Corren tiempos de líderes valientes y organizaciones resilientes.
A menudo aquellos que tienen la estabilidad como objetivo de vida para ser felices se tropiezan con la frustración. Frustración por no poder controlar muchas variables externas y ver que su plan de vida se queda en eso: en un plan. Ver que todo sale diferente a lo que tenían en mente los acerca a la infelicidad y los aleja de la alegría de su querida predictibilidad y sueños cumplidos.
Una crisis puede truncar el deseo de un trabajo estable, el amor se puede terminar, uno puede desear que sus hijos estudien una carrera universitaria y ellos, en cambio, querer ser toreros. La vida es caprichosa y son más los factores que no podemos controlar que los que dependen de nosotros.
Empresas preparadas para lo impredecible
Sé que no descubro nada nuevo al afirmar que la felicidad está más en disfrutar del camino, con todo lo imprevisible que podemos encontrarnos en el recorrido, que en alcanzar una meta preestablecida. Lo único que podemos controlar en realidad es decidir cómo vamos a actuar frente a lo que nos suceda. Y, para ello, la resiliencia y la valentía son grandes compañeras.
Aunque en este momento realmente lo que necesitan son líderes valientes, en las empresas normalmente también se busca la estabilidad. Las organizaciones quieren solidez, buenos productos/servicios que generen beneficios y tener músculo suficiente para capear cualquier temporal.
La importancia de ser una empresa resiliente
Sin embargo, es probable que una empresa con estas premisas no esté preparada para lo impredecible y, por tanto, no termine de adaptarse al momento actual. Superará pequeños imprevistos pero no una fuerte tormenta. Y esto es importante porque, paradójicamente, lo impredecible se está convirtiendo, cada día más, en lo común.
Por eso, las empresas, como las personas, más que la estabilidad, deben buscar ser resilientes y líderes valientes. Resilientes para aceptar las sorpresas, adaptarse a ellas y aprovecharlas para transformarse. Y valientes para tomar decisiones desagradecidas a corto plazo pero alineadas con su visión y valores.
Una empresa resiliente entiende que el quid de la cuestión no está en su producto o servicio estrella. No hay que confundir tener un producto de éxito con ser una compañía fuerte. Su visión no puede basarse en eso, igual que un equipo de fútbol no delega su estrategia en un único jugador. De lo contrario, podría quedar obsoleta frente a cualquier nueva tecnología. Ahí están los consabidos casos de Kodak, Blockbuster o la transformación en curso de discográficas y editoriales. Se necesitan visiones por encima de productos, algo resiliente, duradero y atemporal que resista al cambio continuo al que nos enfrentamos. La misión de Telefónica: "Hacer un mundo más humano conectando a las personas" es un buen ejemplo.
El largo plazo como estrategia
Para ser una empresa resiliente la clave tampoco está en el próximo trimestre, ni siquiera en el próximo año, sino en el largo plazo. Para ello, es necesario que las guíen líderes valientes capaces de pensar en el bien de la empresa más allá de su permanencia en ellas.
Normalmente las decisiones se toman en beneficio propio y pensando en un futuro próximo, no a largo plazo. Como seres humanos, tenemos una tendencia natural a buscar soluciones inmediatas y a dar prioridad a las ganancias rápidas. Pero esto, como estrategia corporativa, puede tener graves consecuencias.
Concentrarse demasiado en objetivos a corto plazo, puede conducir a ser los mejores en un parámetro y un marco concreto de tiempo. Sin embargo, eso no significa que se estén haciendo las cosas bien para garantizar la salud de la empresa a largo plazo.
En ocasiones el cortoplacismo significa no darle importancia al cómo y servirse de cualquier estrategia o táctica que ayude a que los números cuadren.
La Ley de Goodhart
Esto tiene mucho que ver con la Ley de Goodhart, según la cual cuando una medida se convierte en el objetivo deja de ser una buena medida. La mente humana siempre busca ganar, independientemente de cómo se juegue. Así, establecer objetivos de ventas puede hacer que se recomienden productos que el cliente en realidad no necesita o el ahorro de costes como meta puede llevar a reducir la inversión en desarrollo e investigación. Y los ejemplos son infinitos.
Para evitar esta serie de conductas las empresas deben contar con líderes que tomen decisiones acordes con unos valores y que piensen más en el futuro que en su propio beneficio. Liderar de este otro modo requiere arrojo para asumir riesgos por el bien de un futuro desconocido. El problema es que para la mayoría el éxito profesional se mide en objetivos trimestrales y anuales.
Marcarse objetivos para alcanzar un propósito superior
Pensar en el largo plazo no significa, sin embargo, que no sea importante marcarse objetivos. De hecho, hay que hacerlo pero no deben ser otra cosa que una medida de progreso hacia una visión inspiradora, un propósito superior.
Andreu Buenafuente, que en la actualidad presenta "Late Motiv" en Movistar +, habla sobre ello en una entrevista para el podcast "Lo que tu digas": "En la televisión todo depende de las audiencias. Se prefiere hacer programas que se sabe que van a dar buenos resultados porque tocan algún instinto básico del espectador que probar y arriesgarse a buscar algo brillante. El buen directivo es aquel que deja hacer, que se arriesga y respeta al cliente. Busca la excelencia aun sabiendo que el camino es ingrato porque no sabe si va a gustar. Movistar + la dirigen personas que ven más allá de los números de cuota de pantalla y apuestan por la creatividad, la sorpresa y el talento. El resultado son programas diferentes, de calidad y éxito, como La Resistencia de David Broncano."
Liderar de esta otra forma no es fácil pero, como dijo Jorge Luis Borges, "Entre las cosas hay una de la que no se arrepiente nadie en la tierra. Esa cosa es haber sido valiente".
Imagen: Juan Pablo Chima Ortiz

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