“El futuro desconocido rueda hacia nosotros. Por primera vez lo afronto con un sentimiento de esperanza…”
Tales eran las palabras en off en la escena final de “Terminator 2. El juicio final” de la inolvidable Sarah Connor, la valiente madre que defiende al niño humano, al líder del futuro, a su hijo.
Es un momento de catarsis, de culminación, de esperanza. La amenaza ha sido suprimida y el futuro parece libre de peligros. Pero Sarah Connor se equivoca, Sarah Connor, a pesar de su inigualable coraje, yerra en la actitud y parece rendida y pasiva ante un futuro que es desconocido, y que rueda hacia ella y su hijo.
No es así.
El futuro no viene hacia nosotros, sino que nosotros vamos hacia el futuro. Más aún, no sólo avanzamos hacia el futuro: lo construimos. El futuro se imagina y se construye.
Y si este aserto es cierto en cualquier faceta de la existencia, lo es especialmente cuando hablamos de tecnología e innovación. Para imaginar ese futuro precisamos creatividad y visión y para construirlo son necesarios el coraje, el tesón y el esfuerzo.
Hace ya casi quince años, justo en los albores de la liberalización del mercado de las telecomunicaciones, desde Telefónica brindamos a la sociedad española una visión acerca de cómo iba a ser el futuro, un futuro que ya estaba ahí y al cual dábamos la bienvenida.
Y ese futuro, entonces quizá audaz, quizá arriesgado, fue construido y ya es presente e incluso pasado.
Ya es posible la compra de entradas desde Internet, desde cajeros, desde el móvil. Ya la geolocalización nos guía en nuestros viajes, nos avisa de dónde se encuentran nuestras amistades o dónde existe la mejor oferta de un producto de nuestro interés. Ya es posible y ampliamente utilizado el trabajo desde el hogar o en itinerancia. Ya existen soluciones de telemedicina que permiten interaccionar remotamente con el paciente. El futuro que anunciamos, el futuro al que dábamos la bienvenida, ya se encuentra entre nosotros, ya casi lo contemplamos volviendo la cabeza.
Pero ese futuro ya ha pasado y ahora imaginamos y construimos nuevos futuros.
¿Alguna vez imaginaste que vía comunicaciones móviles las máquinas dialogasen entre sí, que los coches pudieran estar asistidos por información de localización, de su entorno o de su propio funcionamiento y que fuesen capaces de tomar decisiones inteligentes? (M2M) ¿Te imaginas que todos tus datos y aplicaciones, todas tus fotos y tus videos, fuesen accesibles desde cualquier dispositivo y en cualquier lugar? (Cloud Computing) ¿Te imaginas que los pacientes crónicos pudiesen ser monitorizados o hacer ejercicios de rehabilitación sin moverse de sus hogares? (eHealth) ¿Te imaginas que el ordenador o el móvil te informasen espontáneamente de todos los datos concernientes al edificio o el objeto que estás observando con tus propios ojos? (Realidad Aumentada) ¿Te imaginas que las administraciones públicas compartiesen trasparentemente con los ciudadanos su gran arsenal de información? (Open Data) ¿Te imaginas unas ciudades en que se ponga a disposición de las familias datos sobre la calidad del aire y el agua, el tráfico, el aparcamiento o las zonas de descarga? (Smart Cities)

Pues, como hace quince años, ya no imagines, porque trabajamos para que, desde tu casa, o desde donde te encuentres, disfrutes de todo esto y más.
Afrontamos, como Sarah Connor, el futuro con esperanza. Pero construimos ese futuro con imaginación, con tesón y con esfuerzo. Avanzamos hacia el futuro y lo dejamos atrás para construir un nuevo futuro.
Hace tiempo que construimos el futuro. Hace tiempo que vivimos en un permanente futuro.
¿Te acuerdas?

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