Las más de ocho mil hectáreas que han ardido este verano en Sierra de Gata (Cáceres) ennegrecen otro verano, una estación que ya es sinónimo de incendios forestales. Las estadísticas son desoladoras y 2015, por la ola de calor, se ha convertido en el peor año del último trienio.
La fatídica regla del 30-30-30 (temperatura superior a los 30 grados, viento por encima de los 30 kilómetros por hora y humedad relativa inferior al 30 por ciento) se refiere a las condiciones extremas idóneas para que las llamas encuentren el terreno abonado.
Habría que sumar la mano del hombre… En el caso concreto de España está detrás el 96 por ciento de las veces (un 23 por ciento debido a descuidos y el 55 por ciento de forma intencionada).
Por eso, según los expertos, las mejores herramientas antiincendios son la prevención (planes de gestión de montes) y la concienciación. Yo añadiría las penas ejemplares.
Pero por reconciliarnos con la naturaleza humana, también es justo decir que trabaja para desarrollar la tecnología que cerque a las llamas. Éstos son algunos ejemplos:
–Un simulador que prevé el comportamiento de las llamas. Wild Fire Analyst (WFA) permite, sobre el terreno y en tiempo real, analizar y predecir “las intenciones” de un incendio (velocidad de propagación, altura de las llamas y posible superficie afectada). Teniendo en cuenta tres factores -la topografía, el tiempo atmosférico y las capas de vegetación-, realiza en cinco minutos una proyección a seis horas de la evolución del siniestro, lo que permite plantarle cara de forma más rápida y eficaz.
El simulador también tiene propiedades preventivas porque indica qué zonas son más efectivas para las líneas cortafuegos y también las zonas del monte que necesitan limpieza.
-Big data para determinar el tipo de incendio en cada paisaje. Un estudio realizado en Cataluña y publicado en la revista International Journal of Wildland Fire revela que existe un patrón para cada uno de los tres tipos de propagación de incendios forestales identificados por los equipos de bomberos. El algoritmo puede servir para mejorar la planificación de las estrategias de extinción.
– Drones antiincendios. Al parecer, con ellos costaría cinco veces menos sofocar las llamas, y sus fortalezas, como la de poder actuar en plena noche cuando las condiciones meteorológicas son más favorables, ya se han constatado en alguna experiencia piloto.
-Un producto capaz de bloquear y eliminar el fuego. Investigadores brasileños han creado un producto, inicialmente pensado para evitar el calentamiento de las CPU de los ordenadores, que consigue que en mitad de un incendio, independientemente de su magnitud, las llamas se detengan. La clave está en el nitrógeno que libera en contacto con el calor. En este artículo se menciona que Red Eléctrica Española, por ejemplo, ya usa esta sustancia, dada la especial peligrosidad de los incendios en las instalaciones de alta tensión eléctrica.
–IoT y wearables. En 2012 Telefónica y la Generalitat presentaron @textil, un proyecto pionero que permite la sensorización de los trajes de los bomberos para detectar gases potencialmente peligrosos o grabar vídeo y enviarlo a un centro de gestión, de forma que el bombero puede recibir instrucciones y ayuda en remoto.
Aunque, vistas las estadísticas, la mejor manera de evitarlos es la voluntad humana de que no los haya.
Imagen: ™ Pacheco

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