Hace unos meses os hablaba de la imparable tendencia del consumo colaborativo y, como anticipaba, lejos de ralentizarse se acelera para convertirse en algo más grande con las ciudades colaborativas o shareable cities.
Pongamos la primera piedra, virtualmente hablando, a todo este asunto… Lo primero que necesitamos saber, porque preocupa y mucho, es: ¿serán nuestras ciudades como vaticinan los más visionarios una réplica de Blade Runner o una especie de Shangri-La de belleza y placer como contaban los gurús de toda la vida? Aunque me apunto sin billete de vuelta a la segunda opción, lo cierto es que las ciudades serán lo que nosotros queramos o dejemos que sean. Se está decidiendo en este preciso instante.
Smart cities
Escucho hablar constantemente de smart cities y nada que reprochar a la propuesta impulsada por corporaciones públicas y privadas, salvo que que ponen más énfasis en las tecnologías aplicables que en lo relacionado con las personas.
Al observar la evolución de las ciudades en los últimos años de desarrollos acelerados vemos que se han cometido algunas tropelías. Y lo que algunos proponen como mejora se hace todavía menos apetecible en sus detalles, con microchips chivatos, carne cultivada, comida impresa en 3D o cubiertos inteligentes (que te contarán chistes malos mientras intentas tragarte la carne cultivada).
Me bajo del tren en marcha ¡oiga!, aunque sea de alta velocidad…
En paralelo empiezan a aparecer alternativas más atractivas, aunque normalmente parten de premisas en las que genios elevan sus plataformas y nuestras mentes con bonitas historias de altos…¿precios? Como el plan de llenar Londres de autopistas para bicicletas de Norman Foster.
La pregunta que me ronda la cabeza es sencilla: ¿Están realmente pensando en el beneficio de las personas, ésas que vivimos en las ciudades? Pienso que es importante detenernos y participar en la valoración, diseño y creación de nuestras urbes. Ya que, en cualquier caso, son y serán ciudades compartidas, empecemos por compartir las decisiones.
Si no, será realmente complicado hacerlas funcionar. Los verdaderos clientes, los que van a habitarlas, son personas y no sólo instituciones o empresas. Y si la ciudad no es diseñada por los ciudadanos, si es sólo una ciudad inteligente con tecnologías cerradas y patentadas, en la que no conozcamos cómo funcionan y por qué se hacen las cosas, nos convertiremos en ciudadanos y ciudades un poco más dependientes, es decir, menos smart.
Ciudades colaborativas
Una ciudad colaborativa como la define April Rinne "es la que permite a los residentes compartir de manera eficiente y segura todo tipo de activos – desde los espacios a los coches , las habilidades y los servicios públicos, con la idea de crear comunidades más fuertes, sanas y conectadas ".
Ya es posible encontrar millones de ejemplos en ciudades como Barcelona, Copenhague o Seúl y, abramos nuestras mentes, porque es un evidente cambio de paradigma para el que lo quiera ver.
Hablando de observar, una de las cosas que más me ha sorprendido al acercarme a las personas que dinamizan estos temas es su buen nivel de formación y que cuentan con un business plan. Gente inteligente que ante una situación de escasez de recursos busca aprovechar los que tenemos y no programar más y más código.
El modelo actual de economía mundial es objetivamente insostenible y los modelos colaborativos lo hacen temporalmente viable. Yo lo anotaría de nuevo en la agenda, porque es algo que se está instalando en nuestro día a día.
Hace más de ocho años de las archifamosas verdades incómodas, que ya llegaron con retraso, pero sigue sin ser sostenible que los coches estén ociosos 23 horas al día en los aparcamientos y las oficinas estén vacías el 70 por ciento del tiempo. No es sostenible porque no sólo comprarlos, sino construirlos, cuesta ingentes recursos de los que ya no disponemos..
El consumo colaborativo puede transformar una ciudad en un espacio que ahorrar dinero simplemente utilizando sus recursos de manera más eficiente.
Y lejos de dar la espalda a la tecnología, vive con ella, se apoya en ella con movimientos como Do It Yourself, Makers, Fabbers, Do-ers. La cantera de la ciudad colaborativa está íntimamente relacionada con la tecnología, pero desde un lugar abierto e independiente.
Dice Tomas Díez que: "El fenómeno DIY adquiere otras dimensiones si en lugar de hacerlo tú mismo, lo haces con otros, Do It With Others (DIWO). Hoy en día hay un gran número de espacios para la colaboración abierta, algunos llamados Fab Labs, otros HackerSpaces o MakerSpaces. Existen unos 150 Fab Labs en más de 35 países del mundo, y es posible encontrar al menos un HackerSpace o un MakerSpace en cualquier gran ciudad del planeta".
Toca parada de máquinas y comenzar a re-pensar todo. Ver qué tenemos y empezar a optimizarlo para el beneficio general.
Tomas Díez lo describe en este post de una manera interesante: "Es indudable que la apuesta por un modelo en el que el ciudadano ya no es un cliente o nodo de consumo, sino que se convierte en agente activo y de cambio en el entorno urbano, será una de las claves para las ciudades del futuro".
Yo me apunto a poner con otros la segunda piedra de esta wikiciudad, y que por primera vez seamos los ciudadanos, colaborando junto con políticos y empresas, los que diseñemos nuestra ciudad para seguir buscando el punto de encuentro entre Blade Runner y Shangri-La. ¿O deberíamos empezar a llamarla Sangri-Lab?

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