En el post de hoy veremos que, pese a la dura batalla por la relevancia y la supervivencia en el mundo de las apps, merece la pena tenerlas, aunque hay algunas cosas que tendrían que cambiar para que a todo el ecosistema le resulte interesante apostar por este modelo:
– Los emprendedores deben cambiar de mentalidad. A menos que tengan la idea del siglo, deben olvidarse de hacerse ricos con una app. Pero tampoco deben desanimarse. Lo ideal es que se apoyen en ella como un canal más para llegar a sus clientes.
– Las tiendas de app, por su parte:
- Deben cambiar el método para encontrar app. Sin reinventar la rueda, quizá las app stores deberían adoptar algoritmos de búsqueda similares a los que hicieron de Google el gigante que es hoy: por recomendaciones, por velocidad de adopción, por número de actualizaciones…
- También deben modificar la forma de acceso. Lo que más importa para el usuario es el contenido o el uso real de la aplicación, y no el “envoltorio” con el que se entrega ese servicio (un icono con un instalable). Hace falta un nuevo método de acceso nativo al servicio que facilite las transiciones entre app y rompa las barreras de adopción existen.
Éste parece ser el camino que ha comenzado a explorar Google (y dicen que también Microsoft), sirviendo al usuario la app que necesite a través de streaming. Parece que la www ha quedado obsoleta, pero la forma de acceso a las páginas web es perfecta. Un usuario puede visitar 30-40 páginas web diferentes al día, todas ellas accesibles con un simple clic sobre un enlace en una fracción de segundo. ¿Por qué no hacer que las app funcionen igual?
Éste podría ser el siguiente gran salto disruptivo en el negocio de las app: unir lo mejor de los dos mundos, lograr indexar contenido web y contenido de aplicaciones. Google quiere liderar esta transición, no por la bondad de su corazón, sino porque el core de su negocio sigue estando en las búsquedas en la web. Encaja perfectamente con su objetivo estratégico de posicionar la web por encima de las app como modelo fundamental de interacción y de generación de tráfico y contenidos en los dispositivos móviles. Éste, que es el objetivo de Google como compañía, podría también facilitarles considerablemente la existencia a usuarios y desarrolladores. También será motivo de alegría para las operadoras, porque para que el streaming de app funcione necesitaremos estar conectados vía wifi o con unas conexiones 4G o 5G decentes.
Por último, habría que pensar cuál será la evolución del modelo de negocio de las app stores si triunfan las app en streaming. Posiblemente se abran las puertas a diversas formas de monetización –lo cual ya sería de por sí un avance. Por ejemplo, un modelo freemium: una app que te permita realizar ciertas funciones de forma gratuita vía streaming con la opción de pagar para descargar características adicionales. Los usuarios y los desarrolladores tendrían aquí la oportunidad de imponer sus formas de uso, y traducir ese día a día en un modelo de negocio, para impedir que Google, Microsoft o Apple vuelvan a hacer que sus intereses empresariales condicionen nuestro uso de la tecnología porque ahora mismo, como dijo Carlos Barrabés en un encuentro, “la mayor parte de los emprendedores del mundo trabaja para dos compañías".
Las app están ganando y la web está perdiendo. Cada vez se destinan más recursos al desarrollo de las primeras y menos al desarrollo de la plataforma en la web. Nos han metido en esta loca carrera hacia adelante en la que hay una app para todo y, como tantas veces antes, sale perjudicada la innovación y los propios emprendedores, para beneficio de unos pocos gigantes que dictan lo que se puede hacer, cómo y qué herramientas concretas hay que usar. Éste es el mundo cerrado de las app, todo lo contrario de lo que vivimos en el mundo abierto de la web, que nos llevó a una era de continua experimentación. ¿Existirían hoy en día PayPal, Wikipedia o YouTube si sus creadores hubieran tenido que pedir permiso a AOL, ATT o Universal para existir?
El futuro de las app está en manos de las plataformas, no de los emprendedores ni de los desarrolladores, por geniales que sus ideas o sus trabajos sean. Sólo la rebelión de algún titán que necesite romper el statu quo existente permitirá abrir estos jardines vallados que, aunque fueron creados por los supuestos adalides de la innovación –o sea, Apple y Google-, sólo sirven, paradójicamente, para frenar y ahogar esa innovación que una vez los hizo grandes.
Imagen: Uwe

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