Es incuestionable que los nuevos hábitos, asociados a la tecnología que los hacen posible, están cambiando nuestras vidas, pero la cosa llega al “más allá” porque resulta que también se está transformando lo que ocurre cuando fallecemos… Estamos asistiendo a la transformación del sector funerario.
Al margen de la causa, una muerte es un hecho biológico que siempre acaba de la misma manera. Sin embargo, la sociedad está evolucionando de tal manera que los ritos funerarios no tienen mucho que ver con los de hace unos años. Lejos quedan aquellos velatorios en casas particulares tantas veces retratados en la literatura y el cine. Hoy existen nuevos servicios ceremoniales de carácter civil, adaptados a otras culturas y religiones, o respetuosos con el medio ambiente, con coches fúnebres eléctricos y ataudes biodegradables… Las posibles fórmulas para despedir a un ser querido son tan variadas que están surgiendo hasta nuevas profesiones como la tanatoestética y todo un marketing funerario.
La verdad es que se trata de un sector, cuanto menos, especial. Son servicios requeridos por una familia (el pobre protagonista poco puede opinar) que se demandan, según las estadísticas, una vez cada quince años aproximadamente, según la revista Adiós y estadísticas del INE. El servicio se presta durante un periodo de tiempo relativamente largo (24 horas o más) y está sujeto a una evaluación muy emocional y subjetiva por parte de un grupo numeroso de gente (los asistentes al sepelio). El tema de la fidelización, caballo de batalla de muchas acciones de marketing, aquí no tiene mucho sentido que digamos. Los servicios funerarios no tienen fans, ni tampoco consumidores frecuentes. Y, además, la contratación del servicio no es fruto de la iniciativa del consumidor sino que podemos decir que la necesidad le viene impuesta… aunque es cierto que hay muchas personas que contratan en vida algún tipo de seguro que incluye servicios funerarios.
Pues bien, hasta con estas peculiaridades también en este sector hay una carrera por ver quién innova más. Siempre han existido modas en cuando a ataúdes o urnas (me ha resultado curioso descubrir que la muerte de un famoso torero hace ya muchos años marcó un antes y un después y su caja fue tan solicitada que hasta existe un modelo con su nombre), pero ahora lo innovador son los ataudes construidos con cartón reciclado, que en el plazo de unos seis meses se biodegradan por completo y cuestan diez veces menos que uno tradicional. También existen lápidas virtuales en las que se pueden proyectar imágenes con la calidad de una fotografía de alta definición, y añaden un código QR para que desde cualquier smartphone sea posible conectarse a una web con las fotos del fallecido, su blog personal o su lista de canciones favoritas en Spotify.
Si se quiere seguir teniendo muy cerca al ser querido que ya no está, es posible transformar sus cenizas en uno o varios diamantes que pueden engarzarse luego en cualquier joya, a través de una tecnología que extrae el carbono de las cenizas de los cuerpos. Pero igualmente es posible mandar bien lejos los restos del difunto, con un entierro en alta mar, o incluso enviar sus cenizas al espacio a bordo de un cohete espacial.
Y no sólo se trata de decidir qué hacer con el cuerpo del fallecido, sino que cada vez es más importante decidir qué hacer con su presencia digital. Se estima que cada minuto mueren tres usuarios de Facebook en el mundo y que, según la universidad de Massachusetts, dentro de 82 años habrá más usuarios muertos que vivos en esa red social. No son pocos los que ya se preguntan qué será de sus perfiles en redes sociales una vez dejen este mundo, con lo que cada vez hay más entierros digitales, a través de los cuales es posible borrar todo el rastro digital de un fallecido y almacenar en cementerios digitales toda la información encontrada en la Red sobre esa persona. Se habla ya de una muerte digital digna.
La cuestión es que en este mundo no se queda nadie, así que, ya puestos, mejor irse de él con elegancia y estilo. Seguro que algunos le encuentran morbo a eso de atreverse a innovar en el mundo de los muertos. Por eso, las empresas del sector están buscando nuevos reclamos para impulsar el panorama. La tecnología y el diseño han abierto nuevas posibilidades también para ellos, y las están aprovechando cada vez más.
Por cierto, seguro que tenéis mejores opciones pero ahora que llegan las vacaciones quizá os sorprenda saber que hay quien opta por el necroturismo como fórmula de turismo cultural.
Imagen: Máximo Coejo

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