El concepto smart city está de moda, atrae cada vez más la atención tanto de ayuntamientos y otras instituciones públicas y empresas tecnológicas como de los medios de comunicación. Son muchas las publicaciones especializadas en la materia, proliferan los eventos y conferencias en torno a este tema y crece el número de emprendedores que se deciden a desarrollar soluciones en este ámbito.
Desafortunamente el de smart city es uno de esos términos que todo el mundo conoce pero pocos consiguen definir con claridad. Y la verdad es que no es sencillo, ya que como explicaba Boyd Cohen, reconocido experto en la materia, en un artículo publicado el año pasado, el concepto ha ido evolucionando desde su origen.
La primera generación de smart cities o ciudades inteligentes versión 1.0, la más popular, se refiere a una ciudad transformada por la tecnología, una tecnología capaz de prestar servicios eficientes. Esta visión es la que la mayoría conoce y tuvo mucho éxito para atraer empresas tecnológicas. Sin embargo, primar la tecnología sobre la previa definición de su utilidad, le ha granjeado muchos detractores. Con el tiempo surgió un nuevo tipo de smart cities 2.0 en las que el liderazgo es asumido por las propias ciudades y sus responsables políticos. Políticos que, con la colaboración de los técnicos municipales crean una visión a largo plazo, en la que la tecnología es una de las piezas claves para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Hoy en día muchas de las ciudades que lideran el sector smart city, como Valencia, pertenecen a esta categoría.
Recientemente, sin embargo, han aparecido las denominadas smart cities 3.0 en las que, en lugar de la tecnología o los responsables municipales, son sus habitantes los que participan de forma activa en la creación de cada ciudad inteligente. Unos habitantes capaces de detectar las necesidades reales de su población así como de trabajar colaborativamente para resolverlas mediante soluciones efectivas y de poco coste. Las ciudades necesitan potenciar y facilitar la capacidad de innovación de sus residentes, que se deje de ver a sus ciudadanos como clientes o receptores de servicios y estos puedan utilizar los medios tecnológicos a su alcance para convertirse en parte activa de la creación de unas smart cities que realmente mejoren la calidad de vida de sus residentes: unas smart cities de los ciudadanos.
Imagen: Artefactica
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