El COVID-19 ha transformado la forma en la que vivimos, aprendemos, compramos, nos entretenemos y socializamos. Nuestra forma de trabajar también ha cambiado más en el último año que en todo el siglo anterior. Hemos tenido que hacerlo desde casa, con nuevas herramientas y reglas distintas que han obligado a reinventar la experiencia. La oportunidad asociada a esta crisis es, sin duda, la pandemia como impulsora de la transformación digital.
El mundo en 2021 ha adquirido otro “tono”. Pero el COVID-19, además de desconcierto y tragedias, también nos deja algunas sorpresas positivas. Hemos dado ocho pasos importantes hacia la transformación digital y el cambio cultural previo necesario. Veámoslos:
- Lo digital comienza a verse como algo natural. Aunque sigue habiendo “alérgicos”, se ha generalizado una nueva visión de lo digital como algo necesario en nuestro día a día. La tecnología ha dejado de ser un nicho o algo reservado para los más jóvenes.
- Se hace camino al andar… Después de años hablando de transformación digital, de convencimiento absoluto sobre su utilidad pero de muy poca acción al respecto, por fin hemos avanzado en este sentido. Y hemos aprendido que tenemos mucha más capacidad para innovar de la que creíamos.
- Hemos mejorado sin demasiado esfuerzo nuestra capacitación digital. Obligados por la necesidad, no nos ha quedado más remedio que optar por la educación y la salud digital, las videoreuniones, las compras online e incluso el turismo virtual. Hemos aprendido no solo a “hacer la conexión” sino a ver las TIC como un habilitador necesario. Eso de que que la vida digital no es algo al margen de la otra ahora ya se entiende.
- Muchas excusas y barreras han caído en tiempo récord. Empresas, colegios, negocios… todos se han tenido que poner las pilas. La urgencia acuciante ha servido para ver que no era tan difícil ni tan caro… ni siquiera una opción. La pandemia como impulsora de la transformación digital es una realidad.
- Las herramientas evolucionan hacia interfaces más sencillos e inclusivos. También en este último año hemos visto un impulso a la mejora de experiencia de usuario para derribar cualquier barrera de relación. Hemos comprobado que no hace falta ser ingeniero para participar en una videoconferencia.
- Estamos repensando cómo queremos trabajar y cómo queremos vivir. Esta crisis ha demostrado que otro modelo laboral es posible: deslocalización, conciliación y asincronía empiezan a ser tan naturales como lo fueron en su día el ordenador, el correo electrónico o el procesador de textos.
- Somos más resilientes. Por fin estamos asumiendo que la incertidumbre y el cambio constante han llegado para quedarse. Y nos hemos vuelto más flexibles, menos dramáticos ante los próximos cambios en oficinas, en modelos de contratación o estilos de liderazgo.
- Hemos roto las barreras del espacio… y del tiempo. Hemos asumido que pronto la oficina será un espacio reservado a desarrollar la creatividad y trazar estrategias en grupo, mientras que el trabajo individual será básicamente en remoto. Hemos perdido el miedo a la distancia física e incluso al desfase horario.
En el siguiente post analizo los retos de las organizaciones hacia un nuevo modelo.
Imagen: Visual Artist Frank Bonilla

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