La transformación digital llega a la política: siete claves

A finales del mes pasado asistí a una mesa redonda interesantísima sobre “La transformación digital y móvil de la comunicación política” en Espacio Fundación Telefónica, en la que se presentaba el libro de Antoni Gutiérrez Rubí con el mismo título.

Transformación digital. De un tiempo a esta parte no se habla de otra cosa, pensaréis. Pues bien, tanta insistencia se justifica no porque sea el futuro como algunos aún creen, sino una necesidad urgente para sobrevivir. La comunicación política, como tantos otros ámbitos de nuestra vida, está también en entredicho tal y como la conocemos porque las TIC nos han cambiado, hay nuevas necesidades y oportunidades, y tenemos expectativas distintas.

En este blog hemos escrito del paciente empoderado, de que las marcas empiezan a contemplar estratégicamente la experiencia de cliente por cómo influye en su cuenta de resultados, de la cocreación, la desintermediación, la omnicanalidad o la innovación. Pues bien, podríamos decir que todo ello -incluso la “gamificación”- aplica a la política, que debe buscar un nuevo modelo porque el mismo ciudadano que ya confía en una mHealth más eficiente, una eAdministración capaz de prestarle mejores servicios o en empresas que hablan con él en las redes sociales es el que acude a las urnas.

Los propios medios tradicionales se hacen eco ya de una nueva forma de hacer política tras el 24-M.

Lo que ahora emerge, como ocurre con las semillas, lleva tiempo germinando, si bien lo digital es un fenómeno disruptivo y mutante y resulta complicado adivinar hacia dónde vamos, se dijo en el encuentro.

Antoni Gutiérrez empezó su exposición diciendo que “la política será móvil o será fósil”. Puede sonar provocador pero en realidad no es nada visionario si tenemos en cuenta que vivimos en un mundo hiperconectado. Es precisamente así como termina su libro: “Por ahora, los cambios que la tecnología está provocando en la política se notan más en la sociedad que en las instituciones… De seguir así puede convertirse en la nueva brecha digital de la política formal pero, de cambiar, puede significar la transformación definitiva del ecosistema político.”

Fruto de la investigación para su libro, el autor extrajo estas siete conclusiones:

1-La publicidad electoral tiene los días contados por su tasa de retorno en términos de eficacia y eficiencia. En este momento el poder lo tienen las conversaciones. Además, la imaginación, la innovación, permite conseguir resultados similares con muchos menos recursos, lo que lleva a replantearse fees y estrategias.

2-De las sedes a las redes. Las redes son la manera natural de organizarse en la era digital. En los partidos, en cambio, ha primado el centralismo y la jerarquía, pero quien siga con este planteamiento tendrá un problema.

3-De las consignas a las ideas. Lo importante no es repetir lo mismo y llenar estadios, sino que se avanza cuando se propone, se crea colaborativamente, se dinamizan ideas

4-De la militancia al activismo. El militante espera una instrucción, se le presupone obediencia y lealtad. Pero ahora la gente quiere ser partícipe, que cuenten con ella, ejercer su derecho a la crítica, y quien sea capaz de integrar esto tendrá la mejor campaña.

5-De la televisión a las multipantallas. “El minuto de tele” ha perdido valor, lo que cuenta es el tiempo de conversación compartido en las redes sociales.

6-De los especialistas a las multitudes inteligentes. Hace falta una dosis de humildad profesional: los asesores que diseñan la estrategia de comunicación política saben que no tienen todas las claves, pero que pueden sumar si potencian el talento alrededor de su causa.

7-Casas o causas. Las causas son transversales, intergeneracionales, oblicuas, con distintos diámetros, evitan el perjuicio y a la gente le resulta más fácil adherirse a ellas. Quizá el partido como unidad de medida ya no valga, somos yoes muy fraccionados que pican de distintas ideologías y crean su propio menú. Podríamos establecer un paralelismo con la educación donde se piensa en “otra modularidad” como parte de la solución al problema.

Herramientas con las que los ciudadanos pueden conocer y exigir más, nuevos canales que permiten hacer un ejercicio de la soberanía diario, políticos que pueden meterse en nuestro móvil, que es ya como una prótesis, segmentarnos, analizar nuestras emociones… Es la tecnopolítica.

Aunque en el debate posterior Fernando Vallespín apuntó que todo esto también podría tener su lectura en negativo, y era necesario que uno tuviera la capacidad de elegir estar conectado así como de buscar nuevas vías de emancipación a través de los móviles, todos estuvieron de acuerdo en la influencia que habían ejercido los siete aspectos mencionados en las últimas elecciones: plataformas emergentes en torno a causas, creatividad política alrededor de nuevos candidatos, la gente como parte de la campaña como ya hiciera Obama con su “Yes, we can”…

Yolanda Quintana, coautora del libro “Ciberactivismo” con Mario Tascón, apuntó que la nueva comunicación política se apoya en las tecnologías para una mayor/mejor difusión pero que éstas han cambiado también los valores y la forma (sería algo así como el nuevo modelo de negocio del que hablamos aplicado a la banca o el retail…).

Se refirió a una comunicación colectiva y distribuida, que triunfa en la medida en que permite que se sobrepase el proyecto original, lo que implica renunciar a las jerarquías, pero los partidos, que tradicionalmente han controlado los lemas, los iconos y la narrativa, aún no están preparados. Incluso –dijo-, la clave no es canalizar el descontento, sino dejarse desbordar.

Inma Puig ahondó en que el reto de la comunicación política es adaptarse a la nueva situación porque no hay retorno: es el empoderamiento de los ciudadanos frente a la esfera pública con valores de partidos políticos únicos. Los partidos ven la necesidad del cambio pero son reticentes por la impredicibilidad de la nueva realidad, apuntaron los expertos.

Se habló también del papel protagonista, por encima de las ideas incluso, de la emoción, que es la base de la persuasión, permite estrechar vínculos, genera confianza y moviliza el voto.

En definitiva, un tema apasionante, como el propio momento que vivimos. "Usando un símil automovilístico, la política va con luces cortas mientras que los ciudadanos han puesto las largas", se dice en el libro.

Imagen: Roberto Molero

Periodista especializada en tecnología. Responsable del blog de Telefónica Grandes empresas (antes A un clic de las TIC). Empecé en ABC Informática, el primer semanario español del sector, y he trabajado en distintos medios de comunicación (prensa, radio y televisión) y en el mundo de la comunicación corporativa. Mi mayor afición es la equitación

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