Mucho se ha hablado a lo largo de los últimos años sobre los costes asociados a la nube.
Si comparamos los costes de una inversión en TI con el gasto directo equivalente en la nube, el ahorro de costes contrastado que aportan las tecnologías cloud no se pone claramente de manifiesto.
Sin embargo, las ventajas de la nube comienzan a aparecer cuando introducimos los costes indirectos. Por ejemplo, si tenemos en cuenta que al subirnos a la nube la factura eléctrica disminuirá porque las fuentes de alimentación de nuestros servidores, cabinas de discos y otros elementos de hardware dejarán de consumir Kilowatios/hora, y frigorías si disponemos de una sala climatizada. Es en este punto donde comenzamos a apreciar el hecho diferencial.
Pero, si tras tener en cuenta los costes indirectos, el ahorro obtenido aún no nos parece suficiente o decisivo para subirnos a la nube, podemos pasar a la segunda derivada: los costes de oportunidad.
Tengamos en cuenta el tiempo invertido (¿y perdido?) en tareas improductivas para el core business del negocio: intercambiar cintas de backup, comprobar que las copias se realizan correctamente, copiar los famosos ficheros .PST en los dispositivos del personal crítico, parchear sistemas operativos, ofimáticos y bases de datos, añadir o quitar racks a los servidores, parchear y un largo etc.
Una vez en la nube, todo o parte del tiempo invertido (¿y perdido?) en tales tareas, puede dedicarse a otros menesteres más productivos, como mejorar aplicaciones, acercar las TI a la estrategia de desarrollo de la organización, mejorar los sistemas de información para gerencia, explotar los datos en poder de la empresa (big data), y muchas otras cosas productivas para el negocio. En un post anterior ya comentamos cómo aproximar el cálculo de estas ventajas. Si tenemos en cuenta estos elementos, comenzaremos a apreciar el verdadero valor de la nube.
Sin embargo, si todo lo expuesto aún no nos termina de convencer y al final decidimos dejar las infraestructuras dentro de casa, aún hay que tener en cuenta otro factor más: los costes de no subir a la nube.
Para ello, en el gráfico inferior se ve con un simple esquema visual cómo es la inversión tradicional en TI :en el momento inicial (t = 0 en el gráfico) la organización adquiere los recursos (inversión A euros) que estima necesitará durante un período de tiempo determinado, normalmente tres o cuatro años en función de su plazo de amortización.
En el momento marcado como t = 1, la organización necesita más recursos (servidores, espacio en disco, backup, etc.), por lo que invertirá B euros en una ampliación o renovación que durará hasta el momento t = 2, C euros, donde se repetirá el proceso, y así sucesivamente. Es decir, la inversión suele adoptar una forma escalonada.
Veamos a continuación el esquema gráfico del gasto en la nube (Gráfico 2), donde los recursos consumidos entre el momento 0 y T se aprovisionan (y, por tanto, se facturan) al ritmo de la demanda real de la organización en cada instante. La forma que adopta este proceso es una curva con un crecimiento suave, desde el gasto Y hasta el gasto Z, que se corresponden con los recursos necesarios en cada uno de esos instantes.
Los costes ocultos que soporta la organización que no se sube a la nube se hacen visibles cuando se superponen ambos esquemas (Gráfico 3):
Podemos apreciar cómo el consumo inicial de recursos es menor (Y < A), y aparecen áreas (coloreadas en verde) en las cuales la organización que invierte en adquisición de TI está inmovilizando recursos financieros que podría dedicar a otras necesidades del negocio (costes de oportunidad), mientras que en otros momentos aparecen otras áreas (coloreadas en naranja) en que hay una demora en responder a la demanda real de recursos TI que la organización precisa para seguir creciendo (lucro cesante). Por lo tanto, la diferencia entre ambas curvas representa los costes ocultos de no subir a la nube: costes de oportunidad y costes por lucro cesante. La organización que se sube a la nube adquiere recursos TI conforme los necesita en tiempo real, lo que evita dichos costes ocultos que, aunque no sean evidentes a primera vista, conviene tener en cuenta al comparar proyectos de inversión frente a proyectos cloud.
Imagen: artistic bokeh

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