Y la de vial, relativo a vía, calzada construida para la circulación rodada.
Ambos términos evocan la época en la que los más grandes ingenieros de la historia eran tan anónimos que solo sus obras han dejado testimonio de su excelente trabajo. Cualquiera de nosotros se queda atónito al contemplar el Puente romano de Alcántara erigido hace 1.900 años que se eleva 48 metros por encima del río Tajo y aún en perfecto estado de utilización.
Hay cientos de ejemplos de construcciones de la época alto-imperial que aún están en pie en todos los países que baña el mare Nostrum, Europa continental y las Islas Británicas. Uno de los más hermosos del mundo es el Teatro romano de Mérida. En este caso no se trata de una edificación que se haya mantenido intacta durante siglos sino que sus piezas se desenterraron y el teatro se reconstruyó como un puzzle en el siglo XX. Aunque quedó incompleto, el resultado es un conjunto artístico asimétrico e imperfecto de una belleza extraordinaria. Quien haya podido sentarse en sus gradas por la noche a contemplar una obra de teatro durante su famoso festival del mes de julio, sabrá que es una de las mejores experiencias artísticas posible.
Catorce siglos después de la construcción de aquellas obras maestras, en una ciudad del noroeste de Italia se abrió a concurso el cierre de la cúpula de su catedral, que llevaba cincuenta años destechada. Supongo que los feligreses y el clero estarían hartos de mojarse durante las celebraciones sacramentales y exigieron una solución inmediata. Fuera como fuere, propició que surgiera con el brillo de cien soles la genialidad del hombre renacentista.
La construcción de la cúpula de la Cattedrale di Santa Maria del Fiore presentaba dos problemas irresolubles para la tecnología de la época: primero, ¿cómo subir a más de 50 metros de altura las miles de toneladas de piedra y millones de ladrillos necesarios? Y segundo, ¿cómo construir la cúpula de mayor diámetro del mundo sin que se desplomase? Uno de los concursantes llegó incluso a plantear rellenar la catedral de tierra y hacer el molde de la cúpula apoyándolo en la semiesfera que sobresaliese.
Inesperadamente fue un vecino de Florencia, que no era arquitecto sino orfebre, quien ganó el concurso, se metió en el bolsillo al ayuntamiento florentino y escribió una de las páginas más brillantes de la arquitectura como autor de la cúpula más hermosa del mundo. Las soluciones que puso en práctica Filippo Brunelleschi supusieron unas innovaciones de tal magnitud que merecen una lectura pormenorizada.
Seiscientos años más tarde, en 2017, el mismo espíritu innovador permite que Ferrovial, una de las compañías más importantes del mundo de las infraestructuras, siga abordando retos insólitos hasta hace poco tiempo. En palabras de su primer ejecutivo: “la innovación es esencial para nuestra empresa y una forma de diferenciarnos de nuestros competidores”. Por eso, desde hace más de seis años Telefónica y Ferrovial comparten intereses comerciales y están ampliando su relación a través de iniciativas de desarrollo global, gobernanza e innovación. Ambas entidades saben que necesitan de la inteligencia que hay fuera de sus organizaciones para crecer, así que han optado por ecosistemas de innovación abierta: Open Future y Digital Hub.
La innovación se aplica con éxito a todos los eslabones de la cadena de valor de Ferrovial: desde el diseño, la financiación y la construcción, hasta la operación y mantenimiento de infraestructuras, es decir, al ciclo completo.
Igual que el maestro Brunelleschi y los geniales arquitectos romanos, la rama de Construcción de Ferrovial innova en aspectos tan sorprendentes como anticipar los movimientos del terreno debido a la construcción de túneles y sus efectos sobre construcciones adyacentes (tunnelling) o a la hora de predecir los movimientos de tierra de temporada y sus efectos sobre la capacidad de servicio de los pavimentos. El reconocimiento de la industria y del pasajero es uno de los mayores éxitos de su división de Aeropuertos, quizá gracias a proyectos como Noise to energy que, en colaboración con el MIT y el Aeropuerto de Heathrow, desarrolla un sistema que permite capturar el ruido emitido por los aviones en el aeropuerto y convertirlo en energía eléctrica. Mención aparte merecen el proyecto que la división de Servicios lanzará en la ciudad inglesa de Plymouth que permitirá a sus residentes, a través de la aplicación móvil Changify, no solo informar de cualquier incidencia mediante fotos y mensajes a los responsables del mantenimiento de las calles, sino también opinar sobre qué actuaciones son prioritarias o más urgentes o la revolucionaria autopista LBJ Express al norte de Dallas, EE. UU., con su sistema de tarificación dinámica que permite que aquel conductor que ruede por sus managed lanes, o carriles de peaje exprés, se beneficie de tarifas que se ajustan en función de la media de velocidad o del número de vehículos que quieren utilizar dichos carriles (así, fuera de las horas punta, las tarifas descenderán respecto a los momentos de mayor tráfico), lo que garantizará a los conductores realizar sus desplazamientos habituales de la forma más óptima. Innovación en estado puro también en la rama de Autopistas.
Esta forma de hacer de Ferrovial es uno de los ejes principales de la renovación del acuerdo con Telefónica, cuyo objetivo es seguir innovando juntos, aprovechar la tecnología como palanca para la innovación y las oportunidades de la transformación digital a través de soluciones digitales que aporten valor añadido al negocio. Telefónica es, en este sentido, el partner ideal para crear juntos soluciones diferenciadas e innovadoras para los clientes y generar eficiencias operativas en la gestión de proyectos de infraestructuras.
Quizá mis admirados arquitectos romanos tenían estas consideraciones estratégicas en la cabeza cuando construían puentes tan innovadores como el de Alcántara o el grandioso Acueducto de Segovia ¡que siguen en pie 2.000 años después! O quizá no.
Lo que sí me atrevo a afirmar es que gracias a su capacidad de innovación, Filipo Brunelleschi pudo mejorar el flujo de la cadena de valor del diseño y la ejecución de su preciosa cúpula, conocida por los florentinos como “Il cupolone”. Tanto es así que vivió para verla terminada. ¿Os imagináis pasear por vuestra ciudad todos los días y contemplar una de las obras de arte más exquisitas de la historia y saber que está ahí gracias a tu imaginación, a tu determinación y a llevar un pasito más allá el expertise que otros atesoraron durante siglos?
Imagen: Por Roberto Evangelisti/shutterstock

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