Sobre la dificultad de seguir el vertiginoso ritmo de cambios actual y acometer con éxito la transformación digital hay consenso. Pero, por complicado que resulte, sobre los profesionales recae la obligación de estar “a la altura de las circunstancias”: para contribuir a que sus compañías superen con éxito esta encrucijada y por su propia empleabilidad.
La creatividad y la innovación cotizan al alza. Y, sobre todo, es importante entender que el aprendizaje debe ser una constante a lo largo de toda la vida, de hecho la capacidad y agilidad para actualizarse forman ya parte de la valía profesional. Se trata de poder aprender de forma autodidacta, de identificar fuentes e información relevantes, de extraer conocimiento de uno y mil sitios y aplicarlos en el nuevo escenario… y también de desaprender o ser capaces de dejar de hacer las cosas como siempre se han hecho.
Muchos identifican másters o cursos ad hoc con "desarrollo profesional". Pero el “aprendizaje reglado” ya no es suficiente. En la era digital hay oportunidades infinitas de aprendizaje, más dinámicas y accesibles y todas ellas muy efectivas. Restringir las posibilidades a las opciones de siempre es una limitación.
Dijo Alvin Toffler que los analfabetos del siglo XXI no serán quienes no sepan leer ni escribir, sino aquéllos que no puedan aprender, desaprender y reaprender. He aquí algunas propuestas para ello:
- Los blogs. Las compañías saben que los empleados empoderados que hablan de los productos y servicios de sus empresas y “trabajan en voz alta” contribuyen a humanizar las marcas de cara a los clientes y generan confianza y credibilidad en ellas, así que cada vez es más frecuente que profesionales relevantes en todos los campos dediquen su tiempo a escribir entradas en blogs corporativos o personales. En la era de la colaboración, quienes comparten lo que saben aportan un valor enorme a la comunidad y a su propia empresa.
- Asistencia a eventos y ferias del sector. Salir y mirar lo que hacen otros es un ejercicio de aprendizaje excelente que permite, no sólo adquirir conocimientos, sino también establecer contactos y a veces relaciones de colaboración con la empresa o el profesional que los transmiten. Es el networking, tan deseable en la era digital.
- Casos prácticos. El ejemplo siempre ha sido un medio muy potente para el aprendizaje. Por ello, es muy recomendable escuchar de primera mano en encuentros o mesas redondas a empresas que comparten su estrategia, cómo la han puesto en práctica y los resultados obtenidos. La posibilidad de plantear cuestiones a los protagonistas o pedirles sugerencias no tiene precio. Y se aprende tanto del éxito como del error.
- Conferencias en streaming. Muchos eventos tradicionales ofrecen ya la opción de la asistencia virtual, que sólo requiere una conexión a Internet. La cantidad de contenidos disponibles y el nivel de los ponentes es asombroso. Puede que alguien lo encuentre más frío que lo presencial pero también tiene ventajas, como poder acceder a encuentros en otras ciudades, la comodidad de seguirlos desde casa o de poder revisar el contenido en otro momento.
- MOOC o cursos en línea. Son cursos a distancia, accesibles a través de Internet, a los que se puede apuntar cualquier persona y prácticamente no tienen límite de participantes. Permiten hacer un curso gratis en Harvard, Stanford (700 universidades del mundo los lanzan todos los meses) o conectar con gente que estudia en las principales universidades del mundo.
- Los webinars (vídeo-seminario o videoconferencia online). Todos los días hay miles de sesiones de formación sobre casi cualquier tema que se retransmiten en directo a través de Internet. Los hay de pago, pero muchos son gratuitos. Con una duración de entre 30 y 90 minutos, pueden ser una forma ágil de explorar un nuevo asunto o de profundizar en algún aspecto concreto.
- Tutoriales de vídeo. En YouTube es posible encontrar vídeos de ayuda para casi cualquier tema. Los videotutoriales son especialmente prácticos cuando la necesidad gira en torno a cómo utilizar alguna herramienta o un nuevo software.
- Twitter chat. Hay cientos de grupos que eligen reunirse en Twitter a una hora programada y charlar sobre un tema de interés con una etiqueta o hashtag que permite compartir y seguir los mensajes de otros participantes. Con las limitaciones de los 140 caracteres, en ocasiones resultan muy interesantes.
- Las comunidades de interés. La capacidad de poder unirse desde Linkedin o Facebook a grupos de trabajo permite participar en equipos de “educadores informales”. Es un lujo poder escuchar a los maestros, debatir y compartir experiencias y artículos en relación a los temas a los que uno desea acercarse. Los profesionales que participan en estas comunidades suelen estar abiertos a preguntas o sugerencias que guíen a quienes están comenzando.
- La Red de Aprendizaje Personal o Personal Learning Network (PLN). Es la materialización de una teoría de aprendizaje conocida como conectivismo, que sugiere que nuestro conocimiento, más que residir en nuestros propios cerebros, lo hace en nuestras conexiones con otras personas, recursos y grupos. Se trata pues de usar todas las herramientas de colaboración disponibles para hacer y mantener dichas conexiones y usarlas para escuchar, aprender, crecer, obtener retroalimentación y estímulo. Hay muchos recursos para comenzar con un PLN, pero el punto de partida puede ser abrir una cuenta en las principales RR. SS.
Es incuestionable que el aprendizaje informal y autodidacta se impone como una habilidad profesional crítica en la era digital. La capacidad de reinventarse constantemente es vital si queremos aportar valor en nuestras respectivas empresas. Ser expertos aprendices así como generosos maestros es el concepto de colaboración que subyace en el nuevo modelo de relación digital. Porque de lo que se trata es de crecer juntos compartiendo.
Imagen: Bimbim/shutterstock

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