Las personas nos movemos por objetivos, ya sean personales, laborales, deportivos o de cualquier otra índole. Todos los seres humanos buscamos progresar en la vida y por eso nos marcamos metas. Tener un objetivo es clave para saber adónde se dirige uno con sus acciones. Quienes no tienen objetivos difícilmente encuentran motivación para moverse, básicamente porque no tienen un lugar hacia el que avanzar. Es el poder de los objetivos.
Tener objetivos nos lleva a actuar en nuestro día a día y, aunque suene un poco trascendental, nos da una razón por la que levantarnos cada mañana.
Y esto es extrapolable a los equipos de trabajo, básicamente porque se trata de un grupo de personas. Tener un objetivo bien definido, común, y motivador hará que todas las personas remen con fuerza en la misma dirección.
¿Cómo influye en el rendimiento tener un objetivo claro?
Dicho esto, veamos el poder de los objetivos. ¿Cómo influye en el rendimiento de una persona y, por tanto, de un equipo tener un objetivo claro hacia el que ir?
Allen, Dechow, Pope y Wu (2013), profesores de las Universidades de Chicago, Berkeley y Southern California, realizaron un estudio en el que utilizaron una muestra enorme de los tiempos obtenidos por 9,5 millones de participantes en unas 1.100 maratones (una maratón es una carrera de 42,195kms).
Utilizaron los tiempos obtenidos por los corredores para deducir qué los motiva para entrenar y esforzarse en carrera. El resultado principal del estudio, cómo puede verse en el gráfico inferior, es que una gran parte de los tiempos obtenidos se concentran alrededor de números redondos. Se pueden apreciar picos en las tres, tres horas y media, cuatro horas, cuatro horas y media y cinco horas.
El deseo de alcanzarlo y el esfuerzo asociado
Esto es debido a que la mayoría de corredores de maratones se ponen como objetivo esos tiempos. Pero lo más increíble no es eso, sino el hecho de que muchos más corredores terminaron justo antes de las líneas que después de éstas.

Es el efecto de tener un objetivo. Si no se hubieran marcado esos tiempos como meta seguramente la gráfica no tendría esos picos y veríamos una distribución normal de los datos. El deseo de alcanzar nuestro objetivo provoca un empujón final y decidido para esforzarnos un poco más.
Y eso nos pasa a todos. Por ejemplo, cuando salimos a correr y damos una vuelta más a la manzana para llegar a esos 10 kilómetro, cuando nos ponemos a andar dentro de casa para alcanzar los 10.000 pasos diarios en el podómetro o cuando terminamos un libro aunque no nos está gustando. A todos nos gusta llegar a nuestro objetivo.
Los objetivos nos obligan a incrementar el sacrificio porque hemos elegido expresamente que vale la pena alcanzarlos y están a nuestro alcance.
Distintas metas para multiplicar el efecto
Pero ¿qué pasaría si no nos pusiéramos una sola meta? ¿Y si transformásemos esa carrera larga en muchas metas intermedias? El resultado sería que multiplicaríamos ese efecto de apretar para llegar a cada uno de nuestros objetivos, con lo que acumularíamos más esfuerzo.
Motivo de celebración u ocasión de aprendizaje
Y no solo eso, sino que cada meta intermedia alcanzada nos generaría orgullo, sería como una descarga de energía. Tendríamos algo que celebrar y eso nos ayudaría a recargar pilas para la siguiente. Y, en caso de que no la alcanzásemos, sabríamos lo lejos o cerca que nos hemos quedado para aprender de ello y corregirlo. Los corredores de la maratón se ponen objetivos intermedios en los kilómetros 10, 20 y 30 y, en función de los tiempos, regulan su ritmo.
Los objetivos deben estar bien definidos
Éste es el poder de los objetivos, pero tienen que reunir una serie de requisitos:
- Medibles: Deben ser cuantificables. Necesitamos saber si hemos llegado al objetivo o cómo de lejos nos hemos quedado de él.
- Exigentes pero reales: Los objetivos fáciles aburren y los imposibles desmotivan. Hay que encontrar ese punto intermedio entre la exigencia y lo real que ayude a conseguir ese punto de esfuerzo adicional en los equipos.
- Motivadores: Ninguno de los corredores del estudio recibió dinero u otras motivaciones extrínsecas por llegar a su objetivo. Sin embargo, se esforzaron al máximo por alcanzarlo. Para conseguir este efecto los propios equipos deben participar en la definición de sus objetivos.
- Marco temporal: El objetivo debe ir asociado a una fecha límite. Para multiplicar el efecto y poder aprender en el camino, es aconsejable que el marco temporal sea inferior a un año, por ejemplo, trimestral. Cuanto más grande sea el marco temporal, la motivación disminuye.
Definir unos buenos objetivos, establecer metas intermedias, celebrar cada una de ellas y aprender y hacer ajustes durante el camino hacen crecer a un equipo.
¿Tiene vuestro equipo bien definido sus objetivos?
Imagen: Kawin Sajj

Soluciones y Sectores
Te puede interesar
-
Emisiones cero para una reindustrialización competitiva
Entre los pasados días 2 y 3 de octubre se celebró en Málaga la sexta edición del Congreso Nacional ...
-
Lecciones aprendidas en la implantación de la salud digital
Recientemente se celebró la III Semana de Salud Digital, que incluía, como parte fundamental, el X Congreso Internacional de ...
-
Cómo llegar con la comunicación a la Luna con ayuda de la tecnología: MoonBack
Una de las conclusiones del informe “El puesto de trabajo en España" es que uno de los principales beneficios ...