La tecnología, el gran aliado del “Día mundial del medio ambiente”

Desde 1973, cada 5 de junio, se celebra el “Día mundial del medio ambiente”. La ONU, por lo tanto, lleva con éste un total de 41 días dedicados a tratar de sensibilizar a la población mundial en relación con los temas ambientales; esto es, un escaso 0,27 por ciento del tiempo de que dispone cada uno de nosotros.

Este año el lema es “Alza tu voz, no el nivel del mar”. En otras ocasiones nos hemos encontrado con alguna frase interrogativa como “Economía verde: ¿te incluye a ti?” o un asertivo “Piensa-aliméntate-ahorra”. Y es que la ciudadanía está demasiado acostumbrada a olvidar eslóganes y lemas que no les atañen directamente.

Y éste, y no otro, es el gran problema que nos encontramos cuando se quieren cambiar ciertos comportamientos arraigados o implantar nuevas costumbres en las personas: la incapacidad de poder ver más allá de lo que nos afecta en nuestra cercanía espacio-temporal. ¿Cómo hacer ver que un excesivo uso del agua ahora puede provocar que (multiplicado por varios miles de millones) dentro de cincuenta años muchos se vean afectados? La pregunta se responde sola y casi con la misma contundencia con la que la manzana de Newton encontraba su freno en la superficie terrestre.

Entonces, ¿cómo se puede ayudar a invertir esta tendencia? ¿Cómo combatir esa fuerza, aparentemente, insalvable? Lo mejor, sin duda, es conocer el carácter y las motivaciones propias del ser humano. Y no son otras que poder satisfacer sus necesidades inmediatas. Y esta reflexión es válida no sólo para el individuo, sino también para entidades, organizaciones y empresas.

Y, ¿qué es lo que puede ayudar a que cambien ciertos hábitos?, ¿cómo conseguirlo? Para responder a estas preguntas, aún me voy a hacer una anterior, que creo que puede ayudarnos a avanzar en este camino, y no es otra que ¿qué es aquello con lo que convive -casi de forma natural- el ciudadano de estas últimas décadas ? ¿Con qué nos entretenemos cuando estamos aburridos en el tortuoso camino que nos lleva del trabajo a casa? ¿Con qué nos comunicamos cuando queremos compartir un deseo u ocurrencia instantánea? ¿En qué posamos los ojos cuando queremos olvidarnos un rato del estrés derivado de nuestra ajetreada y -casi siempre- monótona vida? Sigamos, sigamos componiendo este tipo de preguntas que hablan de nuestro “campo cercano”,  de nuestro 99 por ciento del tiempo y no del 0,027 por ciento. Y tras hacer este ejercicio durante tres o cuatro minutos más, podremos descubrir que aquello sobre lo que, con mayor o menor fortuna, hacemos girar gran parte de nuestras “conexiones” y pasiones, no es otra cosa que la tecnología y las comunicaciones basadas en diferentes tipos de dispositivos. Artefactos que, liderados por el smartphone y seguidos por la tabletas, la smart tv, etc…nos persiguen allá donde desarrollamos todas y cada una de nuestras actividades vitales. Sí, digo todas. El año pasado, la compañía de apuestas BetFair desveló en un estudio realizado que el 88,5 por cierto de los españoles utiliza el móvil en el baño y que el 20 por ciento realizaba apuestas desde este enclave.

Pues si el ser humano ha tenido que encontrar varios tipos de dispositivos para darles el glorioso honor de considerarlos smart (inteligentes), entonces quizá deba ser éste el punto de partida o, más bien, de entrada de toda una serie de nuevos hábitos que nos permitan mejorar nuestra relación con la “madre tierra”.

Quizá la tecnología tenga parte de la solución. Quizá apoyarse en la propia comunidad de desarrolladores de aplicaciones o hacer uso de las capacidades de almacenamiento y procesamiento que puede proporcionar la famosa “nube”, entre otras cosas, nos permita disponer, en la palma de la mano, de soluciones e información tan simple y de tanta contundencia que nos harán ver que un pequeño cambio aquí y ahora puede tener repercusiones -también- “aquí y ahora”. Ejemplos:

Si al disponer de una herramienta que me indica que el consumo eléctrico de mi casa en el día de hoy  ha sido superior al de ayer (y eso me cuesta dinero y veo cuánto es), seguro que trataré de copiar el consumo de ayer y no seguir una inconsciente y poco solidaria línea de consumo ascendente que, con baja probabilidad, cambiará cuando me llegue una factura dentro de dos meses.

Si una brillante aplicación generada por alguna empresa de mi localidad me indica (apoyándose en una red de sensores y en la propia información emitida por otros habitantes locales a través de sus” smartphones) el camino más corto para poder aparcar mi coche, ¿por qué iba a tomar otra opción? Quizá no lo haga pensando en el medio ambiente, sino en mí, pero tendrá claros y beneficiosos efectos en los demás.

Si el uso de aplicaciones para la firma digital de contratos, facturas, etc. se extiende y es totalmente aceptado por las empresas, las organizaciones y la administración pública, ¿qué frenará la reducción del uso de toneladas de legajos de papel que deben conservarse durante décadas?, ¿qué problema habrá en la adopción de espacio en la nube para albergar esta información?, ¿acaso creemos que es más seguro tener todo el papeleo en una habitación ignífuga?

Si empezamos a utilizar, de forma más extendida, aplicaciones de videoconferencia en alta definición para solventar reuniones en nuestro trabajo, seguro que podremos hacer uso del transporte (público),con más frecuencia en los temas relacionados con nuestra familia y seres queridos.

Si nos apoyamos en desarrollos de realidad aumentada, seguro que no será necesario utilizar tantos metros cuadrados de cartelería en las ciudades.

La tecnología y, en concreto, las telecomunicaciones, se convierten en un vehículo de adopción de comportamientos y cambio de rutinas. La clave es saber reconocer aquellas costumbres que puedan cambiar la tendencia que nos aleja de un buen trato a nuestro planeta.

En este sentido, Telefónica, que es una compañía comprometida con el medio ambiente como refleja el propio diseño de su sede central , celebra hoy en el auditorio del Innovation Center de distrito T, un evento con el que trata de concienciar a sus empleados sobre cómo mejorar sus hábitos de cara a la sostenibilidad. Estos espacios demostrativos también muestran a  los clientes los beneficios derivados para nuestro entorno de las tecnologías aplicadas en una smart city  o del Internet de las cosas, por ejemplo.

Por eso creo que lejos de encontrarnos en un punto de difícil retorno, podemos circular por una vía que nos acerca a un cambio; y no al “cambio climático”, sino al “cambio personal”.

Imagen: Wonderlane

 

 

Guillermo Bataller es ingeniero, amante de las letras y fanático de la tecnología, sobre todo de poder comunicarla, compartirla y hacerla cercana. Más de 14 años vinculado con los centros de demostraciones de Telefónica y coordinando la creación de espacios de Innovación en diferentes partes del globo. Hasta hoy… ¡16.304 días de vitalidad ininterrumpida!

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