Jueves por la tarde, mientras camino de vuelta del trabajo a casa, recibo un mensaje para irnos de viaje el fin de semana. En unos minutos todos estamos de acuerdo, aunque hay que organizarlo y ¡sólo queda un día! No pasa nada, llego a casa, enciendo el ordenador, busco billetes para el día siguiente… ¡a las 16:00 horas hay, los pillo! Ahora, el alojamiento: busco en estos nuevos sitios de alquiler de pisos y… ¡justo, uno para cinco! Ya está, me siento en el sofá con la tele encendida, mientras veo los vídeos de la Champions en la tableta. Recibo el correo con las reservas del vuelo y el alojamiento, y me preparo para salir a cenar con los amigos de la universidad. Aprovecho el viaje en metro y voy mirando la agenda del día siguiente…. ¡Oh, oh! Tengo una reunión que termina a las 15:30 h., no me dará tiempo a llegar al aeropuerto. Tranquilidad… Entro en la aplicación de los trenes que tengo en el smartphone y todavía queda sitio para el de las 18:00 h. Bien, ¡todo solucionado!
No todos mis días son así, pero sí que se me han dado estas situaciones y no me generan ningún estrés. La tecnología de la que dispongo me permite tomar decisiones y organizarme desde cualquier lugar y a través de cualquier dispositivo.
Pero cuando uno está en su entorno de trabajo las cosas cambian... Antes de salir de la oficina hay dos opciones: asegurarse de que se deja todo en orden hasta el día siguiente (hasta el lunes si es viernes) o llevarse el portátil encima y casi mejor esto último por si surge un imprevisto. Al peso (tres kilitos de nada) hay que sumar la precaución de no darle ningún golpe, perderlo ni que nos lo roben, porque ¿cuándo fue la última vez que hicísteis un backup?
Todavía recuerdo la primera vez que vi un ordenador: fue en el trabajo de mi padre, y aquel día aluciné. “¡Quiero uno!” –dije- y mi padre respondió que eran muy caros, así que pasaron unos años hasta que tuvimos uno en casa. Es curioso comprobar cómo este fenómeno ha cambiado hoy en día, y los mejores dispositivos y últimas aplicaciones que automatizan tareas y nos facilitan la vida llegan antes al hogar que al trabajo. Incluso en muchas ocasiones, cuando el empleado intenta llevarse su propio dispositivo (BYOD) por políticas de seguridad no es fácil o no es posible.
De hecho, cuando uno escucha "puesto de trabajo" se ve inmediatamente encadenado a un portátil . Pero ¿por qué esto es así cuando en nuestra vida personal tenemos total libertad para elegir el lugar y el dispositivo desde el que nos conectamos? Para encontrar el motivo en primer lugar tendríamos que entender el fin último de un puesto de trabajo, y éste es proveer al empleado de las herramientas necesarias para realizar su trabajo de la forma más eficiente y efectiva posible. Necesitamos las herramientas TI (aplicaciones, web…), un elemento donde visualizarlas (pantalla) y una forma de interactuar con ellas (teclado y ratón). El núcleo de todo, como se puede comprobar, son las herramientas, y aquí es donde reside el motivo de este adelanto por la derecha de la tecnología en los hogares.
Desde hace unos años cuando se lanza un servicio tecnológico al mercado masivo su base está en Internet, ya que de esta forma adquiere una potencialidad mundial, con las economías de escala que ello supone. Además, como en nuestro mundo globalizado los competidores pueden estar en cualquier lugar esto obliga a dar las mayores facilidades a los usuarios y permitirles el uso desde la web, una aplicación móvil, otra de escritorio…Todo con tal de ser mejor que otros servicios similares.
Sin embargo, cuando hablamos del entorno empresarial las cosas cambian. Se desarrollan herramientas dirigidas a los empleados con un volumen lejos del mercado objetivo anterior y, además, no hay sólo una, pueden ser decenas o centenas. El esfuerzo que supone hacer que todas sean accesible de forma multiplataforma para un grupo tan reducido hace que no sea posible justificar su coste. También hay que tener en cuenta otro factor: la seguridad. Las preocupaciones de una empresa en este sentido son mucho mayores que para un usuario, lo que hace que la complejidad y los costes aumenten en consecuencia.
En definitiva, una herramienta empresarial por lo general se ha pensado para ejecutarse en un ordenador dentro de un entorno corporativo y adaptarla para que tenga una arquitectura cloud con acceso multidispositivo resulta caro. Es más, como depende del ordenador, la distribución en un entorno corporativo no siempre es fácil, y se complica cuanto mayor número de empleados tiene la empresa, al tener que hacerlo equipo por equipo y, en muchos casos, con necesidad de actuación por parte del usuario.
Por eso, a raíz de esteproblema aparecen diferentes tecnologías de virtualización, entre las que destaca Citrix. Con esta tecnología se abstrae el software del hardware Y esto que a priori no parece una gran ventaja es la clave. ¿Alguien ha probado cuando le han tenido que cambiar de ordenador a coger la imagen de su sistema operativo, con sus aplicaciones y datos y montarlo tal cual en el nuevo hardware? Seguramente no, porque sencillamente no se podía… Había que instalarlo todo de nuevo. Pero la virtualización ya permite montar esa imagen en cualquier hardware compatible (x86), incluso en un servidor, y preparada para acceder desde cualquier dispositivo y cualquier lugar. Es más, hacer copias de esa imagen ahora es muy fácil. Incluso si habéis pensado alguna vez:” me gustaría tener mi escritorio/aplicaciones igual que tal persona” ahora se puede hacer en cuestión de minutos. Incluso en muchos casos, la pregunta es ¿para qué quiero un sistema operativo si lo único que necesito son algunas herramientas y con tener acceso a ellas sería suficiente?
Pues ahora Telefónica lleva esta solución a la nube con Virtual Desktop, un servicio que a todas las ventajas anteriores suma las relativas a los servicios cloud: flexibilidad, movilidad, seguridad, fiabilidad, rapidez… Bueno, no voy detallar todas las ventajas ya que eso daría para otro artículo.
Imagen: Frits Ahlefeldt-Laurvig

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