“Infoxicación”, “curación de contenidos”… Podría parecer que estamos hablando de alguna enfermedad pero son conceptos relacionados con la Sociedad de la Información.
En la última conferencia TEDx Gran Vía a la que asistí se habló precisamente de que estamos más informados que nunca pero ¿esta información es siempre veraz?, ¿hacemos un uso adecuado de ella? Hubo tres aproximaciones distintas al tema a través de tres interesantísimos vídeos de David McCandless, Clay Shirky y Eli Pariser
El primero apunta que el problema de su sobreabundancia se puede resolver con un buen diseño -previo periodismo de datos-, ya que el cerebro entiende la información visual de forma inmediata.
El segundo destaca el hecho de que en este momento la tecnología permita que el ocio, el talento y el conocimiento se compartan on line a una escala sin precedentes y que esta organización en las redes puede provocar importantes cambios sociales.
Y el tercero, por su parte, alerta sobre “la burbuja de filtros” en la Red y habla de la diferencia entre tener una “dieta informativa equilibrada” o digerir “chatarra informativa”, reivindicando la importancia de un buen flujo de información para la democracia.
Pero detengámonos un poco más en cada planteamiento:
David McCandless es uno de los principales gurús de diseño gráfico y en su obra Information is beautiful -La información (visual) es bella- defiende un método de síntesis gráfica capaz de arrojar luz sobre una gran maraña de datos. Reivindica el valor de la imagen como síntesis de un mundo sobreinformado. Él, como periodista de datos, pinta infografías esclarecedoras en las que reúne miles de datos inconexos y revela sus relaciones de sentido a través de colores por ejemplo. Busca, como un detective, patrones ocultos que crean nuevo conocimiento e incluso sostiene que éste puede cambiar nuestra manera de pensar porque el hecho de contextualizar y relativizar visualmente las cifras permite establecer una relación diferente con ellas, algo muy necesario en un mundo conectado. Y pone el ejemplo del gasto armamentístico mundial según el tamaño del país y su PIB o la relación de éste con la deuda de África, que arroja resultados sorprendentes.
Clay Shirky, pionero en el análisis de la evolución sociológica impulsada por la revolución TIC y colaborador habitual de publicaciones como Wired o New York Times, defiende la teoría del “excedente cognitivo”: nos gusta crear y compartir y si a esta generosidad social aplicamos lo que la tecnología digital permite se pueden conseguir cosas increíbles.
La prueba es lo que ocurrió en Kenia tras las elecciones de 2007 cuando surgieron disturbios violentos y una abogada de Nairobi creó un blog para que los ciudadanos denunciasen los abusos. Pronto se vio desbordada pero dos usuarios desarrollaron entonces en un par de días el software Ushahidi (testigos), para registrar los datos de cada denuncia y situarlo en un mapa. Hoy es una herramienta planetaria para organizar a la población ante injusticias o desastres naturales.
Shirky augura profundos cambios sociales gracias a los internautas que comparten su tiempo e intereses a través de redes de talento colaborativo. Este asociacionismo aún se centra mayoritariamente en actividades lúdicas pero el reto según Shirky es aprovechar las herramientas tecnológicas para enfocar la participación hacia acciones sociales, económicas y políticas.
El enfoque de Eli Pariser es mucho más crítico. Él sostiene que a medida que las empresas de la Red se esfuerzan por adaptar sus servicios (que incluyen noticias y resultados de búsqueda) a nuestros gustos personales, surge una consecuencia peligrosa no deseada: quedar atrapados en una "burbuja de filtros" que nos obstaculiza el acceso a la información que podría desafiar o ampliar nuestra visión del mundo. Es decir, nuestras búsquedas nos tipifican y, al estar todo personalizado, Internet nos muestra lo que queremos ver, no necesariamente lo que tenemos que ver. Y ese “universo propio” es un problema porque –y pone este ejemplo- según quién busque Egipto e la Red puede aparecerle información de la primavera árabe o una oferta para visitar las pirámides. Los algoritmos no tienen principios éticos para imponer lo relevante de verdad, cosas incómodas u otros puntos de vista.
Pariser denuncia el peligro de “una red unipersonal” en la que sólo se reciba información sesgada bajo la creencia de que es la correcta y reivindica la necesidad de un buen flujo de información para la democracia: que Internet nos conecte también con ideas de otras personas con perspectivas distintas a la nuestra.
En el debate posterior se dijo que el peligro real era no darse cuenta de ello y quizá los nativos digitales estaban más indefensos al no cuestionarse aquello con lo que ya habían nacido. En este sentido, me gustó mucho un artículo que recientemente publicaba El País que apuntaba que, en los tiempos que corren, los profesores deben alentar la reflexión y promover el espíritu crítico en las aulas.
La segunda parte de este encuentro TedX Gran Vía se centró en cómo “salvar” el problema planteado con los contenidos, pero eso os lo contaré en un próximo post.
Imagen: seguridadyvigilancia

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