George Lucas tardó más de dos años en escribir el guion de La Guerra de las Galaxias. Su método de trabajo consistía en sentarse durante ocho horas al día en una habitación con papel y lápiz y no levantarse hasta haber redactado el número de páginas que tenía como objetivo. ¿Os imagináis la disciplina necesaria? Como siempre, los éxitos incontestables nunca son fruto de la casualidad.
Cuando podía, contrastaba cada versión de su manuscrito con unos amigos con bastante criterio…: Spielberg, Ford Coppola y Scorsese. Resulta que al principio Luke era una mujer y Han Solo un monstruo. Más tarde, cuando incorporó Chewbacca a la historia, Lucas tuvo que usar todas sus dotes de persuasión para convencer a esos directores de que un monstruo peludo, mitad perro mitad león, de dos metros veinte, y que se comunicaba mediante rugidos, tendría éxito entre el público como copiloto de Han Solo en la mítica nave “Halcón Milenario”.
Una de las principales secuencias que Lucas tenía en mente provenía de su afición juvenil a las películas bélicas, en especial las de la Guerra del Pacífico. Le fascinaban las secuencias de acción en las que los extraordinarios cazas “Zero” japoneses y los temibles Grumman F8F “Bearcat” americanos se perseguían a toda velocidad haciendo acrobacias, y situándose a popa para derribar a sus adversarios. La obsesión de Lucas era cómo mejorar y llevar al límite la sensación de velocidad de estos aviones en vuelo y mostrarlo de forma realista en una pantalla de cine. Los planos que utilizaban aquellos magníficos cineastas de la posguerra fueron el modelo que George Lucas utilizó para presentarnos lo que en 1977 fue una innovación tremenda: la vertiginosa montaña rusa visual de la lucha final entre Luke Skywalker, el líder de la rebelión, y Darth Vader, el todopoderoso malo malísimo del Imperio.
La portentosa mente de Lucas creó un mundo nuevo y apasionante con personajes legendarios que utilizaban tecnología sorprendente como viajes a la velocidad de la luz entre sistemas planetarios, o atacaban planetas con una fortaleza esférica e inexpugnable llamada la Estrella de la Muerte, “the ultimate weapon of the Galaxy” según palabras del Almirante Tarkin, personaje que interpretaba magistralmente Peter Cushing.
Y es al aspecto tecnológico adonde quiero llegar. Hay dos famosas escenas que me gustaría recordar al respecto:
En la primera, los rebeldes, los buenos, quieren llegar sin ser detectados a la luna de Endor con una nave que han capturado y con una contraseña algo obsoleta, pero válida. Los técnicos de seguridad imperiales, que pertenecen a un mundo con una tecnología tan avanzada que les permite tripular naves a velocidades increíbles, realizar comunicaciones tipo telepresencia a lo largo y ancho de la galaxia, o utilizar la luz láser como arma en forma de espadas o pistolas, no son capaces, sin embargo, de detectar una contraseña sospechosa transmitida desde una nave robada. Sorprendente cuando lo comparamos con la tecnología actual.
En la segunda escena, esos mismos protagonistas, una vez penetran en la Estrella de la Muerte, neutralizan a dos soldados imperiales, se ponen sus trajes, y se pasean a sus anchas por la fortaleza para rescatar a la Princesa Leia. Así ataviados, acceden a zonas de seguridad restringida sin ninguna traba y, tras una batalla con láseres, huyen con la Princesa por el famoso vertedero. ¿Quién puede olvidar la tensión de los protagonistas cuando las paredes comienzan a cerrarse sobre ellos pero, antes de ser triturados, R2D2 desactiva su funcionamiento desde la CPU central de la estación de combate? Memorable, a la vez que denota nuevos fallos de seguridad física y de suplantación de identidad.
Los dos casos de ruptura del perímetro de seguridad imperial condujeron a la destrucción de la más preciada fortaleza de combate, la Estrella de la Muerte, si bien, por fortuna para los seguidores de la saga, el malvado Darth Vader escapó y pudo recomponerse de la derrota. En la segunda entrega, “El Imperio contraataca”, el Imperio despliega todos sus recursos armamentísticos y busca a los rebeldes por toda la galaxia en una persecución en la que la maravillosa tecnología de Lucas captura la imaginación de la asombrada audiencia. Finalmente los localizan en el planeta helado Hoth…
Desde luego que en cuanto a seguridad perimetral, el CIO Imperial no debe conocer la potencia de las soluciones de Telefónica. Una nave lanzadera tipo Lambda como la que tripulan Han Solo y Luke Skywalker en dicha secuencia hubiera tenido que atravesar controles de acceso tipo escáner vehicular, radar, número atómico, por no hablar del famoso y legendario circuito cerrado de televisión, que no pasa de moda.
En lo tocante a la seguridad de accesos y contraseñas, está claro que Vader, Tarkin y su equipo no conocían las soluciones de identidad digital y cifrado.
¿Quién no querría ser proveedor galáctico TIC de servicios de seguridad con una buena interlocución con el almirante Tarkin? Seguro que sólo con su funnel de oportunidades se cumplirían objetivos sin problema, ¿no creéis?
Mi siguiente entrega será sobre la cloud imperial. Estad atentos a vuestras pantallas.
Imagen: Tom Simpson

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