No queda nada para la noche más mágica del año. Y, a propósito de deseos que se cumplen, que los juguetes sean capaces de interactuar siempre ha sido un sueño recurrente para los niños. ¿Quién no ha fabulado con que su peluche favorito cobraba vida para dar réplica a sus fantasías? Pues bien, papás, ya tenemos aquí una generación de juguetes conectados que pueden, y vaya si lo hacen, relacionarse con los pequeños. Muchos progenitores los mirarán con recelo pero, antes de desdeñarlos sin más, hay que entender que los crios del siglo XXI no ven el mundo como nosotros.
Ríos de tinta corren sobre los cambios de comportamiento inducidos por las nuevas tecnologías y las nuevas expectativas que generan respecto a los productos que adquirimos. Pues bien, los chicos de hoy en día, rodeados de estímulos, buscan la sorpresa permanente y reclaman a sus juguetes una alta sofisticación.
La experiencia de usuario también gana enteros en este ámbito y, en un mundo altamente conectado, la conversación reclama estar presente. Las mejores marcas de la industria juguetera ya han recogido el guante y andan metidas en faena. Lego ha apostado por el toy to life para “dar vida a los juguetes”, con figuras físicas que se pueden incorporar a un videojuego a través de una plataforma de reconocimiento, diluyendo la frontera entre mundo real y virtual. Barbie, la popular rubia de Mattel también ha dado el salto al universo 2.0.
Pero son sólo algunos ejemplos, tras los que sin duda vendrán muchos más. Una generación nativa digital como ésta necesita juguetes innovadores y acordes con el entorno en el que se están criando. Por eso, no podemos apartarnos sin más del Internet de los juguetes.
Este segmento de la industria juguetera crece casi un 10 por ciento al año, impulsado por la familiaridad de los pequeños con los productos de electrónica digital que usan los padres.
Pero ¿estamos hablando de interactividad, educación, diversión sin límites, sociabilidad, o inseguridad, riesgos, y toda suerte de peligros al acecho?
Sin duda, la seguridad y la protección de la intimidad preocupan a los padres. Casi todos nos hemos visto en la tesitura de tener que crear un perfil digital en portales para descargar aplicaciones, juegos, libros electrónicos o simples ejercicios para el cole. La empresa juguetera Vtech reconocía recientemente un ataque que había dejado al descubierto nombres, direcciones, contraseñas y correos electrónicos de padres y niños. Aunque el atacante no ha hecho pública la información de los menores, ha levantado la liebre del riesgo asociado a los juguetes que requieren conexión a la red o perfiles de usuario.
Sin embargo, hay otra dimensión que inquieta aún más. Seguro que estos juguetes entretienen pero, ¿pueden resultar peligrosos? Porque es verdad que, cuando los niños juegan, revelan parte de su intimidad. ¿Y hasta qué punto puede suponer un riesgo que el juego “salga de casa” para saltar a la Red? El anuncio de la llegada al mercado de Hello Barbie que, tras grabar las conversaciones mantenidas con su dueña, las almacena en la nube y de la Barbie Video Girl, que lleva camuflada una cámara de vídeo en el collar y una pantalla en su espalda para ver las grabaciones que hacen los niños, han hecho saltar la alerta de si estas nuevas muñecas pueden atentar contra la intimidad o hasta qué punto toda esta sofisticación pueda convertir un inocuo juguete en un instrumento para cometer delitos.
En este caso, el detalle que proporciona Mattel sobre sus protocolos de seguridad es firme y detallado: no hay personas involucradas, el anonimato de cada conversación está garantizado, los datos viajan encriptados, no se almacena ningún dato de localización GPS, amén de que es necesaria la autorización expresa de los padres. Muchos fabricantes garantizan que sólo los padres podrán acceder vía app de monitorización a los archivos generados por sus hijos. Pero no todas las empresas jugueteras podrían ser tan estrictas o pueden carecer de la experiencia y conocimiento necesarios para administrar bases de datos en la Red. A la vista de que aún no existen todas las garantías deseables, no me cabe duda de que la regulación llegará. Porque es clave tanto para fabricantes como para consumidores. Mientras tanto, la vieja recomendación de adquirir productos en proveedores de confianza cobra más sentido que nunca.
Por tanto, para mí la cuestión es ¿qué podemos ganar todos, padres e hijos, con este tipo de juguetes que se apoyan en IoT? Yo creo que la tecnología es un habilitador maravilloso que permite hacer casi cualquier cosa. El Internet de las cosas va a llegar al mundo del juego, nos guste o no, y los juguetes conectados representan una oportunidad educativa muy estimulante.
Que los juguetes hablen con sus propietarios es sólo un primer paso de la revolución. Los límites los pondrá la imaginación. Disney trabaja ya en elevar el listón para conseguir que los muñecos conversen entre sí, en etiquetados de radiofrecuencia para permitir la interacción de los muñecos con weareables o en sistemas de comunicación a través de la luz, para que la varita de un hada ilumine un vestido o la tablet, motu propio, cuente un cuento cuando por la noche se apague la luz.
¿Qué deberían pedrirles los padres a un smart toy? Queramos o no, el futuro pasa por lo on line, así que no deberíamos resistirnos sino encontrar todo lo bueno. Nuestro papel debe ser el de estimular a la industria juguetera con nuestra aceptación o rechazo, exigir un cien por cien de seguridad y garantías por descontado, pero también que los juguetes desarrollen lass habilidades de los niños al tiempo que se divierten, que promuevan valores positivos, hábitos saludables…
Ahora podemos pedir por fin a los juguetes pedagógicos que sean verdaderamente divertidos. Porque los juguetes educativos están muy bien, pero si no son divertidos, acaban en el trastero.
Queremos juguetes activos, pues la pasividad es uno de los riesgos y nos horroriza ver a nuestros hijos como zombis durante horas con los ojos fijos en una pantalla. Buscamos juguetes que no lo hagan todo. Que propongan y dejen cancha al niño, estimulando su creatividad, con invitaciones a crear, buscar soluciones o aportar nuevas ideas. Y que no olviden fomentar las habilidades sociales. Comenzar aprendiendo con juegos cooperativos es una excelente oportunidad para que desarrollen su sociabilidad y el trabajo en equipo.
Quienes nos dedicamos a esto de la tecnología tenemos claro que los juguetes no son el fin, sino el medio. El gran reto es poner a disposición de esta nueva generación de niños juguetes verdaderamente inteligentes, sin riesgos, y capaces de contribuir, mediante la diversión, al aprendizaje.
Felices fiestas, y que Sus Majestades vengan con algún smart toy debajo del brazo…
Imagen: Nate

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