De uno de los temas sobre los que más he leído este verano ha sido, sin duda, el metaverso. Las razones son tanto personales como profesionales. Por un lado, en marzo comencé un programa de doctorado en el que pretendo investigar acerca de su uso en el entorno corporativo. Por otro, en el trabajo observo que cada vez son más los clientes que preguntan por su utilidad como alternativa a la videoconferencia para reuniones, eventos o como plataforma de uso interno para mejorar la comunicación y experiencia de empleado. Las posibilidades del metaverso son múltiples.
Se trata de uno de los temas que más expectación está generando dentro del mundo de las tecnologías de la información aunque, paradójicamente, el metaverso también genera una gran incertidumbre. Probablemente esta sea la razón por la que la mayoría de charlas, artículos, libros, etc. al respecto empiecen por intentar definir qué es para tratar de sentar las bases de algo que, según las mismas fuentes, está todavía en fase de construcción y solo podemos imaginar sus posibilidades.
Un viaje personal más allá de la realidad
En medio de tanta cobertura mediática, publicaciones y, en mi caso, artículos académicos, apareció el libro “Metaverso, pioneros en un viaje más allá de la realidad”, de Edgar Martín-Blas, publicado por LID Editorial y no pude resistirme a leerlo.

Edgar, fundador de Virtual Voyagers, empresa española especializada en entornos virtuales, ha sido uno de los pioneros en nuestro país en esta tecnología y actualmente también es uno de sus máximos exponentes internacionales. Conociendo la actividad frenética que existe alrededor de la industria del metaverso, tengo que reconocer que lo primero que pensé fue “¿cómo ha podido sacar tiempo para publicar un libro con la que está cayendo?”.
Hace unas semanas tuve ocasión de preguntárselo en una entrevista por videoconferencia. Edgar me comentó que había escrito el libro revisando las incontables fotografías que había recopilado durante los aproximadamente diez años que lleva en el mundo de los entornos inmersivos.
Las fotografías, convertidas en historias o, mejor dicho, en auténticas aventuras por lo incierto de su final, inmortalizan algunos de los proyectos pioneros de realidad virtual y otras tecnologías que sirven de base para la construcción del actual concepto de metaverso. Como amante de la ciencia ficción me cuesta mucho utilizar la palabra metaverso en plural. Dichas historias sirven de trasfondo para una reflexión más personal y profunda tanto sobre su pasado como sobre su futuro con un metaverso ya desarrollado.
Edgar escribe, por ejemplo, de sus orígenes en un barrio de Toledo sumido en la pobreza, del porqué de su vocación y de la necesidad de soñar con historias más agradables para poder sobrevivir. También de sus comienzos, nada convencionales, en el mercado laboral, o de sus compañeros de viaje, muchos de ellos todavía embarcados en su misma aventura.
Autoconocimiento e identificación de tendencias, como consejos
Dedica espacio, además, a darnos algunos consejos que a él le han funcionado sobre cómo manejarse, tanto a título personal como colectivo, en una industria tan incipiente y con tanta incertidumbre. Destaca, en este sentido, la importancia que concede a conocerse uno mismo como base sobre la que construir los sueños propios Y, como organizaciones, destaca la importancia de identificar tendencias, aspecto muy relacionado con la definición que hace de sí mismo como surfista de olas tecnológicas.
El libro, cuya lectura recomiendo, es en definitiva un recorrido muy personal por los años previos a la explosión del metaverso. Recorrido en el que me ha gustado reconocer lugares comunes, como la llegada del primer ordenador a casa, su paso por Tuenti-Telefónica e incluso algunos nombres de amigos también pioneros del sector.
El metaverso, como un medio más con un fin
Durante la entrevista que siguió a mi lectura del libro tuve ocasión de preguntarle algunas cuestiones que no se mencionan en él y me parecían relevantes. La primera, relativa a las críticas que suscita el metaverso en cuanto a la imagen de un futuro distópico en el que los humanos pasaremos gran parte de nuestro día a día, desconectados del mundo real. Edgar cree que el metaverso se convertirá en un medio más, en el que pasaremos ratos: el tiempo que a cada uno le llene, y puso el ejemplo del cine. Piensa, por tanto, que no se convertirá en una realidad alternativa donde “estar” sin un motivo claro.
El papel de blockchain en los mundos virtuales
Mi segunda pregunta se refirió a la importancia que se le otorga a blockchain en la construcción del metaverso. En su opinión, blockchain será la capa común a todos los mundos virtuales posibles, la que chequee nuestra identidad, nuestros activos digitales -como por ejemplo NFT- y también la que que gobierne y orqueste los protocolos para entrar en uno u otro mundo virtual.
Terminamos la entrevista compartiendo algunas reflexiones como que el futuro del metaverso está por crearse y debe ser mucho más “realista” que muchas soluciones actuales.
A fecha de publicación de este artículo se ha comunicado a la prensa que la empresa que cofundó Edgar, Virtual Voyagers, ha sido adquirida por el grupo californiano Utopia, sin duda un capítulo no escrito todavía de la historia personal de Edgar.
Y termino recordándoos que este jueves, 29 de septiembre se celebra el Telefónica Metaverse Day, un encuentro que podéis seguir en streaming, ¡no os lo perdáis!

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