Parece tan disparatado encontrar puntos de conexión entre el Monasterio de Suso, en San Martín de la Cogolla, y Silicon Valley, como relacionar a Menéndez Pidal con la inteligencia artificial. Sin embargo, el idioma acorta las distancias entre paisajes y afanes tan dispares. El verbo se ha encarnado en PERTE y habita entre nosotros para lograr lo que siempre deben buscar las palabras: conectar e impulsar esfuerzos. Y una inteligencia artificial en español es clave.
Nunca pudo imaginar aquel monje que escribía alrededor del siglo X-XI las denominadas “Glosas Emilianenses”, anotando pacientemente un códice del siglo IX, que su labor iba a colocar, mil años después, al monasterio en el que trabajaba en el epicentro de un ambicioso proyecto de reconversión económica, impulsado por ese idioma que estaba dejando plasmado en un texto escrito.
Mucho menos podía imaginar Antonio de Nebrija que aquella primera gramática en lengua romance iba a convertirse en una de las llaves que abrirían un nuevo tiempo con la llegada de los españoles a América. Casualidades de la historia, ocurría el mismo año en el que se publicaba la obra. Isabel la Católica murió sin saber que aquellas tierras que habían descubierto eran un continente nuevo y que esa lengua vulgar, cuya necesidad de sistematizar no terminaba de ver, sería el lazo de unión más estrecho y duradero entre las almas de uno y otro lado del océano.
En la actualidad el español no sólo constituye un factor de cohesión cultural, sino también un importante activo económico. Por eso, los actuales Proyectos Estratégicos para la Recuperación y Transformación Económica (PERTE) han recogido el guante del potencial del factor ñ como palanca de innovación. La lengua es uno de sus ejes de actividad y la inteligencia artificial en español, un objetivo.
La lingüística en la automatización de procesos
Si en la tradición cristiana “el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”, el nuevo dios Google, que todo lo ve y todo lo sabe, funciona como un gigantesco “zoco léxico semántico donde se puja por palabras”. Es la visión de Cristina Aranda, una de las gurús digitales españolas, que apela a la necesidad de confluencia en los afanes de filólogos e ingenieros para dotar a la inteligencia artificial de una visión humanista. No olvidemos que el petróleo de la economía digital son los datos y un porcentaje importante de ellos procede de una realidad en la que la vida cotidiana y el lenguaje natural son dos caras de una misma moneda. Dicho de otra forma, no es posible desarrollar la automatización de procesos que requiere la inteligencia artificial de espaldas a la lingüística.
El papel del español en la nueva economía digital
El problema es que en la actualidad existen entre 6.000 y 10.000 lenguas diferentes cuyos hablantes se conectan a Internet. En semejante jaula de grillos ganar la partida del idioma es vital en términos económicos y geopolíticos. Más aun teniendo en cuenta el protagonismo de los modelos predictivos en esta nueva era. Si los artistas principales van a ser autómatas, más nos vale que hablen nuestro idioma y que lo hagan con la menor cantidad posible de sesgos o el escenario nos quedará tan lejos que apenas podremos seguir la función.
El necesario salto de las gradas al escenario
La buena noticia es que el español es el segundo idioma nativo del mundo y el cuarto global, sumando los hablantes potenciales, donde gana posiciones el inglés como lengua franca. El dato es del Instituto Cervantes en su informe “Español, lengua viva”, de 2022. En él vaticina, entre otras cuestiones, que en 2060 Estados Unidos será el segundo país con más hispanohablantes, después de México. No es baladí la previsión de que en esa fecha casi uno de cada tres residentes en la Meca del desarrollo tecnológico occidental será hispano.
Pese a ello, de momento, la comunidad hispanohablante asiste desde las gradas a la oportunidad que representa la nueva economía digital, aunque el español sea la tercera lengua utilizada en la Red por los internautas y el segundo idioma empleado en redes sociales como Facebook o Twitter y plataformas como Youtube.
Es cierto que cada vez tiene más presencia en entornos profesionales como Linkedin pero también que, aunque en Wikipedia ocupe la segunda posición por número de lectores, en lo relativo a publicación de contenidos está en el octavo puesto, por detrás de lenguas con menos cantera como el alemán, el francés o el ruso. Eso por no hablar del ámbito de las publicaciones científicas, donde gana por goleada el inglés como lengua vehicular, incluso en la producción de autores hispanohablantes, que necesitan hacerse oír en un mercado dominado por sellos anglosajones.
El 15% del PIB de los estados, vinculado a la lengua
El reto radica, por tanto, en prepararnos para asistir a la función como actores y no como meros espectadores. Algo necesario si tenemos en cuenta que el 15% del producto interior bruto de un estado está vinculado de una u otra forma a la lengua, ya sea por su capacidad para propiciar intercambios comerciales o por la vitalidad de su industria cultural. Esta última incluye, en el caso del español, productos con tanto potencial como la enseñanza del idioma o el mercado editorial, sector en el que somos el tercer país exportador del mundo.
PERTE Nueva economía de la lengua
Por esa razón, una de las palancas de los planes de recuperación financiados con fondos europeos Next Generation EU es precisamente el PERTE bautizado como “Nueva economía de la lengua”, aprobado en marzo de 2022. Se basa en cinco ejes estratégicos, que buscan impulsar el desarrollo de la inteligencia artificial y la ciencia en español, además de potenciar la actividad de industrias culturales, la enseñanza del idioma a extranjeros y el estudio del castellano, junto con otras lenguas cooficiales.
Valle de la lengua: un balcón de La Rioja a Silicon Valley
Y es precisamente aquel monasterio de San Millán de la Cogolla, donde se escribieron los primeros comentarios en un rudimentario castellano a un texto en latín, el que abre un balcón a Silicon Valley con la creación del denominado “Valle de la Lengua”. Se trata de un macroproyecto en el que está previsto que se inviertan la friolera de 81 millones de euros, dentro de una iniciativa muy ambiciosa que busca potenciar el desarrollo territorial con el idioma como palanca. El propósito es articular una oferta innovadora de servicios culturales y turísticos, apoyada en la inteligencia artificial para aunar ocio, estudio e investigación, con la intención de atraer un perfil heterogéneo de visitantes.
No sospechaba Ramón Menéndez-Pidal, cuando publicó en 1926 la obra "Orígenes del español", el favor que iba a hacer un siglo más tarde a los habitantes de San Millán de la Cogolla, al popularizar aquellas anotaciones de un anónimo monje, que representan el primer testimonio escrito que conservamos, no sólo del castellano, sino también del euskera. Al fin y al cabo, la lengua es un ente vivo con la cualidad mágica de permitir la comunicación, pero también de plasmar para la posteridad las preocupaciones de sus hablantes y su propia diversidad.
Una lección que conviene tener presente en la era digital para valorar el potencial de lo que tenemos más cerca. Debemos conseguir que sean las máquinas las que se humanicen y no nosotros quienes nos veamos obligados a convertirnos en autómatas, si no queremos resignarnos a que ellas nos ignoren y la inteligencia artificial se convierta en un nuevo instrumento de tiranía y desigualdad.
Imagen: mpclemens

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