¿Recordáis al señor Scrooge, el protagonista de “Cuento de Navidad” de Dickens? La historia de la transformación de un ser egoísta y descreído al principio, tras la visita de tres fantasmas navideños (el de las Navidades Pasadas, el de las Navidades Presentes y el de las Navidades Futuras) se ha convertido en un icono de estas fiestas en algunas culturas.
Cuando hemos pasado el ecuador de diciembre de 2019 es buen momento para reflexionar sobre los augurios del “fantasma de las Navidades Futuras”. Pero si tuviéramos que reescribir este personaje, hoy lo haríamos con otras visiones y nuevos retos: hemos pasado del siglo XIX al XXI, así que cobra protagonismo la tecnología.
Autoextinción, protoruralismo… ¿Y trabajar en los problemas?
La primera visión, no lo neguemos, tendería a ser pesimista, catastrófica, distópica, con una humanidad incapaz de afrontar los próximos desafíos y con la sociedad en una espiral descontrolada de destrucción: me refiero al cambio climático, la desigualdad, bloques culturales enfrentados o fracturados por la incomprensión mutua, y quizá el agotamiento de un modelo de crecimiento global.
Multitud de autores de ciencia ficción han novelado en este sentido; recuerdo, por ejemplo, Blade runner de Ridley Scott, tomada del cuento ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de Philip K. Dickhttps, que precisamente se ubica en un hipotético 2019. Muchos han apuntado con preocupación a fechas cercanas a la mitad del presente siglo para dicha hecatombe. Los seguidores de este movimiento se organizan en clubes tan exóticos como es el VHEMT (The Voluntary Human Extinction Movement), que propugna la propia autoextinción como vía exculpatoria, o movimientos filosóficos que creen en el decrecimiento y en la vuelta a un protoruralismo como la última alternativa de nuestra especie.
Algunos piensan que la existencia del Homo Sapiens se verá muy pronto truncada, que nos extinguiremos antes de lo que lo hizo el Neardental, y que no existe ninguna alternativa de futuro para el actual Homo Antropoceno. Yo, que soy más positivo, creo que estas visiones catastrofistas son más fáciles de contar y viralizar, como lo del asteroide que se aproxima a la tierra o la fecha fatal de nuestro calendario, que trabajar en soluciones para los problemas. Todas ellas son titulares fáciles, pero el meollo no está ahí.
Visiones optimistas o posibilistas
La segunda visión es más optimista o, al menos, posibilista. Quizá resulta complicado encontrar pensadores con los que estemos totalmente de acuerdo. Entre ellos están Michio Kaku, en el límite entre la ciencia divulgativa y la especulación científica. Y, en general, todos los de la Singularity University, creada por Peter Diamandis y Ray Kurzweil, que propugnan una visión económica basada en la abundancia digital.
En otra línea está Yuval Noah Harari, que describe un próximo hombre infinito, eterno, alejado de la evolución natural y dominado por el humanismo, no exento, sin embargo, de claroscuros.
La tecnología, en la encrucijada
¿Que decidirá entre estos dos caminos de la encrucijada? Creo que la tecnología es el catalizador del próximo cambio. El otro día tuve el placer de asistir a un evento en Espacio Fundación Telefónica, donde escuché al premio Pulitzer Jared Diamond que presentaba su último libro "Crisis", un sobrecogedor estudio de cómo las naciones más poderosas encaran sus momentos más difíciles. Jared habla con la lucidez del que ha visto cambios poderosos y del que es capaz de reflexionar con inteligencia. Con todo mi respeto, sin embargo, discrepo respecto al papel de la tecnología. Él dijo que creía que era neutral ante las nuevas crisis porque los avances servían tanto en uno como en otro sentido y yo lo veo de manera distinta. Me explico:
Vivimos más y mejor
El otro día hablaba con mi hijo de 12 años de inventos y científicos: Newton, Faraday, Maxwell, Einstein… Le conté que los siglos XIX y XX habían significado mucho en términos de un optimismo tecnológico, fueron años de grandes avances. Entre otros, el estudio del átomo y la revolución de la física, que han permitido finalmente entender un futuro de energía ilimitada, pero también crear una visión de destrucción total. Han pasado dos siglos y hoy la humanidad ha progresado en cualquier aspecto que observemos, no solo en cantidad sino en calidad de vida.
¿Qué inventos marcarán el siglo XXI?
Mi hijo me dijo, con cierta admiración, que no creía que en el siglo XXI nadie fuera a inventar algo tan revolucionario como aquello que le había contado antes, nada superior a la electricidad, las telecomunicaciones o la informática… Yo le respondí que quizá este siglo fuese diferente no porque hubiera una gran figura científica (que en el CERN trabajan miles de personas), sino porque acumularía una serie de inventos que girarían en torno a temas más prosaicos pero más relevantes.
La llave de la sostenibilidad
Por ejemplo, imaginemos a quien pudiera tener la llave de la sostenibilidad. Le dije que habría muchos otros grandes inventos como los relativos a hibridación entre biología y genómica con el mundo digital. O todo lo relacionado con la mente: pensemos en alguien capaz de virtualizar nuestra mente y la memoria, en la denominada inteligencia artificial profunda. Aquél que consiga conectar nuestro pensamiento analógico con lo digital conseguirá dar un paso casi infinito (me apasiona el tema, mi última novela, 2051, trata de todos estos asuntos).
Mi hijo se quedó muy sorprendido y meditabundo y, lo mejor, recuperó el optimismo: con estos avances nuestra próxima humanidad tendrá sentido y sobrevivirá. Porque en el análisis de las causas de la crisis de nuestro planeta muchos coincidimos, es en las soluciones donde tendremos que ponernos de acuerdo.
Una ventana de cambio de mentalidad
Tenemos ante nosotros una ventana de cambio de mentalidad. Greta Thunberg podría ser una de las posibles protagonistas del "neocuento de Navidad" para 2020. Este cuento menciona el advenimiento de una generación, los postmillennial, o como queramos llamarlos, próximos dueños del futuro, mucho más sensibilizados con los retos y que entienden de una participación lúcida en la sociedad y sus procesos de cambio. Ellos escribirán este nuevo cuento y su fantasma de las Navidades futuras.
La tecnología como bazuca contundente y necesaria
La lucha contrarreloj en esta emergencia climática podría compararse a la voz de Martin Luther King y su lucha por los derechos raciales. Para los chavales que se congregan en torno a estos mensajes la tecnología es una una bazuca contundente y necesaria, una herramienta tan crucial como respirar. Les permite relacionarse o aprender de formas muy diferentes. Ha cambiado la forma de viajar, curar, producir, trabajar y pensar. La tecnología abre puertas integradoras a visiones alternativas. Y no hay marcha atrás.
Con estas palabras esperanzadoras me despido. Que sea éste mi deseo de futuro y de prosperidad para esta Navidad.
Imagen: Yaroslav Grechuh

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