Sobre inteligencia artificial, robótica y el futuro distópico

Leyendo sobre el investigador Hiroshi Ishiguro y su obsesión por crear una réplica robótica de sí mismo, tanto en aspecto como en forma de razonar y comportarse, me da por cuestionarme hacia dónde estamos yendo en esta nueva carrera tecnológica.

En el campo de la robótica y la inteligencia artificial se suceden logros en pos de crear una réplica robótica del hombre que imite el razonamiento humano y, en algunos casos, que también parezca humana. Tiene lógica: el ser humano es el ser vivo que conocemos con un razonamiento más avanzado, por lo que es el techo, el objetivo al que queremos llegar, mejorándolo con memoria prácticamente ilimitada y rapidez de proceso que solo una máquina puede aportar.

E igual que clonamos ovejas, trabajamos en crear estas inteligencias avanzadas porque podemos. Mi pregunta es ¿debemos?

Por supuesto, crear un ser humano es la mejor manera de saber cómo funcionamos y puede constribuir, por ejemplo, a curar enfermedades, ralentizar el envejecimiento u otros fines igualmente loables. Y todo eso está muy bien si pensamos que el fin es en realidad el proceso: aprender y conocer más sobre nosotros mismos. Pero, ¿qué va a pasar con todas esas máquinas que vayamos creando por el camino?

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Elon Musk se refería a cómo los robots acabarán sustituyendo a los seres humanos en la mayoría de trabajos y el gobierno tendrá que pagarnos un sueldo para poder subsistir aunque no trabajemos. En este caso discrepo con Elon (permitidme que lo llame Elon, como si lo conociera, ya que voy a rebatirle). Sí es cierto que cada vez más trabajos podrán ser desempeñados por robots, y habrá cada vez más conforme más inteligencia incorporen, pero hay tres argumentos en contra, desde mi punto de vista, para que debamos avanzar hacia el punto en que los robots acaben realizando la gran mayoría de trabajos.

  1. Cuanto más mecánico es un trabajo, más fácil resulta que lo lleve a cabo un robot. Nos maravillamos de que se estén creando coches que pueden conducir solos cuando la mayoría de nosotros conduce de forma mecánica, la mayoría de las veces sin prestar demasiada atención a lo que hacemos. Ojo, es un logro importante el poder incorporar todos los sensores y algoritmos necesarios para hacerlo correctamente pero estamos sustituyendo una tarea automática, sencilla. Por otro lado, a mi parecer, hay trabajos que requieren un punto más allá. Por ejemplo, podemos poner a un robot a investigar sobre la cura del cáncer. Podemos programarlo para hacer miles de experimentos y comparar los resultados frente a un marco identificado como resultado correcto y podrá hacerlo mucho más rápido y de forma más objetiva que un científico, al que le llevaría una vida entera. Pero un robot solo está programado para encontrar lo que está buscando. Sería muy difícil que, por casualidad, se encontrara otra cosa por el camino. En una fase dos de evolución hacia la simulación del razonamiento humano, se podría programar para que busque “todo” y lo relacione con “todo” el conocimiento existente, y pudiera sustituir completamente cualquier intervención humana. Pero yo quiero creer que hay un algo más de ingenio en el razonamiento humano, que es capaz de encontrar lo que parecía que no existía, de relacionar cosas irrelacionables e ir más allá de lo que podría hacer un robot. Llamadme ilusa…
  2. En segundo lugar, a día de hoy ya existe robótica suficiente para sustituir multitud de puestos de trabajos: fabricación, construcción, logística… Existen fábricas modernísimas llenas de brazos robóticos que construyen coches y móviles en China pero, al mismo tiempo, hay muchos procesos de fabricación que se trasladan a países en vías de desarrollo donde los carísimos brazos robóticos son sustituidos por hordas de ciudadanos trabajando 16 horas al día por un salario ínfimo. Parece que es mucho más barato pagar una miseria a unos cuantos seres humanos de segunda que tener una fábrica robotizada con lo último a pleno rendimiento. Esclavitud postmoderna.
  3. Y llego al tercer punto, que tiene que ver con el primero. Si se sustituyen muchos trabajos empezando por los mecánicos y se avanza hacia los que requieren más capacitación y se reserva a los hombres solo aquéllos que necesitan de ese ingenio especial, podríamos dedicarnos a lo realmente importante y dejar las tareas más repetitivas, peligrosas y monótonas a los robots. Podríamos dedicarnos a vivir y ser felices, si es que eso existe. Pero ¡ojo! la evolución de la inteligencia de los robots y la de los seres humanos debería de ir a la par para realmente tener más miembros de esa élite de personas con ingenio y menos de las que ahora solo realizan tareas mecánicas que ya no serían necesarias en la sociedad. Y no tengo datos estadísticos pero no me da la sensación de que la inteligencia humana esté evolucionando a la misma velocidad que la artificial… Es más, viendo los asistentes de algunos programas de televisión, las conversaciones de algunos padres en el colegio de mis hijos o los resultados de determinadas elecciones, a veces tengo dudas de si no estaremos involucionando. Por desgracia, tiene más posibilidades de reproducirse el cachitas de discoteca que el empollón gafotas. Darwin es un asco. ¿Y qué haremos con robots superinteligentes capaces de hacer cada vez más cosas junto a seres humanos que no saben hacer la o con un canuto? No digo que desistamos de crear estos robots porque nos vayan a esclavizar como especie; lo cierto es que debería ocurrir porque nos lo merecemos. Y si no acaban decidiendo que debemos ser sus esclavos o que es más eficiente eliminarnos de la faz de la Tierra será que no los hemos programado bien.

Así que yo lo veo de esta forma: unos pocos seres humanos se dedican a crear robots que se parecen a ellos tanto en intelecto como, en algunos casos, en el físico, quizá en un afán también de perdurar, mientras otros seres humanos cada vez más idiotizados se reproducen en el asiento de atrás del coche.

¿Cuál de las dos descendencias estará mejor adaptada al medio y, por tanto, permanecerá?

El tiempo lo dirá. Fight!

Imagen apertura: Lorena De la Flor; imagen interior: Ars Electronica

Lorena de la Flor es Licenciada en Informática y lleva más de 15 años trabajando en diversos entornos relacionados con las TI: desarrollo de software, gestión de producto e-learning, venta consultiva de proyectos y servicios y, actualmente, en el desarrollo comercial de los servicios de Cloud Computing para España en Telefónica Digital. Ha estudiado también un MBA, pedagogía multimedia, medicina tradicional china y, ahora, publicidad y relaciones públicas. “Saber de todo te hace experto en nada, pero empiezas a mirar el mundo con otros ojos cuando descubres que todo está relacionado”.

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