Los agricultores hablan con el cielo. De él depende gran parte de su prosperidad. Por eso su conocimiento y tecnología siempre ha girado en torno a la predicción del tiempo: son las famosas cabañuelas, que basan su predicción en la medición de la climatología de ciertos días, que generalmente coincide con las lunas y cuyos valores, según la tradición, podrán ser extrapolados a otras fechas. Es fascinante.
En el caso concreto de la viticultura, cuando se celebra la fiesta de la vendimia en muchas zonas de España, un elemento fundamental es la lluvia. Predecirla en ese momento concreto y con suficiente precisión espacial permite decidir cuándo realizarla de manera ventajosa. La uva mojada diríase que es inservible o degrada la calidad de los caldos. El fruto del esfuerzo de todo un año puede verse arruinado en unas horas.
Es decir, se asiste a una lucha contrareloj: esperar a que madure la uva el tiempo justo antes de que lleguen las primeras lluvias. Por eso, todas las mañanas las cuadrillas otean las nubes ya grises y cargadas y olisquean en el viento mientras esperan la señal de trabajo. Y el objetivo: determinar, en función del estado de la uva, el orden idóneo para su recogida en función de su grado de maduración y la calidad esperada (grado alcohólico, polifenoles, etc). Todo un arte-puzzle que podría convertirse en ciencia si dispusiéramos de la información necesaria y del algoritmo orquestador que nos guiase. Lo que ahora se hace a ojo, sistematizado nos reportaría mayores beneficios.
Ha llegado el momento de que la tecnología de la precisión y del dato obre su milagro económico, porque en este momento ya no es un sueño, es fácil encontrar mucha investigación al respecto y la industria comienza a desenvolverse a su alrededor ya sin timidez.
Es cierto que existe una gran red meteorológica pero en este sentido ahora se exige mucho más: queremos saber qué sucederá exactamente a nuestro majuelo o, como consumidor, en qué condiciones fue recogido para realizar nuestras comparaciones entre una botella y otras. Mucho más difícil aún cuando hablamos de denominaciones de origen con hectáreas y hectáreas y donde cualquier bodega precisa conocer el estado de sus viñedos casi hilera a hilera. Y ahí entran los sensores cada vez más necesarios en el campo para el análisis de imágenes aéreas. Y pronto asistiremos a los drones que mapearan nuestros campos para proporcionarnos imágenes sobre el estado de las viñas.
España es rica en vinos. Viñedos altamente productivos aunque el siguiente paso ya lo conocemos: vender el vino fuera de nuestro territorio al mayor precio posible. Y para ello habremos de trabajar mucho nuestra marca y mejorar las estrategias comerciales, pero la piedra clave la tenemos finalmente en la calidad. Y para desmontar el mito manido de que todo el vino es igual, sólo tendremos este arma: los datos.
¡Que 2015 sea una gran vendimia de precisión!
Imagen: juantiagues

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