¡Toma palabro! Primo hermano de resiliencia o anhedonismo que, al escucharlos, nos suenan hasta exóticos. Acto seguido ponemos cara de que lo conocemos de toda la vida y contestamos: “¡claro!, serendipia, ¡por favor!”. Y al primer descuido acudimos raudos a Google a investigar. Os confieso que la primera vez que escuché “serendipia” pensé en una tribu africana, después en una enfermedad rara proveniente de las serpientes que se transmite a los humanos y hasta resonaba de fondo en mi cabeza la banda sonora de “El hombre y la tierra" (como habrá algún lector joven, aclaro: fue una serie mítica del naturalista Félix Rodríguez de la Fuente).
No me digáis que serendipia no os recuerda un poco a todo eso… Aunque, en realidad, es posible que no, precisamente este tipo de pensamiento asociativo puede dar lugar a una serendipia y, afortunadamente para la humanidad, no coincidimos en todo.
La llamada serendipia – una idea que surge inesperadamente mientras se busca algo distinto – ha cambiado la historia. Muchos científicos, Albert Einstein entre ellos, reconocen esta cualidad en algunos de sus hallazgos, pero ¿dónde se esconde, además de en la selva?
Podemos buscarla en los negocios. Para encontrarla se me ocurren muchas cosas que ya hemos escuchado demasiadas veces pero que, excepto por casualidad o necesidad extrema, un directivo no suele hacer:
- Desarrollar equipos multidisciplinares, lo que se puede favorecer directamente mediante el uso de redes sociales internas: poner a la gente en contacto en un espacio agradable y mezclar, mezclar, mezclar… Y, cuando ya estén controladas las redes internas, conectarlas con las externas. Es una pena que lo solamos hacer al revés.
- Dar ratos libres, permitir tiempo para que los equipos se formen en disciplinas raras (¡Ojo! No digo ilegales). Si desmitificáramos y nos riéramos un poco del discurso dominante que nos habla de la importancia del esfuerzo, nos daríamos cuenta de que los grandes descubrimientos lo encuentran a uno trabajando, pero también mientras te duchas o porque no te lavas las manos (la sacarina), jugando al póker descubierto o molestando a un cliente (las patatas fritas). Y, ¡estamos hablando de las patatas fritas y la sacarina! Extraña coincidencia, aunque unas siempre suelen preceder a la otra en una comida.
- Marcar unos objetivos claros, pero ser flexibles con los resultados. Una serendipia puede estar escondida reptando en cualquier rincón fuera de nuestra ruta trazada.
- Aplaudir el pensamiento disruptivo, algo que no solemos hacer. Os pongo un ejemplo: ¿cómo reaccionaríais si en medio de una reunión en una empresa tecnológica alguien dijera: “¿Y si vendemos fresas en Qatar? Creo que allí gustan mucho”. Pues esto ha pasado recientemente en Sharp que ahora, además de alta tecnología, vende fresas en el desierto. No paro de pensar en el valiente que lo soltó en aquella reunión, seguro que tenía la hipoteca pagada.
- Escuchar lo que nos cuenta Pisani, divulgador de innovación, también nos puede ayudar. Habla de la importancia del ecosistema: espacios abiertos como puntos de diálogo, de encontrar otra forma de trabajar y pensar juntos, pero, sobre todo, de la riqueza que aporta la diversidad de personas. Sin olvidar los desplazamientos, que aportan experiencias diferentes, además de la conexión con otros mundos y otras redes.
En definitiva, valga esta frase de David Ogilvy: “Las mejores ideas llegan como chistes. Haz tus pensamientos tan divertidos como puedas”.
Hacer que lo imposible suceda
La serendipia ya se ha ganado una gran reputación vinculada a inventos como la Viagra, el LSD, los Rayos-X, la penicilina o los microondas. La historia está llena de ellos. Y es posible que ahora sea un buen momento para darle más espacio y apostar por el riesgo en los negocios. Intentar reinventarlos fomentando un tipo de pensamiento alternativo, que puede salvarlos y hacerlos crecer. También cabe la posibilidad de que muchos se hayan desviado de lo que sabían hacer bien y se hayan perdido por el camino, pero han sido muchas más empresas las que han perdido la comba por quedarse en el mismo sitio… ¿Cómo se llamaba esta empresa finlandesa de móviles o aquélla de los carretes de fotos?
Me dice algo por dentro que llega la hora de acabar. Un último ejemplo, muy divertido, para intentar convenceros de los beneficios de la serendipia: estaba leyendo este post más bien geek sobre Diez tecnologías que nunca existirán y precisamente la espada láser estaba entre ellas…y unos pocos días después me encuentro con que fruto de la serendipia, ¡se ha creado una espada láser por casualidad en el MIT!
Tenía que contarlo porque me encajaba a la perfección para cerrar y porque, como pude ver La guerra de las galaxias con seis años, jamás pensé que fuera imposible, que al final es el ingrediente fundamental: no cerrarse a ninguna posibilidad, hacer que lo imposible suceda y lo imposible para que pueda suceder.
Al escribir este post en algún momento he olvidado el objetivo exacto, pero se me han ocurrido un montón de ideas curiosas, ojalá os haya sucedido lo mismo. Espero que no tengáis que tirar de la tan manida resiliencia para superar el trauma de leerlo y, sobre todo, que no sufráis anhedonismo, porque la vida es tan divertida que muchas veces, cuando menos te lo esperas, te sorprende de golpe con una serendipia.
Imagen: khalid Albaih

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