Me he comprado una parcelita en las nubes. En realidad ya no es una parcelita, porque me he construido un trastero. Bueno, a ver, que no es uno, son varios. ¡Venga, va! Seré sincero: me los han regalado.
“Recuerdo cuando yo era joven, que para conseguir un gigabyte tenía que ahorrar 5 años y bla bla bla”. De haber estado disponible en su época, así habría comenzado mi padre a contarme lo caro que estaba antes el almacenamiento de información y, sin embargo, ahora regalan los gigas a cascoporro. Se ha abierto una feroz competición por hacerse con la atención de los usuarios en lo que a almacenamiento de contenidos se refiere. Cualquier empresa que presuma de ser puntera en ofrecer servicios de Tecnologías de la Información tiene un hermoso trastero en las nubes para vender, alquilar o regalar, siendo esta última opción cada vez más común.
Y no le hubiera faltado razón a mi padre, si vemos la tabla de evolución de coste por gigabyte que mantiene Alan Shugart, CEO de Seagate Technology Inc. Una comparativa rápida nos muestra que entre 1993 y 2003 el coste del gigabyte bajó un 25 por ciento, pasando de 2 a 1,51 dólares; hoy en día está en 0,35 dólares, ¡un 77 por ciento menos que en 2003!
No hace demasiado era afortunado quien tenía 500 megas (megabytes o MB) en su cuenta de correo gratuita, ¿500 megas he dicho? ¡Pero si eso no lo tenía ni mi primer disco duro! Ahora lo normal es hablar de gigas (repite conmigo: gi-gas, ¿a que suena contundente?). Y no sólo para el correo electrónico, también para almacenar lo que te venga en gana, desde documentos para compartir con compañeros de trabajo, hasta aquellas fotos que se te escaparon sin querer y se fueron volando desde tu móvil a las nubes.
Mucho han cambiado los hábitos de almacenamiento de información (y lo que nos queda por ver), como cuenta mi compañera Alicia en su post “Cómo almacenaremos digitalmente nuestros recuerdos”. La cosa no ha parado de crecer desde que Google en 2004 rompiera todos los moldes con su cuenta de correo gratuita y un almacenamiento de 1 GB, cuando la competencia ofrecía entre 2 y 4 MB; así, a día de hoy Gmail y su principal competidor Hotmail (ahora Outlook.com) ofrecen 10 y 7 GB respectivamente para sus cuentas gratuitas. O al menos eso dicen mis cuentas, ya que las publicidades hablan de 10 y 25 GB.
¿Por qué regalar espacio? ¿Cuál es el modelo de negocio?
Estos servicios se apoyan en el concepto freemium, donde el caso de negocio soporta que un porcentaje muy reducido de usuarios de pago (entre el 2 y el 20 por ciento) sean suficientes para mantener al resto.
También se basan en el upselling, una técnica por la que se espera que el cliente que lo prueba contrate los servicios de pago basados en más capacidad o mejores funcionalidades (cuentas Premium).
Aunque no es habitual, eventualmente podríamos llegar a recibir publicidad personalizada según el tipo de contenido que almacenemos. ¡Pero que no cunda el pánico! No hay un ejército de empleados de estas empresas curioseando tus fotos o documentos y anotando tus preferencias, esto se realizaría de forma totalmente automatizada y sin participación humana.
¿Cómo funciona?
Es lógico pensar que todas estas compañías emplean técnicas para minimizar al máximo los costes de almacenamiento. Para ello se apoyan, por ejemplo, en la deduplicación, que consiste en no almacenar dos o más veces un fichero que ya existe. Con algoritmos específicos, a cada fichero se le puede calcular una especie de “huella dactilar” única, irrepetible. Así, es posible comprobar si un nuevo fichero ya ha sido subido antes por otro usuario y no volverlo a grabar, sino tan sólo apuntar qué usuarios lo han subido a la nube.
También aprovechan la compresión de datos, ahorrando así espacio y, por tanto, costes.
Estos servicios funcionan con el método de la sobresuscripción. Esta estrategia se emplea en muchos ámbitos de la vida, tales como una simple sala de espera o el dinero depositado en un banco. Consiste en pensar que no todos los clientes van a usar las sillas en el mismo momento, ni todo el mundo reclamará sus depósitos el mismo día, sino que los usuarios harán uso del mismo recurso en distintos momentos del tiempo. Así, las empresas no disponen de todo el almacenamiento “prometido”, puesto que saben que no todos los usuarios van a llenar su espacio desde el primer día de uso y que, normalmente, habrá borrados de información, y se liberará así espacio reutilizable.
Con el aumento de velocidad de las comunicaciones, el tiempo de acceso a la información almacenada en la nube es cada vez más importante, por lo que los proveedores han de emplear tecnología con buen rendimiento de lectura y escritura. Sin embargo, hay mucha información que no se modifica ni se consulta en mucho tiempo por lo que no requiere de sistemas de tanta calidad. Una forma de minimizar costes es el denominado tiering, que consiste en mover la información poco usada a entornos más económicos.
Éstas son sólo algunas de las herramientas de las que disponen los proveedores para hacer viable un modelo de negocio que requiere costes cada vez más bajos y, al mismo tiempo, les obliga a ofrecer una experiencia de usuario cada vez más exigente.
¿Hasta dónde llegará esta competición? Quien sabe si en un futuro no muy lejano, serán los proveedores los que paguen a los usuarios por usar sus servicios. Continuaré hablando de ello en mi próximo post.
Imagen: t. magnum

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