En junio de 2020 escribía en este blog sobre el desembarco en la Universidad de la “generación pandemial”, unos jóvenes que, por primera vez en la historia, habían preparado su prueba de acceso en un contexto íntegramente online. Un año después, con las preceptivas mascarillas, nuevas hordas de bachilleres vuelven a enfrentarse al temido examen en un horizonte más esperanzador pero no exento de incertidumbre.
Parece que hay un significativo porcentaje de estudiantes y docentes que añoran la presencialidad. Un dato que choca si tenemos en cuenta que estos jóvenes son nativos digitales y sus profesores pertenecen a una generación que en otros ámbitos reclama la extensión del teletrabajo.
La experiencia de estudiante
Comprender esta paradoja requiere volver la vista a la experiencia de estudiantes y docentes en el último curso. Respecto a los primeros, un estudio de diciembre de 2020 sobre una muestra de encuestas realizadas a estudiantes norteamericanos demostró que el grado de satisfacción de los jóvenes guardaba relación directa con el porcentaje de clases presenciales a las que habían asistido. El formato virtual restaba enteros en su valoración del curso.
Es, como apuntaba, un dato difícil de entender en una generación inmersa en redes sociales y familiarizada con una cultura eminentemente digital. Sin embargo, la explicación es sencilla. Los pilares de la experiencia universitaria son las clases y la vida en el campus, precisamente los ámbitos restringidos por las medidas sanitarias.
La sensación de desconexión respecto a la rutina académica ha sido un hecho palpable con repercusión en la motivación del alumnado y su rendimiento académico. Coinciden en esta conclusión no solo estudios realizados en España, sino también en muchos de los 191 países que se vieron obligados a cerrar sus aulas y que ahora comienzan a evaluar el impacto emocional de la pandemia en los estudiantes.
Mayor interacción y mejor gestión
Todos coinciden en demandar una mayor interacción en las clases virtuales y mejor coordinación, por parte de las universidades, en las programaciones y otros aspectos administrativos. Por esta razón las instituciones que han integrado la experiencia de estudiante en sus indicadores de gobierno no se muestran tan pesimistas respecto a la docencia virtual.
Precisamente este enfoque se abordó en el X Foro de experiencia de cliente de la consultora Lukkap Spain, en la sesión titulada “Educación: cómo adaptar tu servicio desde el on & off”. Durante el evento, dos instituciones -la Universidad Internacional de Valencia, especializada en enseñanza virtual, y la Universidad Francisco de Vitoria, con una oferta educativa presencial- compartieron las lecciones aprendidas en estos meses.
En ambos casos partían de la labor desarrollada por departamentos de orientación al estudiante diseñados bajo una óptica de servicio al cliente, que ya incorporaban desde antes de la pandemia métricas en sus políticas de gestión del alumno. Entre las conclusiones más interesantes destaca el hecho de que ni siquiera en una universidad nativa digital los jóvenes pudieron abstraerse de la sensación de pánico provocada por la incertidumbre de los primeros momentos. Pese a disponer de medios tecnológicos, fue necesario realizar un importante esfuerzo de adaptación metodológica y administrativa para atender los diferentes aspectos de la vida en el campus.
Aspectos mejor valorados
En el evento se resaltó la importancia del acompañamiento al estudiante como elemento crítico para la vida universitaria, empatía para comprender situaciones personales dispares, flexibilidad en la oferta de soluciones y agilidad en la respuesta frente a nuevas necesidades generadas por un entorno cambiante.
Unas conclusiones que no difieren de otros estudios basados en la experiencia de universidades públicas o privadas de distintos países. Los aspectos mejor valorados por los estudiantes fueron el esfuerzo de aquellos docentes que habían fomentado dinámicas de interacción en sus clases y las medidas adoptadas por las universidades que se apresuraron a habilitar espacios de coworking, desde los que el alumno podía conectarse en el propio campus a sus clases.
Claves de la universidad digital
Un error recurrente ha sido trasladar el formato de clase magistral a una conexión online. La verdadera transformación requiere cambios en la metodología que pasan por la formación del profesorado, más allá de un uso avanzado de las herramientas de videoconferencia o evaluación. Junto a ello, se requiere una adaptación curricular de contenidos y habilidades en los programas, que debe abordarse desde las políticas educativas vigentes en cada país.
La necesidad de combatir las desigualdades
Por otro lado, no basta con dimensionar las plataformas educativas y potenciar su evolución técnica y funcional. Es imprescindible ahondar en el papel que juegan los espacios de coworking, no solo para reforzar la conexión de estudiante con el campus, sino sobre todo para atenuar desigualdades.
No olvidemos que la educación digital es una moneda de dos caras que juega a favor de quienes no viven en grandes urbes y en contra de aquellas familias que no pueden facilitar a sus hijos los recursos necesarios para una conexión óptima. Y es que, como bien recuerda la Unesco, la brecha digital no es solo un problema para los países en vías de desarrollo. También en el denominado “primer mundo” los efectos económicos de la pandemia han empeorado la situación de vulnerabilidad de jóvenes que han tenido serias dificultades para seguir el ritmo académico y poder continuar sus estudios. Y tampoco podemos olvidar a otro colectivo golpeado por la improvisación con la que se ha emprendido la carrera hacia la docencia digital. Se trata de las personas con alguna discapacidad, que han sufrido las limitaciones de plataformas y contenidos, no siempre diseñados bajo criterios de accesibilidad.
Llamamiento de los organismos internacionales
Por ello, más allá de la respuesta de emergencia impuesta por la pandemia, organismos internacionales apuestan por ahondar en la educación digital como herramienta para afrontar sus estragos socioeconómicos.
La ONU, en su informe “Responsabilidad compartida, solidaridad mundial”, exhorta a abordar una renovación pedagógica que permita incorporar paulatinamente la tecnología a la docencia. Este aspecto es especialmente crítico en la enseñanza universitaria donde urge abordar una transformación que le permita seguir liderando la investigación en beneficio de la sociedad y también jugar un papel de buque insignia a la hora de promover la igualdad de oportunidades.
Por ello debe afrontar los retos y desafíos del nuevo contexto sobre la experiencia aprendida durante la pandemia. Y el más importante es la reconversión de la enseñanza superior con una hoja de ruta capaz de atender las necesidades de una sociedad digital. En este sentido, es imprescindible comprender e integrar la tecnología en la dinámica universitaria. De ello dependerá su futuro frente a la presencia de nuevos actores que no cuentan ni con su bagaje centenario ni con su vocación social, pero que ya han irrumpido en el terreno de juego.

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