Minuetos del siglo XXI o la tatarabuela en la cocina: BNE, laboratorio de cultura abierta

A estas alturas hablar de aplicaciones que, sin ningún conocimiento musical previo, nos permitan crear nuestras propias melodías no resulta novedoso. Lo que ya no es tan frecuente es que exista una aplicación para componer, en apenas segundos, una pieza musical cuyo origen parece remontarse a la ociosa corte de Luis XIV, el “Rey Sol”, de gran predicamento en los salones de la aristocracia europea un siglo más tarde. Y también puede que resulte sorprendente el hecho de que la iniciativa parta de la Biblioteca Nacional de España, comprometida tanto con la conservación de nuestro patrimonio cultural, como con la creación de nuevos servicios en la era digital.

El “Juego filarmónico” es la primera propuesta de BNElab, el laboratorio de innovación de la Biblioteca Nacional, empeñado en demostrar que la riqueza de nuestro patrimonio no es solo cosa del pasado, sino una auténtica fuente de inspiración para nuevos servicios, no restringidos necesariamente al ámbito de la cultura y la educación.

El proyecto pivota sobre dos ejes: por un lado, la preservación de nuestra memoria documental, a través de la digitalización del fondo y el enriquecimiento de las colecciones de datos de la Biblioteca y, por otro, la reutilización de objetos materiales heredados del pasado para crear nuevos productos en distintos contextos. La riqueza del legado conservado por la institución se pone, así, a disposición de los ciudadanos para promover el desarrollo de una cultura viva y dinámica.

Ocio y juego son inseparables desde la noche de los tiempos. Allá por el siglo XVIII en la Europa occidental se hicieron muy populares en las reuniones sociales juegos de dados que permitían componer sinfonías musicales de forma aleatoria. En el año 2000 la Biblioteca Nacional adquirió en Nueva York un manuscrito titulado “Juego filarmónico: para componer minués con sus tríos para fortepiano por la suerte de los dados” de 1780, atribuido a Franz Joseph Haydn, el célebre compositor austríaco que pasó a la historia como el “padre de la sinfonía”, aunque parece que su verdadero autor no fue él, sino su amigo el monje benedictino Maximilian Stadler.

Como podéis imaginar, en aquella época nadie hablaba de gamificación, sin embargo aquel juego no solo buscaba entretener a la alta sociedad, sino que su formulación constituía un auténtico estudio teórico de composición musical. Hay que tener en cuenta que el minué era una danza muy popular, grandes autores como Mozart lo introdujeron en sus obras, conservó adeptos durante más de un siglo y evolucionó desde los gustos barrocos de su origen a la moda neoclásica del siglo XVIII.

La lógica de este juego filarmónico es muy ocurrente. Consta de una partitura con 272 compases y unas tablas que los identifican por números en 32 columnas, donde las filas horizontales representan el valor de los dados. El jugador va combinando las notas aleatoriamente con cada tirada hasta componer los 32 compases de una nueva partitura, que podría interpretar él mismo o encargar a alguno de los músicos invitados a la reunión. Con el juego se pueden crear más de 120.000 cuatrillones de melodías absolutamente originales. Pensad que cuando se crea este entretenimiento, aún faltan dos siglos para que se inventen procesadores capaces de tratar automáticamente y de forma masiva los datos.

En la actualidad es posible emular, a través de cualquier dispositivo electrónico, la tirada de dados y conectarse a este juego centenario para crear piezas únicas, completamente actuales y a la vez históricas, que se pueden descargar o compartir por redes sociales.

A través de BNElab también se puede acceder a obras digitalizadas en formato ePUB y a libros interactivos, en los que el texto se ha enriquecido con material multimedia para contextualizar la creación de obras de la cultura universal como El Quijote o los Códices Madrid de Leonardo da Vinci, que incluyen anotaciones y dibujos del más polifacético pensador de todos los tiempos.

Pero la iniciativa no se restringe a información bibliográfica. Si os interesa la gastronomía, con ChefBNE podéis aprender nuevas recetas de la mano de maestros de la cocina de ayer y hoy. Bajo el lema “aprender del pasado para cocinar el futuro”, expertos en historia, antropología y filología acompañan a reputados chefs para recorrer nuestra tradición culinaria. El proyecto presenta doce vídeos que recrean recetas tradicionales a través de las que aprender a cocinar como lo hacía la abuela de vuestra tatarabuela y más allá, repasando platos clásicos y sus ingredientes, con el toque especial que aportaron en su momento la mezcolanza de culturas que han conformado nuestra tradición.

Así, de una u otra forma, podréis sorprender a vuestro entorno creando música del siglo XVIII o cocinando unas berenjenas a la morisca. Pero el proyecto BNElab no se limita a nuevas propuestas de ocio cultural o de innovación en el ámbito educativo, también sugiere el potencial de nuestro patrimonio cultural como caladero de múltiples iniciativas en el mundo empresarial con el desarrollo de nuevos productos y servicios en sectores como el turismo, los videojuegos o la producción audiovisual.

A propósito, si sois fans de la serie televisiva “La Peste” os interesará seguir la información publicada por la BNE en Twitter sobre Sevilla en el siglo XVI con los personajes y lugares que se recrean en los distintos episodios, dentro de una estrategia de comunicación que busca conectar con público especializado, pero también con el ciudadano de a pie. Además de las publicaciones en redes sociales, el propio blog de la BNE ha publicado una entrada cuyo objetivo es ilustrar con documentos de la época los estragos de la epidemia.

Como veis, la actividad de la Biblioteca Nacional va mucho más allá de la atención a los usuarios en la sala de lectura o del ingente esfuerzo de sus expertos por garantizar la preservación de nuestro legado cultural. Materializa la sociedad del conocimiento basada en una cultura de reutilización de datos y orientada al crecimiento económico. Un fin que también persigue la celebración en 2018 del Año europeo del patrimonio cultural, que busca potenciar el sentimiento de pertenencia a un espacio común y acercar nuestro legado a los más jóvenes a través de eventos que se organizarán en los distintos países comunitarios.

Y es que la cultura es un concepto amplio, que incluye el arte y la literatura pero también la gastronomía, la artesanía y tradiciones conservadas a través del tiempo por distintas generaciones. La Comisión Europea insiste en que nuestro patrimonio “no es solo un legado del pasado, sino también un recurso para el futuro”. La cultura, como la energía, se transforma y la buena noticia es que, gracias a la tecnología, hoy se encuentra más accesible que nunca. ¿Dispuestos a excavar en el pasado para fomentar vuestra creatividad?

Imagen: RevistaBienMeSabe

Actualmente trabajo en Sistemas de Información en el desarrollo de soluciones ECM y colaboro con la UCM como docente. He publicado algunos artículos sobre el sector editorial, un tema que comenzó a llamarme la atención en los cursos de doctorado e hizo que me licenciara años después en Ciencias de la Documentación. Éste es el ámbito en el que he desarrollado mi actividad profesional en distintas empresas públicas y privadas durante las últimas décadas Me interesa todo lo relacionado con cultura digital además de viajar, algún deporte y, sobre todo, disfrutar del máximo tiempo posible con mi gente.

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