Es un tema de actualidad, esta misma semana podíamos leer “Ellas entrenan con drones y espinilleras inteligentes”. El uso de big data es cada vez más popular en las finanzas, la salud, el marketing… pero también en el deporte profesional. Tanto que el 80 por ciento de los equipos de la NBA, la Liga de Baloncesto americana, cuenta con un experto en big data en sus filas.
Existen medios cada vez más sofisticados para recoger y posteriormente analizar enormes cantidades de datos relacionados con cualquier aspecto de cualquier deporte: cámaras, sensores y wearables guardan cada detalle de la actuación de un deportista. Con esos datos los preparadores y entrenadores pueden pulir defectos en la técnica, mejorar su colocación en el terreno de juego, o ajustar la cantidad de calorías que debe ingerir el deportista en función del esfuerzo y desgaste que hace de ellas, o los niveles de entrenamiento que puede soportar sin riesgo de lesiones. Todo ello con el objetivo de lograr el mejor rendimiento posible.
En Europa, un equipo profesional pionero en el uso del big data ha sido el Arsenal, club de la Premier league de futbol inglesa. Recientemente ha instalado en su estadio ocho cámaras que siguen en todo momento a sus jugadores y recogen la friolera de 1,4 millones de datos por partido. Se centran especialmente en recoger los momentos en los que los futbolistas no están en contacto con el balón, que es la mayor parte del tiempo durante un partido. Analizan cómo se desmarcan, cómo tratan de obstaculizar el juego del contrario o cómo se colocan cuando el balón sale fuera. En la misma línea, el FC Barcelona también ha implantado de la mano de Telefonica un sistema que le permite conocer más en detalle los patrones de juego de los equipos rivales y mejorar los movimientos de sus jugadores.
Otro caso muy significativo es el de los Golden State Warriors, equipo de baloncesto de la NBA, ubicado por cierto en San Francisco, muy cerca de Sillicon Valley. En 2013 era el equipo que más lanzamientos de tres puntos en contra recibía, así que instaló un sofisticado sistema de cámaras llamado “SportVu” que básicamente divide la pista en una cuadrícula tridimensional y graba veinte imágenes por segundo de cada jugador para así identificar los fallos de colocación. Ha debido dar sus frutos porque este año han sido los ganadores de la NBA.
Los Golden State Warriors también son pioneros en aplicar los wearables en sus entrenamientos. La equipación de los jugadores contiene nada menos que dieciseis sensores que recogen datos del ritmo cardiaco, la respiración, y la actividad de los principales grupos musculares. Un pequeño dispositivo en el pantalón recoge toda esta información y la envía a un smartphone desde el que puede analizarse la actividad del jugador en tiempo real.
El uso de wearables se está extendiendo rápidamente en el deporte profesional. Pequeños sensores en los vendajes o en la ropa deportiva recogen datos, como la velocidad del deportista o su ritmo cardiaco, que luego permiten a científicos, nutricionistas y preparadores físicos diseñar programas de entrenamiento personalizados y llegar a conocer cómo el entrenamiento está afectando a su salud o si se está elevando peligrosamente el riesgo de lesión. Hay equipos que analizan incluso si sus deportistas duermen bien o mal mediante información recogida por dispositivos que llevan mientras descansan y que luego se correlan con su actuación durante la actividad deportiva para, por ejemplo, llegar a regular exactamente la temperatura y humedad de las habitaciones de los atletas para que su descanso sea el óptimo y puedan lograr el máximo rendimiento.
En deportes de mucho contacto como el futbol americano o el rugby los jugadores también llevan pequeños sensores en su ropa, que miden la dureza e intensidad de los impactos, de manera que tras comparar esas mediciones con una base de datos histórica son capaces de prever si un jugador está en grave riesgo de lesionarse.
Hay quien piensa que la aplicación de las modernas técnicas de datos al deporte es una especie de “dopaje tecnológico” que aporta a unos deportistas sí y a otros no ventajas provenientes de fuera de la pista o del terreno de juego. Pero igual que los deportistas de élite se rodean de nutricionistas, psicólogos, fisioterapeutas etc. de los que tratan de obtener una ventaja competitiva frente asus rivales, el siguiente paso parece que será contratar a los mejores analistas de datos.
Al final es el deportista el que tiene que lanzar el tiro a canasta o el penalti decisivo, y los análisis de los datos que se hayan hecho sobre él no son capaces de golpear o lanzar un balón. Big data en el deporte de élite tiene como objetivo ayudar a entrenadores y dirigentes a tomar las mejores decisiones, que a la postre servirán para que los deportistas de élite obtengan el máximo rendimiento y ofrezcan un mejor espectáculo a los aficionados.
Imagen: Keith Allison

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