¿Cuánta información consumimos al día de forma individual? Según los entendidos, 34 Gigabytes al día. Y por otro lado, ¿cuánta producimos? Dos Gigabytes por persona a la semana.
El hombre primitivo generaba y portaba consigo apenas algunos ítems de información en su vida diaria. Después la escritura fue un gran salto, imaginemos el poderío de los soberanos sumerios y sus primeras tablillas hechas de barro. Aunque el libro, hasta la invención de la imprenta, fue simplemente un objeto de lujo. Hasta hace poco las bibliotecas personales representaban en términos de clase una clara diferencia. Decir con arrogancia “yo he leído esto” quería decir que se sabía de ello por tenerlo físicamente. Personalmente aún guardo casi un quintal de apuntes de la carrera y todos ellos en papel…
Es cierto, siempre hemos luchado por acrecentar esta memoria “personal” y ahora, gracias al formato digital, la cifra de información que se genera y pasa por nuestros ojos es sobrehumana. Nadie concibe llevar consigo todos los contenidos generados en su vida. ¡Sería imposible! Necesitamos ayuda, algo que tangibilice nuestras experiencias pasadas, nuestros recuerdos, y que los ordene.
Repasemos los candidatos:
- Para lo que nos ha sucedido: un diario.
- Para la imagen y los recuerdos visuales: la cámara fotográfica, el bloc de dibujo, los lapiceros y las pinturas.
- Para el pensamiento o la interacción humana: la grabadora de voz y la cámara de vídeo.
- Para el tiempo y los compromisos: el reloj. También la agenda.
- Para la seguridad y el pago: las llaves y tarjetas.
Ojo, no incorporé adrede al ganador en todas estas categorías y catalizador de la nueva sociedad: el móvil. Y no lo digo por deformación profesional. Cuando nos dejamos olvidado el móvil, salimos corriendo a por él. Pero si es alguna de las otras cosas que mencionaba buscamos un plan B o ni nos preocupa. Y yo quisiera que se entienda el valor sustancial del móvil: está conectado. Puede parecer de Perogrullo pero quizá no lo es.
Algunos hablan de la era de nuevos dispositivos como el Samsung Galaxy Camera o el reloj Pebble, u otro como el Fuelband, que actúan como nuevos notarios de nuestra actividad diaria. También de las gafas de Google (¡me muero por usarlas!). Tal vez todo confluya en un supermóvil o en un tiempo breve la oferta sea maravillosamente amplia, lo mismo da.
Pero, y este punto es clave, la riqueza de la información personal que se podrá registrar y que será accesible a través de una conexión móvil representa una oportunidad inimaginable para la industria tecnológica. Toda nuestra vida registrada desde que nacemos hasta el fin de nuestros días. Desde que abrimos un ojo por la mañana hasta que nos vamos a la cama. Estamos sólo al principio, en pañales, pero estos dispositivos ya son testigos de nuestras vidas y herramientas que nos permiten expandir los límites de nuestra memoria.
Es cierto que la propiedad de la información generada supone un reto para las nuevas sociedades. Se abre un momento interesante, pues los nuevos derechos digitales están ahí. Unos abogan por el derecho al olvido, pero yo prefiero hablar de la “intimidad digital”, y no se trata precisamente de un oxímoron. Lo digital no quiere decir que pueda circular libremente, como quien piensa que lo escrito está para que todo el mundo lo lea. No significa público o abierto por defecto. Los datos correctamente custodiados, almacenados y organizados son fuente de riqueza, puesto que su valor es controlable. Hablaban del valor intangible de las marcas y de las empresas, y ahora creo que el gran capital de las sociedades avanzadas serán los datos de los individuos. Quizá en el not share o, mejor aún, en el “compartir con control” se encuentre la gran oportunidad de innovación para la tecnología.
Os invito a recapacitar un momento sobre este post y escribir una pequeña reflexión en el “bloc de notas” de vuestro smartphone. Será toda vuestra, privada.
Imagen: DaveLawler

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