Apenas acababa de sacarme el permiso de conducción, cuando allá por los años 80, una serie de ficción llamada El Coche Fantástico, llamaba mi atención, no tanto por la espectacularidad del auto utilizado en la serie (un Pontiac Firebird Trans Am, de color negro, denominado KITT – Knight Industries Two Thousand-) que hacía las delicias de cualquier joven de mi edad, sino por lo fantástico de la tecnología que incorporaba. Yo estaba encantado con mi Simca 1200 GLS, pero desde luego no era comparable con la maravillosa posibilidad de poder disfrutar, en un futuro no muy lejano, de un coche que tuviese un grado de autonomía que se aproximase, al menos, al que se nos mostraba en la película.
Hubo un tiempo, en el que la principal preocupación de la industria del automóvil era la de fabricar vehículos más atractivos y/o más potentes. No había tanta preocupación por la seguridad, el consumo o el medio ambiente, como tenemos hoy.
Vivimos en la era “Smart” que, aparte de ser una marca de coches, es un concepto que utilizamos para denominar a todo aquello que podemos dotar de cierta capacidad de procesamiento, aprovechando la tecnología Machine to Machine (M2M) o el concepto más amplio de Internet of the things (IoT). Y, como no, la industria automovilística y la de las TIC han puesto el foco en desarrollar vehículos que hagan la conducción más eficiente, segura y confortable. En el mundo del automóvil, un concepto íntimamente relacionado con todo esto, es el de “coche conectado”.
La seguridad como factor clave
Aunque los vehículos de ahora, son probablemente diez veces más seguros que en 1970, y que, en los países occidentales, se está reduciendo el número de accidentes como consecuencia de la concienciación social (entre otros factores), la mortalidad por siniestrabilidad vial es escalofriante. Según un estudio de la revista médica “The Lancet”, cerca de 1,3 millones de personas mueren cada año en el mundo a causa de un accidente de tráfico y 50 millones sufren secuelas de distinta consideración. La mayoría de estas víctimas son peatones, ciclistas o usuarios de transporte público, y constituye la principal causa de mortalidad entre la población joven (entre los 15 y los 29 años).
Si nos fijamos en las principales causas de los accidentes de tráfico, aproximadamente el 85% corresponden al factor humano (imprudencias, impericias o distracciones), el 5% al estado de las vías y el otro 10% al estado del vehículo; fallos que, en muchas ocasiones, se deben a un defectuoso mantenimiento del mismo, y que podríamos achacar también a falta de diligencia de sus propietarios.
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Conscientes de esta realidad estadística, se impone una pregunta: ¿Y si damos mayor control al vehículo en lugar de a la persona?
Aparte de los elementos de seguridad pasiva, que ya van incorporando de serie en la mayoría de los vehículos, cada vez toman más protagonismo elementos de seguridad activa, como por ejemplo, la capacidad de algunos vehículos para leer las señales de tráfico y adecuar la velocidad a las limitaciones de la calzada, o la de mantener una distancia de seguridad adecuada y responder de forma instantánea ante obstáculos o frenazos bruscos del vehículo que llevamos delante, o la corrección de la trayectoria ante una salida involuntaria de carril.
Coche autoconducido. Muchos beneficios… pero no para todos.
Empresas del sector del automóvil como Volvo, o de las TIC como Google en colaboración con Toyota, Lexus, y Audi, o incluso instituciones académicas, están apostando fuertemente por un modelo de vehículo sin conductor. Ya se han llevado a cabo pruebas bastante fiables en este sentido y siguen trabajando para reducir a cero las probabilidades de fallos.
Sin embargo, hoy por hoy, existen barreras a la implantación de este tipo de vehículos, que vienen motivadas por la lógica desconfianza de usuarios, reguladores y la propia industria, aparte de la infinidad de lagunas normativas y legales derivadas de fallos o accidentes que se pudiesen producir.Algunos analistas opinan incluso, que el gran valor futuro de Google está precisamente en el negocio derivado de la gran transformación que, el desarrollo de estas tecnologías, va a producir sobre el mercado de la automoción y mercados adyacentes.
El camino está marcado y parece imparable, solo es cuestión de tiempo (entre 5 y 10 años) que podamos disfrutar de estos avances, ya que los beneficios que aportarían son evidentes:
- Reducción de los accidentes en más de un 90%, con la consiguiente reducción de muertos o heridos y el impacto que esto tiene sobre los sistemas sanitarios y la sociedad en general.
- Ahorros en tiempo y energía, ya que los vehículos podrían seleccionar, en función del tráfico, los trayectos más adecuados.
- Reducción del número de vehículos (según Google entorno a un 90%). Se estima que, un vehículo está parado o estacionado entre el 80 y el 95% del tiempo, por lo que realmente es poco productivo. Si cualquier usuario pudiese disponer de un vehículo cuando se le llama, no habría tanta necesidad de tener un vehículo en posesión, habría menos coches pero con un nivel de utilización mayor, y por tanto, los problemas de aparcamiento, atascos, contaminación, también se reducirían.
Lógicamente estas ventajas, se convierten en amenazas para gran parte de la industria del automóvil (fabricantes, proveedores y concesionarios principalmente), compañías energéticas y estaciones de servicio, aseguradoras y financieras, conductores profesionales, e incluso para los propios Estados, que verían mermados sus ingresos por todos los impuestos derivados del actual modelo. Sin duda, este modelo tiene que sufrir una importante transformación, que dará lugar, también, a nuevas oportunidades y modelos de negocio.
Mientras tanto, la industria sigue moviéndose por aproximaciones sucesivas. Cada vez hay más coches conectados a la red, de forma directa o por la integración con teléfonos inteligentes u otros dispositivos embarcados, que permiten dotarnos de funcionalidades para ganar en seguridad, confort, eficiencia o economía.
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Otros han llevado a cabo una aproximación más lúdica, como la del apasionado mecánico de Vélez-Málaga, que llegó a adquirir uno de los coches originales de la serie norteamericana en una subasta por internet, lo arreglo, y ahora se dedica a alquilarlo. Según los que han tenido la oportunidad de montar en él, este nuevo KITT habla como lo hacía el de la serie… eso sí, sin tanta inteligencia.
Volviendo a la serie, y como anécdota, me quedo con un diálogo entre a Michael Knight (David Hasselhoff), y nuestro coche fantástico KITT, en uno de los capítulos:
– Michael: ¿Te has fijado KITT? El coche circulaba solo, no había conductor…
– KITT: Pero eso es imposible, un coche no puede conducirse solo.
– Michael: Ya… ¿y me lo dices tu?
Imagenes: Pop Culture Geek y jurvetson.

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